Donde Fue que El Evangelicalismo Se Desvió (1ª Parte)
Miércoles, 18 de Marzo de 2009
(Por Phil Johnson)
¿El post de hoy es adaptado del seminario de Phil en la Shepherds’ Conference titulado: “¿Qué Es un Evangélico?”
Ahora necesitamos tratar sobre el movimiento evangélico contemporáneo y donde fue que se desvió antes de que el tiempo se alejara completamente de nosotros.
Desde mediados de los 1800 ha habido un esfuerzo común por ampliar la definición del evangelicalismo a fin de que más personas puedan encajar en la tienda de campaña. Eso ocurre por un lado porque el adjetivo evangélico siempre ha sido un tipo de sello de aprobación en el Cristianismo – y todo el mundo quiere meterse en la tienda de campaña. Es una forma taquigráfica de querer decir que alguien realmente cree la Biblia y toma en serio el evangelio.
Naturalmente, los falsos maestros que quieren hacer contrabando en doctrinas falsas y les encantaría ser considerados como evangélicos, porque eso minimizaría la crítica y la sospecha que señalen su camino.
Charles Spurgeon notó este fenómeno en el siglo diecinueve, y él imploró junto con verdaderos evangélicos de esa época a no aceptar las afirmaciones de aquellos que dicen que son evangélicos pero que no lo son. Él advirtió a la alianza bautista que el plan del enemigo era (en sus palabras) “colocar el huevo del error en el nido de nuestras iglesias”. Y advirtió a aquellas personas que se hacían llamar evangélicos pero que rechazaban los principios evangélicos que ya se habían infiltrado en la Alianza Bautista. Estos seudo-evangélicos se etiquetaron a sí mismos, pero rehusaron a definir lo que querían decir con eso. (Algo semejante al día de hoy.) En el año 1888, Spurgeon escribió: “es un simple canturreo de mendigo (queriendo decir hipocresía – una pretensión piadosa) para decir: ‘somos evangélicos; Somos todos evangélicos,’ pero rehusándose a decir que quiere decir ser evangélico. Si los hombres son realmente evangélicos, se deleitarán en propagar como buenas noticias las verdades de las cuales toman el nombre.”
Al principio del siglo 20, los modernistas se habían asentado firmemente en prácticamente todas las denominaciones evangélicas posando como evangélicos cuando realmente no lo eran. El neo-ortodoxo hizo lo mismo. Karl Barth ha llamado su obra maestra Teología Evangélica.
Los evangélicos históricos (paleo-evangélicos) fueron más o menos llevador hacia las principales denominaciones en la primera mitad del siglo 20 para conservar la pureza de su compañerismo evangélico. Y una de las grandes lecciones que hemos debido haber aprendido en el transcurso del siglo veinte tiene que ver con la vitalidad de la convicción evangélica. El evangelio es ciertamente el poder de Dios para salvación.
Los Evangélicos pudieron haber perdido prácticamente todas las principales denominaciones, pero las iglesias evangélicas no obstante crecieron y se multiplicaron, de manera que (a pesar del desorden actual que los evangélicos han hecho de su movimiento) en la amplia oleada del evangelicalismo del siglo veinte eran más exitosas (por cada medida) que todas las denominaciones liberales combinadas.
Eso debería haber fortalecido nuestra confianza en los principios evangélicos. Pero en lugar de eso, mi valoración sería que el evangelicalismo auténtico e histórico de hoy, es una especie en peligro. Los evangélicos vendieron por un plato de lentejas su derecho de primogenitura, y el líder evangélico común de la iglesia no ha despertado aún a ese hecho.
¿Cómo sucedió esto?
Necesito darle una versión corta si quiero terminar a tiempo, así es que déjeme resumir diciendo que creo que hubo dos momentos decisivos desastrosos en el siglo 20 que determinó el destino del movimiento evangélico. Cualquiera de estos acontecimientos ha hecho un daño serio, potencialmente fatal al movimiento. Los dos combinados prácticamente garantizaron que el movimiento se convertiría en lo que es hoy – un desorden que francamente ningún evangélico auténtico e histórico desea ser asociado.
El primer punto decisivo desafortunado fue una separación entre evangélicos y fundamentalistas. Éste no fue una ruptura repentina que usted fácilmente podría señalar y fechar. La división realmente comenzó, supongo, cuando los fundamentalistas originales se definieron a sí mismos. En lugar de dos principios que expresaban tanto los principios formales como los materiales de la Reforma Protestante, los fundamentalistas publicaron una larga serie de cerca de 100 tratados, más tarde compilaron en 12 volúmenes grandes, defendiendo las doctrinas esenciales del Cristianismo. Sufriendo el embate de su defensa que estaba en contra de los críticos más importantes, y personalmente no hago objeción alguna con alguna de las doctrinas que consideraron fundamentales. La única queja que tendría con el fundamentalismo primitivo es que creo que le dieron poca atención a la justificación por la fe. En aquellos volúmenes grandes de tratados sobre los fundamentos del Cristianismo, hay (si mal no recuerdo) sólo un artículo dedicado completamente a la doctrina de la justificación por la fe. Si la memoria no me falla, fue escrito por Handley Moule, y no fue uno de los ensayos más energéticos en la colección. Lo he dicho antes, pero pienso esto marcó el comienzo de una perdida de visión de los fundamentalistas de la jerarquía bíblica la cuál es verdaderamente esencial. Desde 1920 en adelante, las energías fundamentalistas fuesen progresivamente invertidas en cosas ajenas a la doctrina fundamental. La prohibición, las peleas situadas intramuros sobre las personalidades y la política, la especulación del fin de los tiempos, etcétera. Antes de 1960 los fundamentalistas estaban obsesionados con los códigos de vestir y las reglas de conducta. Más tarde, fueron las versiones de la Biblia y los estilos de música. El movimiento fundamentalista perdió su adherencia al elemento esencial evangélico. No que abiertamente negasen la sola fide o la doctrina de la justificación por la fe, sino que como movimiento, francamente no le dieron la atención o énfasis debido.
Es mi convicción que desde el principio, antes de que hubiese algún rencor implicado, la separación entre evangélicos y fundamentalistas debilitaron y empobrecieron ambos grupos. Los evangélicos tienden a ser incómodos con la militancia sin escalas de los fundamentalistas; los fundamentalistas creen que el deseo de los evangélicos de ser lo más positivo posible es una señal de debilidad y compromiso. La verdad es que ambos temperamentos son válidos, y la contribución única de cada lado fue necesaria en una medida casi igual.
Los dos grupos se fueron separando constantemente más en 40 años o más. Privados de tanta calidez evangélica, los fundamentalistas se volvieron progresivamente contenciosos. Y se privaron un tanto de convicción fundamentalista, los evangélicos crecieron progresivamente cada vez más dispuestos a un compromiso. Cualquier cosa y todo eventualmente se volvieron negociables.
Mientras más amplia creció la ruptura, los fundamentalistas se volvieron más deseosos de pelear y los evangélicos estuvieron más dispuestos a comprometerse. Cada una de las partes, reaccionando mal al temperamento del otro, exageró sus propios defectos inconscientemente.
Antes de 1970 la ruptura entre evangélicos y fundamentalistas se volvió tan amplia que nuestros hermanos bautistas fundamentalistas salieron corriendo alejándose de las personas cercanas a ellos para pelear, así es que se volvieron uno en contra del otro. Ese movimiento (el cuál en los inicios de 1970 había nueve de cada diez de las iglesias más grandes en América) ahora esta tan fragmentado, y los sectores del mismo son tan raros hoy en día, que es casi tan difícil de definir el movimiento fundamentalista como lo es el definir el movimiento del evangelicalismo. Yo no iré a más lejos de eso, porque mis amigos fundamentalistas piensan que ya he criticado demasiado su movimiento.
Continuará…
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