Viernes, Marzo 27, 2009
(Por John MacArthur)
La Trinidad es una doctrina insondable, y sin embargo incomprensible en la Escritura. Como notó Jonathan Edwards, después de estudiar el tema extensamente: “creo que es [la doctrina de la Trinidad] lo más elevado y más profundo de todos los misterios Divinos” (Un Tratado Inédito sobre la Trinidad). Sin embargo, aunque la plenitud de la Trinidad está mucho más allá de la comprensión humana, es incuestionablemente como se ha revelado Dios a Sí Mismo en la Escritura – como un Dios eternamente existiendo en tres Personas.
Esto no significa, por supuesto, que la Biblia presente a tres dioses diferentes (cf. Deut. 6:4). Antes, Dios es tres Personas en uno; la esencia Divina subsiste totalmente e indivisiblemente, simultáneamente y eternamente, en los tres miembros de la Divinidad – el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
Las Escrituras son claras a que estas tres Personas unidas son un único e incomparable Dios (Deut. 6:4). Juan 10:30 y 33 explican que el Padre y el Hijo de Dios son uno. Primera Corintios 3:16 muestra que el Padre y el Espíritu son uno. Romanos 8:9 deja en claro que el Hijo de Dios y el Espíritu son uno. Y Juan 14:16, 18, y 23 demuestran que el Padre, el Hijo, y Espíritu son uno.
Sin embargo, al mostrar la unidad entre los miembros de la Trinidad, la Palabra de Dios de ningún modo niega la existencia simultánea y la cualidad distintiva de cada una de las tres Personas de la Divinidad. En otras palabras, la Biblia hace constar que Dios es un Dios (no tres), pero que el Dios único es una Trinidad de Personas.
En el Antiguo Testamento, la Biblia da a entender la idea de la Trinidad en diferentes formas. El título Elohim (“Dios”), por ejemplo, es un sustantivo plural que puede sugerir multiplicidad (cf. Gen. 1:26). Esto concuerda con el hecho de que el pronombre plural (“nosotros”) algunas veces es usado de Dios (Gen. 1:26; Isa. 6:8). Más directamente, hay lugares en los cuales el nombre de Dios es aplicado a más que una persona en el mismo texto (Sal. 110:1; cf. Gen. 19:24). Y hay también pasajes donde las tres personas divinas se ven trabajando (Is. 48:16; 61:1).
El Nuevo Testamento se basa significativamente en estas verdades, revelándolas más explícitamente. La fórmula bautismal de Mateo 28:19 designa a las tres Personas de la Trinidad: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. En su bendición apostólica a los corintios, Pablo acentuó esta misma realidad. Él escribió, “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Cor. 13:14). Otros pasajes del Nuevo Testamento también deletrean la verdad gloriosa del Trino Dios (Romanos 15:16, 30; 2 Cor. 1:21–22; Efes. 2:18).
Al describir la Trinidad, el Nuevo Testamento claramente distingue a tres Personas que son simultáneamente activas. No son simplemente modos o manifestaciones de la misma persona (como la teología de la Unidad incorrectamente afirma) que algunas veces actúa como Padre, algunas veces como Hijo, y algunas veces como Espíritu. En el bautismo de Cristo, las tres Personas estuvieron simultáneamente en actividad (Mat. 3:16–17), con el Hijo siendo bautizado, el Espíritu descendiendo, y el Padre hablando desde el cielo. Jesús Mismo oró al Padre (cf. Mat. 6:9), enseñando que Su voluntad era distinta de la de Su Padre (Mat. 26:39), prometió que El le pediría al Padre enviar el Espíritu (Juan 14:6), y pidió al Padre que Le glorificara (Juan 17:5). Estos actos no tendrían sentido a menos que el Padre y el Hijo de Dios fueran dos Personas distintas. En otro lugar en el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo intercede ante el Padre en nombre de los creyentes (Rom. 8:26), como lo hace el Hijo de Dios, quien es nuestro Abogado (1 Juan 2:1). De nuevo, la distinción de cada Persona está en perspectiva.
La Biblia es clara. Hay sólo un Dios, pero El existe, y siempre ha existido, como una Trinidad de Personas – el Padre, el Hijo de Dios, y el Espíritu (cf. Juan 1:1, 2). Negar o entender mal la Trinidad es negar o entender mal la misma naturaleza de Dios Mismo.
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