lunes, julio 01, 2013

Un Cuerpo Glorificado: la Necesidad de Nuestra Resurrección

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Un Cuerpo Glorificado: la Necesidad de Nuestra Resurrección

Por John MacArthur

Primera de Corintios 15 es el capítulo definitivo sobre el tema de la resurrección. Allí Pablo reprende severamente a cualquiera dudar o cuestionar lo siguiente: “Pero alguno dirá: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Y con qué clase de cuerpo vienen? 36 ¡Necio!!” (1 Corintios 15:35-36). Esa es una de las réplicas más cáusticas en los escritos paulinos. Pero en opinión de Pablo, esta doctrina es fundamental. Negar una resurrección física real es abrazar algo más que el cristianismo genuino: “Pues si los muertos no resucitan, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado; 17 y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe es falsa[h]; todavía estáis en vuestros pecados.” (1 Corintios 15:16-17).

Dios hizo a los seres humanos el cuerpo y el alma. “Formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). Consistimos en un yo interno y en un yo externo (2 Corintios 4:16). Por lo tanto nuestra última perfección exige que el cuerpo y el alma puedan renovarse. Incluso la creación de un nuevo cielo y nueva tierra demanda que tengamos cuerpos – una tierra física demanda que sus habitantes tengan cuerpos físicos. Un acercamiento honesto a la Escritura no permite que estas realidades sean simplemente espiritualizadas o alegorizadas. La vida eterna como un simple estado de ánimo iría en contra de todo el punto de muchas de las promesas de la Escritura.

La muerte resulta en la separación del cuerpo y el alma. Nuestros cuerpos van a la tumba y nuestros espíritus van al Señor. La separación continúa hasta la resurrección: “No os admiréis de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio.” (Juan 5:28-29). En este momento las almas de los creyentes que han muerto están en el cielo. Algún día sus cuerpos serán resucitados y unidos con sus espíritus, y podrán disfrutar de la eterna perfección del cuerpo y del alma.

Del mismo modo, los cuerpos de los incrédulos que han muerto están en la tumba, y sus almas están en el infierno. También habrá un día en que los cuerpos de los impíos serán levantados de las tumbas y se unirán a sus espíritus. Serán levantados el cuerpo y el alma, ante el trono del juicio de Dios y serán echados corporalmente en el lago de fuego (cf. Apocalipsis 20:11-15).

Los cristianos no deben temer ese juicio. No hay posibilidad de condenación para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1). Esperamos con impaciencia la redención de nuestro cuerpo (Romanos 8:23). “Porque en este [cuerpo] gemimos, deseando ser revestidos de nuestra habitación celestial” (2 Corintios 5:2). Precisamente, ¿qué significa esto? ¿Implica que vamos a recibir cuerpos totalmente nuevos? ¿Van a ser algo parecido a nuestro cuerpo actual? ¿Nos pareceremos en algo de lo que somos ahora?

En primer lugar, tenga en cuenta que nuestros cuerpos resucitados son nuestros cuerpos terrenales, solamente glorificado. Los cuerpos que recibimos en la resurrección, tendrán las mismas cualidades como las del cuerpo resucitado glorificado de Cristo. “Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él” (1 Juan 3:2).

El cuerpo de la resurrección de Cristo era el mismo cuerpo que antes, no era del todo nuevo. Después de que resucitó, la tumba estaba vacía. El cuerpo mismo fue resucitado –el mismo cuerpo, pero en un estado glorificado. Las heridas de su crucifixión eran todavía visibles (Juan 20:27). Él podía ser tocado y palpado –El no era simplemente una aparición o un fantasma (Lucas 24:39). Se veía humano en todos los aspectos. Conversó un largo tiempo con los discípulos en el camino a Emaús, y ni una sola vez ellos cuestionaron Su humanidad (Lucas 24:13-18). El comió comida real y terrenal con Sus amigos en otra ocasión (Lucas 24:42-43).

Sin embargo, Su cuerpo también tenía propiedades sobrenaturales. Podía pasar a través de paredes sólidas (Juan 20:19). Podía aparecer en diferentes formas de manera que Su identidad no fuese inmediatamente obvia (Marcos 16:12). Repentinamente podía aparecer de la nada (Lucas 24:36). Y El pudo ascender directamente al cielo en forma corporal, sin ningún efecto adverso mientras el pasaba por la atmósfera (Lucas 24:51, Hechos 1:09)

Nuestros cuerpos serán exactamente así. Serán cuerpos reales genuinamente humanos –los mismos cuerpos que teníamos en esta tierra, pero completamente perfeccionados y glorificados. Segunda de Corintios 5:1 llama al cuerpo de resurrección “tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna en los cielos.”

Primera Tesalonicenses 4 describe cómo los cuerpos terrenales de los creyentes se reúnen con sus espíritus. A la trompeta de Dios, “los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17).

Pablo habla de esta misma realidad en 1 Corintios 15:51-52, donde dice:

He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.

Los creyentes que han muerto se unirán con sus cuerpos perfectos, entonces los que todavía estén vivos serán arrebatados y al instante “transformados.” Así que todos los cristianos que aún viven en la tierra cuando Cristo venga serán perfeccionados al instante. Y tanto los vivos como los muertos tienen sus viejos cuerpos hechos a nuevos y glorificados.

La próxima vez vamos a echar un vistazo más de cerca a un pasaje que ilustra lo que la glorificación implicará.

(Adaptado de The Glory of Heaven .)


Disponible en línea en: http://www.gty.org/resources/Blog/B130701
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