martes, octubre 06, 2020

Conociendo Tu Corazón

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Conociendo Tu Corazón

POR JOHN D. STREET

¿Cómo es que un cristiano llega a confiar ciegamente en su poco fiable corazón, incluso por encima de la autoridad y la perfección de Cristo? La persona que confía en su corazón asume que realmente conoce su corazón. Eso nos lleva a nuestra siguiente pregunta: ¿Qué tan bien conoces tu propio corazón? Ya que el carácter y los deseos de tu corazón te guían en cada esfuerzo y decisión importante en la vida, esta es una pregunta crítica. Por ejemplo, sería una tontería confiar a alguien el cuidado de un niño que no conoces bien; no sería prudente entregar los ahorros de tu vida a alguien que no conoces; no es probable que comieras, bebieras o te medicaras con sustancias de origen desconocido. Así que cuando se trata de asuntos del corazón, ¿por qué asumes que conoces tu corazón lo suficientemente bien como para confiarle asuntos de peso vitales para tu vida y bienestar? Esta suposición es particularmente peligrosa, dado que las Escrituras demuestran que tu corazón no te proporcionará la información más fiable sobre ti mismo; incluso te mentirá para que engañarte a tí mismo.

EN LA ESCUELA DE DIOS DEL CONOCIMIENTO DEL CORAZON

Como ya hemos visto en las Escrituras que el Señor Dios conoce nuestros corazones, miramos más allá de su Palabra para obtener el verdadero autoconocimiento. Hasta ahora, hemos notado que el corazón es

· Profundo, oculto e inteligente. “Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre, y el hombre de entendimiento lo sacará.” (Prov. 20:5).

· Deshonesto, calculador y poco fiable. “La persona indigna, el hombre inicuo, es el que anda con boca perversa, el que guiña los ojos, el que hace señas con los pies, el que señala con los dedos, el que con perversidad en su corazón, continuamente trama el mal, el que siembra discordia.” (Prov. 6:12-14); “¿Quién puede decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?” (Prov. 20:9).

· El autofavorecido. “Todos los caminos del hombre son limpios ante sus propios ojos, pero el Señor sondea los espíritus” (Prov. 16:2). “Todo camino del hombre es recto ante sus ojos, pero el Señor sondea los corazones.” (Prov. 21:2).

· Engañoso. “En cuanto al terror que infundías, te ha engañado la soberbia de tu corazón” (Jer. 49:16); “La soberbia de tu corazón te ha engañado” (Abdías. 3:1).

· Visto por Dios. “Pero el Señor dijo a Samuel: No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; pues Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón.” (1 Sam. 16:7); “Oh Señor de los ejércitos, que pruebas al justo, que ves las entrañas y el corazón” (Jer. 20:12).

Pero Dios va más allá de la mera descripción del corazón del hombre. El hace lo posible para revelar lo que ve para que pueda mostrarnos lo que no podemos ver. A menudo lo hace a través de la adversidad, las pruebas y el sufrimiento. Cuando empiezas a ver tu corazón a través de la luz del sufrimiento, es a la vez revelador y humillante.

Considera por qué Dios llevó a Israel a través de cuarenta años de sufrimientos en el desierto. Él les explica su razón: “Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos.” (Deut. 8:2). Dios no los llevó a través de tales dificultades para poder entender lo que había en su corazón. Él es omnisciente, ya sabía lo que había en sus corazones (Salmo 94:11; 139:4). Claramente, los llevó a través de un tiempo tan problemático para que supieran lo que había en sus corazones.

Los israelitas, como nosotros, creían que ya conocían sus propios corazones. Esta orgullosa suposición era engañosa; la comprensión de las profundas motivaciones del corazón comienza con una actitud establecida y convencida de humildad. Israel necesitaba que le quitaran la venda del orgullo, y le llevó cuarenta años de penurias quitarla. Esto sugiere que la humildad es a menudo menos un destino que un proceso de aprendizaje progresivo. Pruebas difíciles, penurias y aflicciones prueban su vitalidad espiritual y revelan imperfecciones largamente ocultas de su corazón. Nuestro Dios es un Dios que prueba los corazones de esta manera (Prov. 17:3). ¿Por qué debe Dios probar el corazón humano? Porque las dificultades te obligan a mirar tu propio corazón honestamente, de forma más realista.

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