viernes, diciembre 07, 2018

Adviento: El Gentil Y Poderoso Salvador

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Adviento: El Gentil Y Poderoso Salvador

Por Jordan Standridge

¿No es fácil a veces perder de vista quién es realmente Jesús? ¿Especialmente en torno a la temporada navideña?

Es fácil olvidar que el niño Jesús en Lucas 2 es el mismo Jesús en Apocalipsis 19, montado en su caballo blanco con una espada lista para luchar y destruir a sus enemigos. El que tiene el poder de calmar la tormenta y de alimentar a los cinco mil. El que tiene el poder de crear el mundo en seis días literales y de ordenar a cada rodilla que se incline ante Él en adoración (Fil. 2: 9).

Y sin embargo, allí está Él en Lucas 2, descansando gentilmente en el pesebre, incapaz de hablar, caminar o alimentarse.

La humildad que Jesús mostró en su condescendencia a la tierra es alucinante, pero los judíos deberían haberla estado esperando. En Isaías 42:1-4, Dios, a través del profeta Isaías, dice acerca de Jesús:

“He aquí mi Siervo, a quien yo sostengo, mi escogido, en quien mi alma se complace. He puesto mi Espíritu sobre El; El traerá justicia a las naciones. No clamará ni alzará su voz, ni hará oír su voz en la calle. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo mortecino; con fidelidad traerá justicia. No se desanimará ni desfallecerá hasta que haya establecido en la tierra la justicia, y su ley esperarán las costas.”

En Jesús encontramos una realidad abrumadora. Encontramos a una persona que merece nuestra adoración por toda la eternidad, pero que, sin embargo, se humillaría y pasaría tiempo en el vientre de una mujer que creó para salvar a aquellos que confiarían en él. Él es justo y justificador; Él es tan poderoso, y sin embargo tan gentil.

“ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19:10) Él lo diría una y otra vez a lo largo de Su ministerio en la tierra, y sin embargo, sabemos que aunque todos estaban perdidos, solo estaba hablando de aquellos que lo harían. Admítalo. Traerá justicia con toda su furia a cualquiera que se vea a sí mismo como salvado a través de sus obras, pero salvará gentilmente a quienes admitirán su terrible condición espiritual. ¡Y note la hermosa descripción en Isaías 42! Dice,

“No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo mortecino.”

Este Jesús, que un día destruirá a los pecadores orgullosos con un solo golpe, podrá llevar una caña magullada sin romperla. ¡Es tan gentil que puede llevar una mecha ardiente y sin que se la apague!

La pregunta debe hacerse, ¿te ves como una caña magullada?

¿Te ves a ti mismo como alguien que necesita salvar o alguien que puede salvarse a sí mismo?

El humilde Cristo que yace en el pesebre nos sirve de ejemplo, ya que solo salva a los que también se humillarían. La Navidad es la oportunidad para que recordemos el sacrificio que Cristo hizo, ya que Él no contó la igualdad con Dios como algo que se debe captar (Fil. 2:6), sino que se humilló y se hizo hombre para salvar a los perdidos.

Solo había una forma en la que Él podía salvarnos, y era a través de convertirse en un hombre y morir por nosotros. Dios odia el pecado; siendo justo, Él tiene que odiar el pecado, y castigará a todos los pecadores por la eternidad. La única manera en que Él puede dejar a un pecador sin castigo es si alguien toma su lugar. Jesús califica porque es tanto Dios como hombre, vivió una vida perfecta antes de morir en la cruz y resucitó de entre los muertos.

Él ama a los perdidos, y puede tomar a personas injustas y quebrantadas y presentarlas a Dios en el cielo como perfectos y justos. Todo lo que se necesita es fe en este tierno y poderoso Salvador.

Jesús, el poderoso jinete que destruirá a sus enemigos, es el bebé apacible que seguirá adelante y, a pesar de poseer el poder de convocar legiones de ángeles para rescatarse de la cruz, sufrirá dolor y, lo que es más serio, la ira de Dios, para salvarte a ti ya mí de esa misma ira.

No lo compadezcas. Se acerca el día en que reinará de nuevo, sino, más bien, inclínate ante Él mientras todavía puedas, porque el bebé amable que crecería para ser asesinado, puede llevarte al Cielo con Él.

¡Qué gentil y poderoso Salvador!

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