¿Qué hizo Jesús?
Miércoles, 30 de septiembre 2009
(Por John MacArthur)
El post de hoy viene del nuevo libro de John, El Jesus Que No Puedes Ignorar.
No hay nada de malo en preguntar, “¿Qué haría Jesús?” Esa es una buena pregunta. Para nuestros propósitos, podríamos preguntar, “¿Qué haría Jesús en respuesta al paisaje evangélico paisaje contemporáneo”.
¿Cómo reaccionaría al guisado post-evangélico de opiniones representadas en revistas cristianas, en la blogosfera emergente, o en las mega-iglesias evangélicas de moda que han sostenido el movimiento evangélico en la esclavitud durante las últimas décadas? ¿Afirmaría El la corriente actual de la apatía hacia la verdad evangélica y la unidad bíblica auténtica? ¿Aprobaría a aquellos que, confrontado con una plétora de contradicciones y novedades doctrinales, sólo celebran “la diversidad de su movimiento” mientras tratan de evitar toda controversia, aceptando a todo renegado teológico, y elevando la ortopraxis sobre la ortodoxia? ¿Sería así la mansedumbre y docilidad de Jesús?
Estoy convencido de que podemos responder a estas preguntas con seguridad si primero hacemos una pregunta ligeramente diferente: ¿Qué hizo Jesús? ¿Cómo hizo frente a los falsos maestros, los religiosos hipócritas, y sinvergüenzas teológicos de su época? ¿Prefirió el enfoque del diálogo amistoso y desacuerdo colegial, o asumió una actitud militante contra toda forma de religión falsa?
Cualquier persona, incluso superficialmente familiarizada con los relatos del evangelio debe saber la respuesta a esa pregunta, porque no hay escasez de datos sobre el asunto. La interacción de Jesús con los escribas, fariseos e hipócritas de su cultura estaba llena de conflictos desde el comienzo de Su ministerio terrenal, hasta el final. A veces los fariseos provocaron el conflicto, más de las veces, lo hizo Jesús. Hostil no es una palabra demasiado fuerte para describir su actitud hacia el sistema religioso que representaban, y que fue evidente en todos sus tratos con ellos.
Jesús nunca aguantó a hipócritas profesionales o falsos maestros con gustosamente. Nunca huyó al conflicto. Nunca suavizó su mensaje a favor de los gustos refinados o escrúpulos pedantes. Nunca ocultó alguna verdad para complacer la noción artificial de la dignidad de alguien. Él nunca se sometió a la intimidación de los académicos ni pagó un homenaje a sus instituciones.
Y nunca, nunca, nunca trató la distinción fundamental entre la verdad y el error como cuestión meramente académica.
Tomado de Shepherds’ Fellowship Pulpit Magazine
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