El Problema de Mal al pie de la Cruz
Tomado de Shepherds Fellowship Pulpit Magazine
(Por Rick Holland)
El artículo del hoy proviene del capítulo de Rick sobre el problema del mal encontrado en
Right Thinking in a World Gone Wrong Para ver la página promocional de la editora, haga click.Dios no se ha distanciado del problema del mal. Al contrario, El lo trata directamente. Durante el juicio de Jesús ante el procurador romano de Judea, Poncio Pilato declaró que él tenía poder y autoridad para determinar el destino de Jesús.
La respuesta de su prisionero galileo debió haberle sido sorpresiva. Jesús contestó: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba” (Juan 19:11). En lugar de implorar por Su vida, El Salvador estaba de acuerdo con Su ejecución con una nota al pie. Jesús repudió el malentendido de Pilato de su autoridad y le alertó del hecho de que Dios era la fuente de su poder gobernante. Dios es el que otorga el poder y la prerrogativa y no Roma o alguna otra autoridad humana.
La crucifixión inminente del Hijo de Dios constituyó el máximo mal e injusticia que alguna vez se haya cometido. Pero alo más estaba sucediendo allí. Lo que Jesús le reveló a Pilato fue que todos los perpetradores, los conspiradores, y los malhechores finalmente actúan bajo la autoridad de Dios. Así que, ¿qué estaba Dios haciendo en este acontecimiento horrible? John Piper contesta: “En el eje importante de la historia de la humanidad, el peor pecado alguna vez cometido vino a mostrar la máxima gloria de Cristo y obtener el don de la conquista del pecado de la gracia de Dios. Dios no solo superó el mal en la cruz. Él hizo que el mal cometiera suicidio haciendo así su peor mal” (John Piper, Spectacular Sins, 12). Cualquier forma de mal, cada dolor, toda aflicción, cada grado de sufrimiento, cada injusticia, toda dolencia, cada enfermedad, y cualquier “cosa mala” incluyendo la muerte, perdió su aguijón en la cruz (cf. 1 Cor. 15:54–57).
El sacrificio de Dios de Su Hijo Jesús demostró Su sabiduría misteriosa (Isa. 53:10). La pérdida insondable del Padre y el sufrimiento incomprensible el Hijo de Dios fueron el meollo del plan predeterminado de Dios para Su gloria eterna y nuestro bien eterno. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Rom 8:32) La única respuesta apropiada es exclamar con Pablo: “!Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! !!Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Rom 11:33)
Pues el Cielo del creyente es el momento y el lugar donde disfrutaremos de la ausencia de todo mal y sufrimiento y de la presencia de un gozo absoluto. El problema del mal es el grito del alma de esa experiencia. Es colocar sobre las expectativas de este mundo lo que sólo puede encontrarse en el Cielo. Teniendo en cuenta nuestra indignidad a la luz de la infinita afluencia de la bondad, la soberanía, la sabiduría, la gracia y la misericordia de Dios pudiendo reponer el corazón atribulado con el poder de la perspectiva.
Las realidades del Cielo y el Infierno traen al mal y al sufrimiento a objetivos claramente definidos. “Para los cristianos, esta vida presente es lo más cercano que pueden tener del Infierno. Para los incrédulos, es lo más cercano que pueden tener al Cielo” (Randy Alcorn, Cielo, 28). Dios usa los problemas de nuestras vidas, culminando en la in-evitabilidad de nuestras propias muertes, para hacer que dejemos de asirnos a este mundo y reenfocar nuestros corazones a lo que está por delante con El. Como Maurice Roberts escribe: “el grado de tranquilidad de espíritu de un cristiano depende de su habilidad espiritual para interponer el pensamiento de Dios entre sí mismo y su ansiedad” (Maurice Roberts, The Thought of God, 7). Si un creyente puede conservar su mente en Dios, ningún mal en este mundo puede robar su paz. Y eso será suficiente hasta que vaya al Cielo.
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