martes, noviembre 15, 2011

Solo Puedo Imaginar

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Por Tim Challies

Ayer se mencionó que yo había ido a buscar la fuente del gozo que parecía marcar el ministerio del apóstol Pablo. Aquí está un hombre que sufrió mucho en todos los años de su ministerio para el Señor y, sin embargo un hombre que estaba lleno de alegría, o por lo menos un hombre que no se hundió en las profundidades de la desesperación. Mientras fui en busca de la fuente de su gozo me encontré con que estaba basado en la esperanza-la esperanza de la resurrección. Eso fue un gran descubrimiento para mí y que realmente ha cambiado mi forma de ver la vida y la muerte y todo el dolor y la dificultad y el cansancio que trae la vida.

Pero me di cuenta que había más en su esperanza que sólo la promesa de la resurrección. Pablo confió en la promesa segura de la presencia de Dios. Él sabía que los que creemos seremos resucitados para que podamos llegar a la presencia de Dios. Y esto, la presencia de Dios, será el mayor gozo del cielo. Él dice en 2 Corintios versículo 13: “por lo cual también hablamos, sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.” Vamos a estar resucitados para que podamos ser llevados a la presencia de Dios. La resurrección no es un fin en sí mismo, sino un medio para un fin mayor.

Esa es una promesa –la promesa más grande de todas –de que vamos a experimentar la presencia de Dios. ¿Qué gozo mayor podríamos conocer? Algún día, cuando seamos entregados a la resurrección de nuestros cuerpos, cuando la tierra misma sea resucitada y renovada, vamos a experimentar la presencia directa del Señor.

Entonces, por fin vamos a conocer al Padre, vamos a experimentar el disfrute directo de Dios. Esto es tan grande, es tan maravilloso, que no podemos imaginar todo lo que esto significará. Vamos a ver cara a cara al Padre, que no tiene cuerpo, que no tiene rostro. Vamos a disfrutar de su presencia de manera inmediata. Vamos a experimentar la plenitud de su presencia. No vamos a necesitar de ningún templo para adorarlo, no vamos a necesitar un mediador para acercarnos a él, vamos a necesitar ninguna luz para verlo. Vamos a verlo cara a cara, en su presencia, experimentando todo lo que El es en la manera más profunda. No hay palabras para describir adecuadamente esta realidad, por lo que sólo podemos anhelarlo como una experiencia que esperamos y anhelamos y soñamos. Será el cumplimiento de cada deseo de todo deleite.

Y así como vemos al Padre, vamos a ver a Jesús, vamos a ver a nuestro Salvador, cara a cara al fin. Vamos a ver en sus manos traspasadas por los clavos. Vamos a ver a su costado, todavía con cicatrices donde el soldado clavó su lanza. Vamos a mirar a Aquel que nos creó, el que nos ha redimido, a Aquel que dio Su vida para poder salvarnos de la ira que nos merecemos. Vamos a verlo y le vamos adorar, por fin verlo tal cual es. Esto es lo que todo cristiano anhela. Esto es lo que cada cristiano desea. Por mucho que nuestro anhelo sea el ver a las personas que se han ido antes que nosotros, tanto como nuestro anhelo es ver a nuestros que amábamos, hijos que tuvimos (o que nunca llegamos a tener), los amigos que amamos –el mayor anhelo de todo es ver por fin al Salvador, contemplarlo cara a cara, para adorarle, darle gracias, alabarlo, honrarlo, para glorificarlo, para adorarlo.¿Acaso se le salta el corazón, no le conmueve pensar en la reunión de su Salvador? Todas las alegrías de la tierra y el cielo palidecen en comparación con esto.

¿Alguna vez ha soñado con lo que podría decirle a él cuando se presente ante él? Hace unos años, la banda MercyMe lanzó la canción “I Can Only Imagine” [Solo Puedo Imaginarme] y en esa canción hablaba del gran anhelo de ver a Jesús. Lo que fue increíble para mí fue que esta canción alcanzó gran popularidad no sólo con los cristianos, sino por todo el lugar. La he oído en el centro comercial y en un partido de fútbol y en la radio y sobre todo. De alguna manera, habló con un gran anhelo en tantas personas. Ellos escribieron:

Rodeado de tu gloria, ¿Qué sentirá mi corazón?
¿Voy a bailar para ti, Jesús, o no me moveré en temor a Ti?
¿Voy a estar en tu presencia o de rodillas caeré?
¿Voy a cantar aleluya? ¿Podré hablar en absoluto?
Sólo puedo imaginar.

¿Ha imaginado ese día? ¿Anhela usted ese día? Por mucho que deseemos experimentar un descanso de las fatigas de la vida, tanto como el reunirse con la gente que amaba, tanto como el encontrarnos con los personajes que leímos en la Biblia o las páginas de la historia, no hay anhelo como éste: unirse con el Salvador. No hay mejor y más puro deseo.

Pablo pudo decir: “pero cobramos ánimo y preferimos más bien estar ausentes del cuerpo y habitar con el Señor.” (2 Corintios 5:8). ¿Ese es su deseo? ¿Considera usted lo mejor que este mundo tiene para ofrecer mucho menos que lo que el Señor promete en el mundo por venir? ¿Están sus ojos fijos en este mundo o está su mirada más allá de este mundo, más allá del horizonte, hacia el futuro que está por venir?

Pablo anhelaba la resurrección para que pudiera experimentar la plenitud de la presencia de Dios. Esto lo sostuvo, puesto que pasó una noche en una prisión fría y húmeda, mientras tuvo que soportar otra paliza, mientras pasaba un día sin comida. Anhelaba estar con Dios, verlo cara a cara. Y cristiano: esto puede sostenerte también. Le puede dar esperanza en cualquier tipo de dolor y prueba. Tiene la intención de darle ese tipo de esperanza. ¡Y que impresionante es la esperanza!

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