lunes, mayo 11, 2015

¿Qué Pasó Con la Hermenéutica Literal? (2ª. Parte)

clip_image001¿Qué Pasó Con la Hermenéutica Literal? (2ª. Parte)

Por Mark Snoeberger

Al evaluar la verdad o el error de cualquier declaración teológica propuesta o sistema, hay dos preguntas principales que el teólogo hace: la cuestión de la correspondencia y la cuestión de la coherencia. En el uso de estos dos términos, estoy usando dos categorías filosóficas reconocidas, pero no necesariamente como todos los usuarios las definirían. Al sugerir que hay que probar una declaración teológica dada o sistema para su correspondencia, no quiero decir, como muchos lo hacen, que preguntamos si corresponde o no con la "realidad" como diversamente es definido en el mercado de las ideas; en cambio, quiero decir que preguntamos si corresponde o no con la realidad de Dios como él la ha definido. En resumen preguntamos, "¿Está de acuerdo esta declaración teológica / sistema con lo que Dios ha dicho en las Escrituras cristianas?" En el desarrollo de cualquier sistema verdaderamente bíblico de teología, pasamos la mayor parte de nuestro tiempo respondiendo a esta pregunta. Esto se debe a que las Escrituras cristianas son la Norma Norman noo Normata, la norma que rige la verdad que no puede ser sometida a la manipulación o modificación. En pocas palabras: Si una declaración / sistema teológico dado contradice la Biblia, entonces esa declaración / sistema, aunque inteligente, no es válido.

La cuestión de la correspondencia no es, sin embargo, la única pregunta que la preocupa al teólogo sistemático. También debe establecer la coherencia de su sistema: el sistema debe estar de acuerdo consigo mismo. Si un sistema teológico puede sobrevivir solamente por remendando sus violaciones de las leyes recibidas de la lógica y el lenguaje con apelaciones al "misterio", entonces se ve comprometido. Por ejemplo, suponiendo una definición no equívoca del término omnipotente, un sistema teológico válido no puede tolerar un Dios que es misteriosamente tanto omnipotente y no-omnipotente a la vez. O, en el suponiendo de nuevo una definición no equívoca del término justificación, un sistema teológico válido no puede permitir que la justificación sea simultáneamente tanto por las obras y por la fe solamente. Cualquier sistema que permite tales absurdos rompe por lo menos una y, a menudo varias leyes fundamentales de la lógica (en este caso, a saber., la ley de identidad [A = A] y la ley de la contradicción [A ≠ no-A]). Por esta razón, un teólogo sistemático debe pasar tiempo armonizando los textos que parecen contradecir (por ejemplo, Job 42: 2 con Tito 1: 2 y Santiago 1:13 para la emisión de la omnipotencia; Gálatas 2:16 con Santiago 2:24 para el cuestión de la justificación). A veces se ve obligado a echar por tierra sus teorías; a veces, sin embargo, él es capaz de ajustar y fortalecerlas mediante la exploración de opciones exegéticas y por la elaboración de las definiciones cuidadosamente matizadas que hacen coherente a su sistema. En pocas palabras: Si un declaración / sistema teológico dado se contradice a sí mismo, no es válido.

La cuestión del registro para esta entrada de blog es si el método hermenéutico del teólogo es una cuestión de correspondencia o una cuestión de coherencia: son los principios hermenéuticos (1) algo por descubrir en la Biblia misma y construida de forma inductiva de lo que encuentro allí? ¿O los principios hermenéuticos son (2) algo que se resolverá con carácter de presuposición trascendental antes de que pueda comenzar a leer la Biblia? Mi respuesta (y lo que me sitúa en la pieza central del concepto de interpretación "literal") es que la última opción es necesariamente cierta.. Las leyes del lenguaje son recibidas por concesión divina y son axiomas a priori necesarios para la lectura coherente, inteligible de algo: deben ser asumidas antes de que puedan ser demostradas. Aparte de esta premisa axiomática, una comunicación coherente nos reprobaría y la anarquía lingüística prevalecería. De hecho, con el fin de que alguien no esté de acuerdo con esta posición, yo diría, tendría que asumir la posición con el fin de expresar su desacuerdo con ello (lo cual es la razón por la que lo he marcado con un argumento trascendental ).

Aquellos que usan un método hermenéutico (espiritual /tipológico / alegórico /) no literal no hacen esta suposición, o por lo menos no en el mismo grado que lo hago. En cambio, su método hermenéutico es en parte una cuestión de descubrimiento exegético. Así, por ejemplo, cuando un no-literalista ve en Mateo 2:15 y 18 el uso de una fórmula de cumplimiento en relación con dos relatos históricos del Antiguo Testamento improbables (Oseas 11:1 y Jeremías 31:15, respectivamente), el se encuentra bastante listo para permitir humildemente una exégesis para corregir su hermenéutica presuntiva. Lo que es más, el no-literalista también puede argumentar que puesto que Mateo ha validado esta nueva hermenéutica apelando bajo inspiración, el lector contemporáneo tiene ahora una orden exegética de interpretar otros textos de la misma manera.

El literalista, por otro lado, aunque no inconsciente que las mentes depravadas pueden distorsionar las leyes recibidas del lenguaje, es mucho más dispuesto, en base a su visión de la naturaleza trascendental de las dichas leyes, pensar que sus errores de interpretación serán resueltos por ajuste exegético que por una revisión radical de todo su método hermenéutico. Y así, en lugar de adherirse rápidamente a los modelos hermenéuticos únicos desconocidos fuera del corpus bíblico, invertirá un enorme esfuerzo en agotar todas las posibles opciones exegéticas a su disposición dentro de los límites de una hermenéutica "normal". E incluso si fracasa, es reacio a admitir la existencia de todo un nuevo método hermenéutico, mucho menos uno prescriptivo. Él se resiste porque sabe que apelar a la exégesis como un precedente para un método hermenéutico único y no literal potencialmente socava no sólo (1) las leyes recibidas de lenguaje, sino también (2) la accesibilidad de las Escrituras a todos los que no son informados del método especial, y (3) tal vez incluso la integridad y la autoridad de la Biblia misma.

Esto, yo diría, es el corazón de la interpretación literal.

La próxima vez: ¿Cuáles son estas "leyes recibidas del lenguaje" de las que hablo? Y si no podemos confiar en Mateo o Lucas o Pablo para delinear las leyes, ¿por qué debemos aceptar los garabatos de algún tonto del siglo 21?

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