El Corazón de la Ética Verdadera
Tomado de Shepherds Fellowship Pulpit Magazine
(Por John MacArthur)
El post de hoy es de la introducción a nuestro nuevo libro, Right Thinking in a World Gone Wrong.
Es común en la iglesia evangélica de hoy que las personas admitan verbalmente que la Biblia, como Palabra de Dios, es la autoridad final para tanto el creer como para el vivir. Incluso en realidad, es rara una conexión clara entre la confesión pública y la conducta personal.
En lugar de mirar a la Biblia, muchos cristianos profesantes buscan la psicología y la sociología por supuestas soluciones a las necesidades personales y a los males sociales. El auge del pensamiento postmoderno de modo semejante ha torcido el entendimiento de la iglesia de lo bueno y lo malo – como una tolerancia no bíblica (en nombre del amor) ha debilitado iglesias hasta el punto donde son tan suaves con la verdad así como lo son con el pecado. Los programas de televisión, desde Oprah hasta Leno y los programas humorísticos comunes, han tenido un efecto tangible (y no para lo mejor) sobre como los cristianos de estadounidenses piensan sobre los temas cotidianos. La arena política, también, ha jugado un papel principal en forjar una comprensión evangélica de la moralidad, ya que palabras como “el Republicano” y “el demócrata” o “el liberal” y “el conservador” han venido a redefinir la diferencia entre lo que es bueno y lo que es malo.
El hecho es que muchos cristianos profesantes viven sus vidas, día tras día, con base sobre la base de algo distinto a la Biblia. Como consecuencia, sus prioridades reflejan las prioridades del mundo y no las prioridades de Dios. Sus patrones de comportamiento y sus planes para el futuro difieren sólo ligeramente de los de sus vecinos y amigos no salvos. Sus gastos revelan que su perspectiva es temporal, y que vanamente buscan el sueño Americano elusivo. Sus defectos, cuando se confiesan responsables de ellos, reciben las mismas etiquetas de libre-de-error que el mundo atribuye (“errores” o “enfermedades” o “adicciones” en vez de “pecados”), como van buscando respuestas en la psicología, la medicina, o la sección de auto-ayuda de la librería. Si bien se adhieren a una forma externa de moralismo cristiano tradicional, no hay nada particularmente bíblico o Cristo-céntrico sobre la forma en cómo viven.
Sin embargo, es en las vidas de los pecadores que han sido transformados por el Evangelio de la gracia, que una ética claramente cristiana debe concretarse. El cristianismo verdadero no está definida con base en el moralismo externo, el tradicionalismo religioso, o la política partidista; sino con base a un amor personal por Jesucristo y por un deseo de seguirle sin importar el costo (cf. Juan 14:15). Es sólo debido a que los creyentes han sido transformados internamente (a través de la regeneración del Espíritu Santo), que son capaces de exhibir santidad en su comportamiento. Y el mundo no puede sino percatarse. Como Jesús dijo a sus oyentes en el Sermón del Monte: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16; Cf. 1 Pedro 2:12).
El corazón de la ética cristiana, claro está, es el Evangelio. Sólo aquellos que han sido transformados desde su interior (Tito3:5–8), siendo habitados por el Espíritu de Dios (Rom. 8:13–14), son capaces de mostrar santidad genuina. (Gal. 5:22–23; 1 Ped. 1:16). El cristianismo bíblico no está primordialmente preocupado con una modificación de la conducta externa (cf. Mat. 5–7), sino de un cambio de corazón que subsiguientemente se manifiesta en una vida transformada (1 Cor. 6:9–11).
Una ética cristiana verdadera, entonces, no es posible fuera de la obra regeneradora del Espíritu Santo. A menos que el hombre interior sea primero limpiado, la moralidad externa y las observancias religiosas son sólo una fachada superficial. Jesús reprendió a los hipócritas de su día con estas palabras: “!!Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados,(H) que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.” (Mat. 23:27). Cristo no decía que la conducta no tenga importancia. Sino más bien que desde la perspectiva de Dios, el corazón es lo que tiene mayor importancia (cf. 1 Sam. 16:7; Marcos 12:30–31).
Por supuesto, un corazón que ha sido verdaderamente transformado por Dios responderá en amor hacia Su Hijo, Jesucristo (cf. Juan 8:42). Y aquellos que aman a Jesucristo ansiosamente querrán seguir y obedecer Sus mandamientos (cf. John 14:15), como se encuentra en Su Palabra (cf. Col. 3:16). Una ética verdaderamente cristiana, entonces, ansiosamente afirma y aplica las instrucciones morales encontradas en la Biblia. Pero no hace eso en un intento ganar la salvación de manera legalista (Is. 64:6). Más bien, habiendo recibido la salvación como un don gratuito de Dios a través de la fe en Cristo (Efes. 2:8–9), fácilmente obedece con un corazón de amor (Efes. 2:10).
Si los cristianos deben vivir en conformidad con lo que son (como hijos de Dios), deben vivir de acuerdo a la Palabra de Dios a través del poder de Su Espíritu. Ninguna otra fuente de sabiduría o entendimiento moral lo hará. Por definición, son personas del Libro – y no sólo los domingos, sino todos los días de la semana (cf. Is. 66:2).
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