miércoles, noviembre 11, 2015

Spurgeon y la Navidad

ESJ-014

Spurgeon y la Navidad

Por Tom Ascol

JM preguntó acerca de la opinión de Spurgeon sobre la Navidad. Me gusta Spurgeon sobre este tema porque no encaja fácilmente en cualquiera de los moldes pre-cortados simples que tienden a dominar a los que tienen fuertes opiniones sobre si los cristianos deben reconocer siquiera, y mucho menos celebrar la Navidad. En una esquina hay quienes dan un rotundo "NO" a esta pregunta. Después de todo, la Biblia ni siquiera hace alusión a la celebración del nacimiento de Jesucristo anualmente. Por otra parte, la Navidad es una adaptación de una fiesta pagana y "¿qué tiene que ver la luz con las tinieblas?" En la otra esquina están los que parecen pensar que cualquier cosa menos que una celebración sin cuartel de Navidad - incluso por aquellos que no son cristianos - es un ataque a nuestra fe y un indicio más de cuan impía se ha vuelto nuestra cultura.

Las perspectivas de Spurgeon son considerablemente más matizadas que cualquiera de estos. Es claro que la Navidad no es una fiesta bíblica y por tanto no tiene reparos al criticar el intento de equipararlo con el cristianismo vital. A veces ridiculiza y reprende a la observancia de la Navidad como un "festival papista". Este punto de vista es lo que más se cita a menudo cuando Spurgeon y Navidad surgen. Por ejemplo:

La mañana del domingo 24 de diciembre de 1871, titulando "El Gozo Nacido en Belén," Spurgeon comenzó su sermón con estas palabras:

No tenemos un respeto supersticioso por los tiempos y las estaciones. Ciertamente no creemos en la presente disposición eclesiástica llamada Navidad; primero, porque de ninguna manera creemos en la misa, sino que la aborrecemos, ya sea hablada o cantada en latín o en inglés. Y en segundo lugar, porque no encontramos ninguna base en la Escritura para guardar algún día como el del nacimiento del Salvador. Y entonces, como no es por autoridad divina, su observancia es una superstición. La superstición ha fijado de la manera más concluyente el día del nacimiento de nuestro Salvador, aunque no exista la posibilidad de descubrir cuándo ocurrió realmente. Fabricio nos da un catálogo de 136 diferentes opiniones de eruditos sobre el asunto. Y diferentes teólogos inventan diversos argumentos de peso para abogar por una fecha en cada mes del año. No fue sino hasta mediados del siglo tercero que una parte de la iglesia celebró la natividad de nuestro Señor; y no fue sino mucho tiempo después que la iglesia de occidente había puesto el ejemplo, que la iglesia oriental adoptó esa celebración. Puesto que el día es desconocido, la superstición lo ha determinado. A pesar de que el día de la muerte de nuestro Salvador podría determinarse con mucha seguridad, la superstición mueve la fecha de su observancia cada año. ¿Acaso existe un método en la locura de los supersticiosos? Probablemente los días santos fueron establecidos para ajustarse a los festivales paganos. Nos aventuramos a afirmar que si hay algún día del año del cual podemos estar muy seguros que no fue el día en que nació el Salvador, es el veinticinco de diciembre. Sin embargo, como la corriente de los pensamientos de la gente ya está encauzada por ese camino y yo no veo ningún mal en esa corriente en sí misma, orientaré la barca de nuestro sermón hacia esta corriente y haré uso de ese hecho, que no voy a justificar ni condenar, intentando conducir los pensamientos de ustedes en la misma dirección. Puesto que es legítimo y digno de elogio meditar en la encarnación del Señor en cualquier día del año, no está en el poder de las supersticiones de otros hombres, convertir tal meditación en impropia el día de hoy. Entonces, sin importar el día, demos gracias a Dios por el don de Su Hijo amado.

Tenía poca paciencia con sus hermanos protestantes que exageraron mucho la devoción religiosa. Sin embargo, Spurgeon estaba lejos de ser un Scrooge. Tampoco creyó en alguna violación de las Escrituras por utilizar el énfasis inevitable de la temporada para predicar el Cristo encarnado. Por lo que es fácil encontrar sermones sobre el nacimiento de Cristo que predicó en la época navideña.

En diciembre de 1855 se predicó sobre "La Encarnación y Nacimiento de Cristo" de Miqueas 5: 2. Sus palabras iniciales fueron estas:

Esta es la estación del año cuando, querámoslo o no, estamos obligados a pensar en el nacimiento de Cristo. Considero que es una de las cosas más absurdas bajo el cielo pensar que hay religión cuando se guarda el día de Navidad. No hay ninguna probabilidad que nuestro Salvador Jesucristo haya nacido en ese día, y su observancia es puramente de origen papal; sin duda quienes son católicos tienen el derecho de reverenciarlo, pero no puedo entender cómo los protestantes consistentes pueden considerarlo de alguna manera sagrado. Sin embargo, yo desearía que hubiese diez o doce días de Navidad al año; porque hay suficiente trabajo en el mundo y un poco más de descanso no le haría daño a la gente que trabaja.

El día de Navidad es realmente una bendición para nosotros; particularmente porque nos congregamos alrededor de la chimenea de nuestra casa y nos reunimos una vez más con nuestros amigos. Sin embargo, aunque no seguimos los pasos de otras personas, no veo ningún daño en que pensemos en la encarnación y el nacimiento del Señor Jesús. No queremos ser clasificados con aquellos que:

"Ponen más cuidado en guardar el día de fiesta
De manera incorrecta,
Que el cuidado que otros ponen
Para guardarlo de manera correcta."

En el mismo sentido Spurgeon predicó un mensaje titulado, "El Cántico de María", basado en Lucas 1: 46-47 (# 606, MTP). En el dice:

Observen, esta mañana, el gozo sagrado de María para que puedan imitarlo. Esta es una época en que todos los hombres esperan que seamos dichosos. Nos felicitamos unos a otros deseándonos que podamos tener una "Feliz Navidad". Algunos cristianos que son un poco remilgados, no les gusta la palabra "feliz". Es una buena palabra proveniente del antiguo sajón, que contiene la dicha de niñez y la alegría de la edad adulta en ella, que trae a nuestra mente el antiguo canto de los coros navideños y el repique de las campanas de medianoche, el acebo y los leños ardiendo. Yo amo su mención en uan de la smas tiernas parábolas, donde describe que, cuando el hijo pródigo perdido durante tan largo tiempo regresó a su padre sano y salvo, "Ellos comenzaron a regocijarse." Esta es la temporada en que se espera que seamos felices; y el deseo de mi corazón es, que en el sentido más sublime y mas sentido, ustedes que son creyentes puedan ser "felices". El corazón de María estaba alegre dentro de si; pero aquí estaba la señal de su alegría: que se trataba de un regocijo santo, y cada una de sus gotas era la misma alegría santa. No era una alegría como la que los mundanos festejan hoy y mañana de sus parrandas, sino una alegría como los ángeles tienen alrededor del trono, donde cantan: "Gloria a Dios en las alturas", mientras que nosotros cantamos "En la tierra paz, buena voluntad para con los hombres ". Tales corazones gozan de un banquete continuo. Quiero que ustedes, “los que están de bodas”, posean hoy y mañana, sí, todos los días, la sublime dicha y bienaventuranza de María, para que no sólo puedan leer sus palabras, sino que las utilicen en ustedes mismos , experimentando siempre su significado: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador."

Finalmente, alguien me envió esta cita hace varios años. Este sermón titulado El nacimiento de Cristo predicado el Domingo 24 de Diciembre de 1854, expresa los sentimientos de mi propio corazón muy bien.

Ahora, una feliz Navidad a todos ustedes; y será una feliz Navidad si tienen a Dios con ustedes. No voy a decir nada hoy en contra de las festividades acerca de este día del nacimiento de Cristo. Yo sostengo que, tal vez, no es correcto celebrar este día, pero nunca estaremos en medio de aquellos que consideran un deber celebrarlo de una manera incorrecta así como otros lo celebran de una manera correcta. Pero mañana reflexionaremos acerca del día del nacimiento de Cristo; nos sentimos obligados a hacerlo, estoy seguro, independientemente de cuán vigorosamente nos aferremos a nuestro áspero puritanismo.

Y, "Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad." No festejen como si desearan celebrar el festival de Baco; no vivan mañana como si adorasen una deidad pagana. Festejen, cristianos, festejen, tienen derecho a festejar. Vayan al salón de festejos mañana, celebren el nacimiento de su Salvador; que no les dé vergüenza estar contentos, tienen derecho de ser felices.

Salomón dice, "Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios. En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza."

"La religión nunca fue diseñada
Para disminuir nuestros placeres."

Recuerden que nuestro Señor se alimentó de mantequilla y miel. Regresen a sus casas, gocen el día de mañana; pero, en sus festejos, piensen en el Hombre de Belén; permitan que Él tenga un lugar en sus corazones, denle la gloria, piensen en la virgen que lo concibió, pero sobre todo piensen en el Hombre que nació, el Hijo dado. Concluyo diciendo otra vez:

"¡UNA FELIZ NAVIDAD PARA TODOS USTEDES!""

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