miércoles, septiembre 30, 2015

Obediencia – No Victoria

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Obediencia – No Victoria

Por Jerry Bridges

Porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. - Romanos 8:13

Dios ha hecho provisión para nuestra santidad y Él también nos ha dado la responsabilidad por ello. Como vimos en los capítulos 5 y 7, la provisión de Dios para nosotros consiste en liberarnos del reino del pecado, uniéndonos con Cristo, y dándonos la morada del Espíritu Santo para revelar el pecado, para crear un deseo de santidad, y para fortalecernos en nuestra búsqueda de santidad. A través del poder del Espíritu Santo y de acuerdo con la nueva naturaleza que Él ​​da, debemos hacer morir las obras de la carne (Romanos 8:13).

A pesar de que es el Espíritu el que nos permite hacer morir nuestras corrupciones, no obstante Pablo dice que esta es un acción nuestra también. La misma obra es desde un punto de vista, la obra del Espíritu, y del otro una obra del hombre.

En el capítulo anterior hicimos hincapié en la parte “por el Espíritu” de este versículo. En este capítulo queremos dar un vistazo a nuestra responsabilidad- “hacéis morir las obras de la carne.”

Se desprende de este pasaje que Dios pone la responsabilidad de vivir una vida santa directamente sobre nosotros. Tenemos que hacer algo. No debemos "dejar de tratar y empezar a confiar"; hemos de hacer morir las obras de la carne. Una y otra vez en las epístolas — no sólo Pablo, sino los otros apóstoles también — se nos manda a asumir nuestra responsabilidad de un andar santo. Pablo exhortó: "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros" (Colosenses 3:5). Esto es algo que se nos dice que hagamos.

El escritor de Hebreos dice: “Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,” ( Hebreos 12:1). Él dice que debemos despojarnos del pecado y corramos con perseverancia. Está claro que espera que asumamos la responsabilidad de correr la carrera cristiana. Santiago dijo: "Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y huirá de vosotros "(Santiago 4: 7). Somos nosotros los que deben someterse a Dios y resistir al diablo. Esta es nuestra responsabilidad. Pedro dijo: “Por tanto, amados, puesto que aguardáis estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por El en paz, sin mancha e irreprensibles,” (2 Pedro 3:14). La cláusula de hacer todos los esfuerzos se dirige a nuestra voluntad. Es algo que tenemos que decidir que hacer.

Durante un cierto período en mi vida cristiana, pensé que cualquier esfuerzo de mi parte por vivir una vida santa era “de la carne” y que “la carne no beneficia para nada.” Pensé que Dios no bendeciría ningún esfuerzo de mi parte en vivir la vida cristiana, así como El no iba a bendecir cualquier esfuerzo de mi parte para volverme un cristiano por las buenas obras. Del mismo modo que recibí a Cristo Jesús por la fe, así mismo yo debo buscar una vida santa únicamente por la fe. Cualquier esfuerzo por mi parte era sólo ponerme en el camino de Dios. Yo aplicaba mal la declaración, “No necesitáis pelear en esta batalla; apostaos y estad quietos, y ved la salvación del Señor con vosotros, oh Judá y Jerusalén” (2 Crónicas 20:17), para decir que yo debía sólo dejarlo todo al Señor y Él lucharía contra el pecado en mi vida. De hecho, en el margen de la Biblia que estaba usando en ese tiempo, yo escribí junto con el versículo estas palabras: “Ilustración de caminar en el Espíritu.”

Qué tonto fui. Yo malinterpretaba la dependencia del Espíritu Santo en el sentido de que no iba a hacer ningún esfuerzo, y que no tenía ninguna responsabilidad. Me equivoqué al pensar si dejaba todo al Señor, Él tomaría mis decisiones por mí y elegiría obediencia sobre la desobediencia. Todo lo que necesitaba era a mirar a Él para santidad. Pero este no es el camino de Dios. El hace provisión para nuestra santidad, pero Él nos da la responsabilidad de usar dichas provisiones.

El Espíritu Santo ha sido dado a todos los cristianos. El Dr. Martyn Lloyd-Jones dice:

El Espíritu Santo está en nosotros; Él está trabajando en nosotros, y nos da el poder, dándonos la capacidad .... Esto es enseñanza del Nuevo Testamento: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor.” Tenemos que hacerlo. Pero tenga en cuenta el contexto - “Porque Dios es el que obra en vosotros tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad!” El Espíritu Santo está obrando en nosotros “tanto el querer como el hacer.” Es debido a que yo no estoy solo y es debido a que no soy “totalmente sin esperanza,” ya que el Espíritu está en mí, que soy exhortado a ocuparme en mi propia salvación con temor y temblor. 1

Debemos confiar en el Espíritu al hacer morir las obras de la carne. Como Lloyd-Jones señala en su exposición de Romanos 8:13, es el Espíritu Santo que “hace diferencia entre el cristianismo de la moralidad, del ‘legalismo’ y el falso puritanismo.”[2] Pero nuestra dependencia en el Espíritu no tiene la intención de fomentar una actitud de “No puedo hacerlo,” sino una en donde “puedo hacerlo a través de Cristo que me fortalece.” El cristiano nunca debería quejarse de falta de capacidad y poder. Si pecamos, es porque elegimos pecar, no porque nos falte la capacidad de decir no a la tentación.

Es hora de que los cristianos se enfrentan a nuestra responsabilidad por la santidad. Con demasiada frecuencia decimos que estamos "derrotados" por este o aquel pecado. No, no estamos derrotados; ¡simplemente somos desobedientes! Puede ser que sea bueno si dejamos de usar los términos "victoria" y "derrota" para describir nuestro progreso en la santidad. Más bien debemos utilizar los términos "obediencia" y "desobediencia". Cuando digo que estoy derrotado por algún pecado, estoy inconscientemente escapándome de mi responsabilidad. Estoy diciendo que algo que está fuera de mí me ha derrotado. Pero cuando digo que soy desobediente, esto coloca la responsabilidad de mi pecado directamente sobre mí. Podemos, de hecho, ser derrotados, pero la razón por la que somos derrotados es porque hemos escogido desobedecer. Hemos elegido entretener pensamientos lujuriosos, o albergar resentimiento, u oscurecer un poco la verdad.

Tenemos que prepararnos y darnos cuenta de que somos responsables de nuestros pensamientos, actitudes y acciones. Tenemos que reconocer el hecho de que hemos muerto al reinado del pecado, que ya no tiene dominio sobre nosotros, que Dios nos ha unido con el Cristo resucitado en todo Su poder, y nos ha dado el Espíritu Santo para obrar en nosotros. Solamente cuando aceptamos nuestra responsabilidad y las provisiones de Dios apropiadas vamos a tener un progreso en nuestra búsqueda de la santidad.

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