lunes, agosto 04, 2014

¡Mira! ¡Una distracción!

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¡Mira! ¡Una distracción!

Por Tim Challies

Nos distraemos. Estamos tan distraídos y tan acostumbrados a ello, que después de un tiempo nos convertimos casi en distracción. Perdemos la capacidad de estar quietos. Tenemos miedo de la tranquilidad. Nos sentimos intimidados por los momentos en los que no hay nada que ver, nada que hacer.

La distracción es uno de los costos de la vida en un mundo digital. Paul Graham dice muy bien: “La distracción no es un obstáculo estático que evitas tal como se puede evitar una roca en el camino. La distracción te busca.” Nos rodeamos de los dispositivos que nos traen tantos buenos dones, pero incluso estas buenas dádivas traen un costo: el costo de la distracción. El iPad que me permite leer la Biblia en cualquier momento y en cualquier lugar también se mete en mi vida devocional con notificaciones y alertas. El teléfono que me permite mantenerme en contacto con mi familia mientras están lejos también me despierta por la noche con sus zumbidos y flashes. Se da con una mano y te quita con la otra.

Estamos aprendiendo. Estamos aprendiendo los costos de manera que también podemos aprender de las soluciones. Aquí están tres de los costos de toda esta distracción.

Vida Superficial

La distracción conduce a un pensamiento superficial, y el pensamiento superficial conduce a una vida superficial. Toda esta distracción nos impide pensar profundamente. Tan pronto la mente presione sobre un problema y empezar a darle la vuelta y examine y busque una solución, que habrá un pitido o un zumbido u otra interrupción. Si no somos capaces de tener pensamientos profundos, no podremos a vivir vidas de profundidad. La vida mejor vivida es la vida que brota de la contemplación profunda, y sobre todo de una profunda contemplación de las verdades más profundas. La distracción es el enemigo de la mejor clase de vida.

Actividad Superficial

La distracción conduce a la dilación, y la dilación conduce a la insatisfacción. Muchas de nuestras distracciones se reciben con agrado. Las queremos, les damos la bienvenida, las extrañamos cuando han estado ausentes por mucho tiempo. Cuando ellas no vienen, vamos en busca de ellas, sin pensar escribiendo facebook en nuestro navegador, con la esperanza de algo, cualquier cosa, para divertirnos. Pasa una hora. Dos. Y no hemos logrado nada de lo que deseábamos, nada de lo que nos habíamos propuesto hacer. A medida que aumenta la distracción, la productividad disminuye, y nos volvemos descontentos con lo que hemos logrado. La distracción es el enemigo de la mejor clase de la productividad.

La distracción conduce a una comunicación superficial, y la comunicación superficial conduce a relaciones superficiales. Nuestra distracción nos impide un compromiso profundo con otras personas. Estamos siempre apenas a un pitido o un zumbido lejos de desconectarse de una conversación y volver nuestra atención a ese mensaje de texto, correo electrónico y notificación. Las relaciones prosperan en una comunicación profunda; las relaciones fracasan en una comunicación trillada y desatendida. La distracción es el enemigo de la mejor clase de las relaciones.

Los costos nos llevan a las soluciones, y esas soluciones son tan simples: ¡Tome el control! Nuestros dispositivos y las nuevas tecnologías sólo tienen autoridad en nuestras vidas mientras se los permitimos. Determinar la cantidad de autoridad que su dispositivo tendrá, y oblíguelo a vivir dentro de los límites apropiados. Si usted no es dueño de sus herramientas, ellos le poseerán a usted.

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