martes, marzo 23, 2021

El Perfecto Sumo Sacerdote

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El Perfecto Sumo Sacerdote

Hebreos 5:1-10

POR JOHN F. MACARTHUR

Todos necesitamos un sacerdote. Pero no del tipo que vemos hoy en día con túnicas elegantes y sombreros graciosos, los que pretenden ser representantes de Dios ante la sociedad moderna. Necesitamos un sacerdote perfecto y sin pecado que nos represente ante un Dios santo que "esta airado con el impío todos los días” (Salmo 7: 11) y que "de ningún modo tendrá por inocente al culpable" (Números 14: 18). Necesitamos un representante que nos represente en el lugar donde nuestras vidas pecaminosas no podrían sobrevivir, alguien que pida con éxito a Dios misericordia, bondad y compasión en nuestro nombre. Y los fariseos entendían esto mejor que la mayoría.

Entre las primeras cosas que un judío podría haber preguntado sobre otra religión estaban: "¿Quién es tu sumo sacerdote? ¿Quién media entre vosotros y Dios? ¿Quién ofrece los sacrificios para expiar tus pecados?". Un judío de la época de la iglesia primitiva bien podría haber preguntado a un cristiano: "¿Cómo van a ser perdonados tus pecados si no tienes a nadie que ofrezca sacrificios ni interceda por ti? ¿Cómo puedes afirmar que este Nuevo Pacto sustituye y es superior al Antiguo Pacto hecho a través de Moisés, cuando te deja sin sumo sacerdote?"

El cristiano habría respondido: "Pero tenemos un sumo sacerdote, un sumo sacerdote perfecto. Él ha ofrecido un sacrificio por nuestros pecados. No se limita a un templo terrenal, ni tiene que sacrificar anualmente, y mucho menos diariamente. Él hizo un solo sacrificio que expía todos los pecados cometidos por Su pueblo, desde el principio hasta el final de los tiempos. Así de grande es el sumo sacerdote y así de grande fue su sacrificio. No sólo eso, sino que nuestro Sumo Sacerdote está sentado a la diestra de Dios e intercede continuamente por los que le pertenecemos".

El corazón del libro de Hebreos (capítulos 5-9) se centra en el sumo sacerdocio de Jesús. Su sacerdocio superior, más que cualquier otra cosa, hace que el Nuevo Pacto sea mejor que la Antiguo. Él ha hecho lo que todos los sacerdotes juntos de la antigua economía no hicieron y nunca podrían haber hecho.

Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es designado en favor de los hombres en las cosas que pertenecen a Dios, a fin de ofrecer tanto dones como sacrificios por los pecados; puede tratar con dulzura a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo también está acosado por la debilidad; y por ello está obligado a ofrecer sacrificios por los pecados, como por el pueblo, también por sí mismo. Y nadie se toma el honor para sí mismo, sino que lo recibe cuando es llamado por Dios, como lo fue Aarón.

Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados; para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad; y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo. Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. (Hebreos 5:1–10)

Los sacerdotes bajo el Antiguo Pacto eran constructores de puentes hacia Dios. Los hombres no podían llegar directamente a la presencia de Dios, por lo que Dios designó a ciertos hombres para que fueran ujieres, por así decirlo, para llevar a los hombres a su presencia. El camino hacia Dios se abría sólo cuando los sacerdotes ofrecían sacrificios -día tras día, año tras año- presentando la sangre de los animales a Dios. Los sacerdotes eran los mediadores de Dios.

Pero con el sacrificio de Jesucristo en la cruz, se acabó la necesidad del Templo y del sacerdocio levítico. Ya no había necesidad de un sumo sacerdote como los que sucedieron a Aarón, ni de ningún sacerdote meramente humano. Jesús fue a la vez Sumo Sacerdote y sacrificio, y proporcionó eternamente al hombre una apertura a la presencia de Dios. En su crucifixión, la cortina del Templo se rasgó en dos, exponiendo el Lugar Santísimo a cualquiera que se acercara a Dios a través del Hijo. En un acto perfecto de sacrificio, Jesucristo logró lo que miles y miles de sacrificios realizados por una multitud de sacerdotes nunca podrían lograr. Abrió el camino a Dios de forma permanente, para que cualquier hombre, en cualquier momento, por la fe en Cristo, pudiera entrar en la presencia de Dios.

En Hebreos 5:1-4 se exponen los tres requisitos básicos de un sumo sacerdote judío. Era designado por Dios, ofrecía sacrificios en su nombre y era comprensivo con aquellos a los que ministraba. Los siguientes seis versículos muestran cómo Jesucristo cumple esos requisitos. Y los consideraremos en los próximos días.

(Adaptado de The MacArthur New Testament Commentary: Hebrews)


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