Miércoles, Abril 1, 2009
(Por John MacArthur)
¿Qué significa “para mí”?
Esa es una preocupación muy de moda, a juzgar por las tendencias en folletos devocionales, debates en estudios bíblicos, literatura de escuela dominical, y la predicación más popular.
La pregunta respecto que significa la Escritura ha tomado el asiento trasero al asunto de lo que significa “para mí”.
La diferencia puede parecer insignificante al principio. No obstante, nuestra obsesión con la aplicabilidad de la Escritura refleja una debilidad fundamental. Hemos adoptado sentido práctico como el juez final del valor de la Palabra de Dios. Nos enfrascamos en pasajes que abiertamente tienen relación a la vida diaria, e ignoramos aquellos que no lo hacen.
Al principio de mi ministerio, hice un compromiso consciente a la predicación bíblica. Mi primera prioridad siempre ha sido contestar la pregunta, “¿qué quiere decir este pasaje?” Después de haber explicado tan claramente y exactamente como sea posible el significado de la Palabra de Dios, luego exhorto a las personas a obedecer y aplicarlo a sus vidas.
La Biblia habla por si misma al corazón humano; no es mi papel como predicador intentar de adaptar el mensaje. Por eso es que predico de la forma que lo hago por libros enteros de la Biblia, ocupando cuidadosamente de cada versículo y frase – si bien eso ocasionalmente significa dedicarle tiempo a los pasajes que no se prestan fácilmente a mensajes anecdóticos o motivadores.
Agradezco al Señor por la forma que El ha usado este enfoque expositivo en nuestra iglesia y en las vidas de nuestros radioescuchas.
Pero a veces alguien me dice francamente que mi predicación necesita ser menos doctrinal y más práctica.
La aplicación práctica es vital. No quiero minimizar su importancia. Pero la distinción entre la verdad doctrinal y práctica es artificial; ¡La doctrina es práctica! De hecho, nada es más práctico que la sana doctrina.
Demasiados cristianos miran la doctrina directo a la cabeza y teórica. Han descartado pasajes doctrinales como poco importantes, divisivos, amenazadores, o simplemente imprácticos. Un libro cristiano de venta exitosa que justamente leo les advierte a los lectores que esté guardia en contra de los predicadores cuyo énfasis está sobre el interpretar la Escritura en vez de aplicarla.
Espere un momento. ¿Es ese un consejo sabio? No, no lo es.
No hay peligro de la doctrina irrelevante; la amenaza verdadera es un intento no doctrinal en la relevancia. La aplicación no basada en una interpretación sólida ha conducido a los cristianos a toda clase de confusión.
Ninguna disciplina es más urgentemente necesitada en la iglesia contemporánea que la enseñanza bíblica expositiva. Demasiados han comprado la mentira de que la doctrina es algo abstracto y amenazante, desvinculado de la vida cotidiana.
Está en moda para sustituir psicología y malacostumbrar la aplicación por la sustancia doctrinal, al rebajar el ministerio teológico y expositivo.
Pero el pastor que le da la espalda a la predicación de sana doctrina abdica la responsabilidad primaria de un anciano: “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tito 1:9).
La perspicacia práctica, los trucos, y las ilustraciones representan poco si no están apegadas a los principios divinos. No hay base para el comportamiento piadoso separado de la verdad de la Palabra de Dios.
Hay sólo tres opciones: Enseñamos verdad, error, o absolutamente nada.
Antes de que el predicador le pida alguien que realice cierto deber, él primero debe ocuparse de la doctrina. Él debe desarrollar su mensaje alrededor de los temas teológicos y debe trazar los principios directamente de los textos. Entonces la verdad puede ser aplicada.
Romanos provee el ejemplo bíblico más evidente. Pablo no dio ninguna exhortación hasta que él había dado once capítulos de teología.
Él escaló alturas increíbles de verdad, culminando en 11:33-36: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.”
Luego en el capítulo 12, él recurrió inmediatamente a las consecuencias prácticas de la doctrina de los primeros 11 capítulos. Ningún pasaje en la Escritura capta la responsabilidad del cristiano hacia la verdad más claramente que Romanos 12:1-2. Allí, basándose sobre once capítulos de doctrina profunda, Pablo llama a cada creyente a un acto supremo de servicio espiritual – dándose uno mismo como un sacrificio vivo. La doctrina le da lugar a la dedicación para Cristo, el máximo acto práctico. Y el resto del libro de Romanos pasa a explicar las muchas tareas prácticas de la dedicación de uno hacia Cristo.
Pablo siguió el mismo patrón en Gálata, Efesios, Filipenses, Colosenses, y 1 Tesalonicenses. El mensaje doctrinal vino primero. En ese fundamento él basó la aplicación práctica, haciendo una conexión lógica con la palabra por lo tanto (Rom. 12:1; Gal. 5:1; Efes. 4:1; Fil. 2:1) o luego (Col. 3:1; 1 Tes. 4:1).
La doctrina verdadera transforma el comportamiento al ser tejida en la tela de vida cotidiana. Pero debe ser comprendida si ha de tener su impacto. El reto verdadero del ministerio es dispensar la verdad claramente y exactamente. La aplicación práctica viene fácilmente mediante comparación.
Ningún creyente puede aplicar la verdad que él no conoce. Aquellos que no comprenden lo que la Biblia realmente dice acerca del matrimonio, del divorcio, la familia, la educación infantil, la disciplina, el dinero, las deudas, el trabajo, el servicio a Cristo, las recompensas eternas, la ayuda a los pobres, el cuidado de las viudas, acerca del gobierno, y otras enseñanzas no podrán aplicarlo.
Aquellos que no saben lo que la Biblia enseña acerca de la salvación no pueden ser salvos. Aquellos que no saben lo que la Biblia enseña acerca de la santidad son incapaces de tratar con el pecado. De esta manera son incapaces de vivir completamente su propia santidad y para la gloria de Dios.
El núcleo de todo lo que es verdaderamente práctico es plantado en la enseñanza de la Escritura. No le damos relevancia a la Biblia; Está intrínsecamente cierto, simplemente porque es la Palabra de Dios. Y después de todo, ¿cómo puede ser irrelevante cualquier cosa que Dios diga?
No hay comentarios:
Publicar un comentario