Para Todas las Chicas que No Dijeron No

Por Kimberley Suchta

Una de los días más profundos de mi vida fue el día que le dije a mi mamá y papá que estaba embarazada. Yo no estaba casada. Me había mudado de casa y fuera del apartamento que compartía con mi novio. Estaba empezando mi primer semestre en un colegio técnico tratando de hacer la mayor parte de mi vida en una mala condición. Estaba lejos de ser estable. Después de que mis padres tomaron en el impacto inicial, y tener poco de tiempo de conversación con ellos, nunca olvidaré la sonrisa que surgió de la cara de mi mamá cuando dijo: “Voy a ser una abuela.”

Cuando mi hija tenía seis meses de edad, todos fuimos invitados a una reunión familiar. Mis parientes no me habían visto desde antes de que yo estaba embarazada. Yo estaba nervioso. ¿Qué pensarían? Afortunadamente traía gafas de sol sobre para que no se vea la vergüenza en los ojos. Mientras llegamos al parque ese día soleado mi papá salió del coche y dio la vuelta y tomó su nieta de su asiento de coche. Él procedió a caminar hacia las mesas de picnic llena de gente charlando y comiendo ensalada de papa. Nunca me olvidaré de lo orgulloso que parecía llevarla en sus brazos para que todos pudieran ver lo hermosa que era. Y lo era. Y de repente yo podía respirar más fácil. No sólo era mi papá aceptándome a mí y a mi hijo, pero él tenía una gran alegría en compartirla con todo el mundo. No me importaba más lo que pensara alguien más. Y no me di cuenta en ese entonces, que el Señor utilizó a mi padre terrenal de ese día, para mostrarme el amor increíble que tenía por mí como mi Padre celestial.