miércoles, junio 19, 2013

Orar Con los Niños

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Por Tim Challies

Uno de los grandes privilegios de ser un pastor es tener siempre una buena razón para hablar con los niños de la Iglesia. Me encanta llegar a su nivel (es decir, sentarme en el suelo), hablando con ellos, y escuchar acerca de sus vidas. Una pregunta que me encanta hacerles es: ¿Cómo puedo orar por ti? Hacemos la misma pregunta todos los miércoles, cuando la iglesia se reúne para nuestro servicio a mediados de semana. Los niños se van a clases para aprender acerca de Jesús, mientras que los adultos pasan una hora en oración. Pero antes de despedir a los niños les hacemos la pregunta: ¿Cómo podemos orar por ti esta noche?

Las respuestas son más propensas a ser divertidas, ya que son conmovedoras. A veces es todo lo que puedo hacer es sofocar la risa mientras expresan lo que en ese momento es tan importante para ellos. Puede ser que sea el conejo mascota de la hija del tío de un amigo que tiene un resfriado. O podría ser una crítica no tan sutil de un hermano mayor (“Oren para que mi hermano deje de ser mala conmigo,” mientras que el hermano está sentado en el asiento de al lado), o una crítica embarazosa de mamá o papá. A veces las respuestas suponen una especie de dilema como cuando dos niños cada uno oran que quieren que su propio equipo gane el próximo torneo. Pero a menudo las peticiones son reales e importantes, e incluso dolorosas.

Pido a los niños cómo puedo orar por ellos porque lo que es importante para ellos debe ser importante para mí como su pastor. Están aprendiendo que cuando algo es importante para ellos, deben llevarlo al Señor y alegar su caso con él. ¿Y quién soy yo para determinar lo que es lo suficientemente importante como para llevarlo al Señor? Así que ruego por ellos, y lo considero un privilegio.

Hay otra ventaja en la oración con y para los niños. Al hablar con ellos y escuchar sus peticiones de oración me da una idea de cómo Dios debe considerar algunas de mis oraciones. Tengo mayor madurez y (confío) más sabiduría que los niños y esto me permite ver lo mundano o divertidas que pueden ser algunas de sus preocupaciones. Sin embargo, Dios es infinitamente más grande que yo, el ve el fin desde el principio, y aún opta por escucharme orar y tomar mis peticiones con seriedad. Él me dice que oremos sin cesar (1 Tes. 5:17), orar en vez de preocuparme (Fil.4:6), continuar firmes en la oración (Colosenses 4:2), y me asegura que todo el tiempo el Espíritu Santo intercede por mí (Rom. 8:26). Él escucha y le gusta escuchar, incluso aquellas solicitudes que muestran una falta de confianza, falta de conocimiento, falta de perspicacia.

Orar por los niños y orar con los niños me permite servirles, pero también ofrece la oportunidad de obtener sólo una idea de Dios mientras él pacientemente escucha mis peticiones que deben ser tan mezquinas y tan sencillas de entender. Sin embargo, estas cosas están en mi corazón y si son importantes para mí, son importantes para él.

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