Por el Amor De la Verdad
Viernes, 2 de octubre 2009
(Por John MacArthur)
El post de hoy es una adaptación del nuevo libro de John, El Jesús Que No Puedes Ignorar.
Reconocer que la Iglesia necesita a menudo la lucha por la verdad no es sugerir que el evangelio - nuestro único mensaje a un mundo perdido - es de alguna manera una declaración de guerra. Ciertamente que no lo es, es un manifiesto de paz y un motivo para la reconciliación con Dios (2 Corintios 5:18-20). Por el contrario, aquellos que no están reconciliados con Dios están en guerra con El todo el tiempo, y el Evangelio es un mensaje acerca de la única manera de poner fin a esa guerra. Así que, irónicamente, la guerra por defender la verdad es la única esperanza de paz para los enemigos de Dios.
Estoy de acuerdo que por lo general es mucho mejor ser suave que ser duro. La apacibilidad es una cualidad bienaventurada (Mateo 5:9); la belicosidad es un defecto de carácter descalificador (Tito 1:7). La paciencia es de hecho una virtud dulce, incluso en de cara a la incredulidad y la persecución (Lucas 21:19). Siempre debe escuchar lo suficiente antes de reaccionar (Proverbios 18:13). Una palabra amable por lo general puede hacer mucho más bien que una reacción brusca, ya que “la blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1) - y toda persona que se deleita en provocar una confrontación es un necio (v. 8).
Además, el fruto del Espíritu es un catálogo de antítesis a una actitud belicosa y agresiva: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23). Así que nuestra primera intención, cuando nos encontramos con alguien en error debe ser el mismo tipo de mansedumbre afectuosa establecida para cualquier persona en cualquier tipo de pecado en Gálatas 6:1: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.” Es deber de todo cristiano “Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros”(Tito 3:2-3). Y esa actitud es un deber particular para aquellos en el liderazgo espiritual. Los pendencieros no están calificados para servir como ancianos en la iglesia (1 Timoteo 3:3). Debido a que “el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad” (2 Timoteo 2:24-25).
Todos estos principios de hecho deben dominar nuestras relaciones con los demás y nuestro manejo de los desacuerdos. Y si esos fuesen sólo los versículos en la Escritura que nos dicen cómo tratar con el error, podríamos estar justificados en pensar que esos principios son absolutos, inviolables, y aplicables a cualquier tipo de oposición o de incredulidad que nos encontramos.
Pero ese no es el caso. Nos enseñan a contender ardientemente por la fe (Judas 3). Inmediatamente después que el apóstol instó a Timoteo a “seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” (1 Timoteo 6:11), se le exhortó a “pelear la buena batalla de la fe” (v. 12), y para proteger lo que se le había encomendado a su confianza (v. 20).
El amor promovido por el Nuevo Testamento no es una aceptación ciega y generalizada, y libre de estilo, de cualquier viento de doctrina por el bien de la conversación. Es, de hecho, todo lo contrario. El amor Bíblico siempre va de la mano con la verdad. Es por eso que las falsas doctrinas y los que les enseñan son condenados en términos inequívocos.
Jesús dijo: ¡Cuidado con los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
Pablo dijo: Si alguno está predicando un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!
Pedro dijo: Les ha ocurrido a ellos [los falsos maestros] de acuerdo con el proverbio verdadero, “el perro vuelve a su PROPIO vomito”, y “el puerco, después de ser lavado, vuelve a revolcarse en el fango.”
Juan dijo Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: !Bienvenido! Porque el que le dice: !Bienvenido! participa en sus malas obras.
Judas dijo: Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales.
Tomado de Shepherds Fellowship Pulpit Magazine
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