El Arrepentimiento en el Evangelio de Juan
Por John Macarthur
Un argumento contra el arrepentimiento que es invariablemente encontrado en libros que no creen en el señorío dice así: El evangelio de Juan, probablemente el único libro en la Escritura cuyo propósito es explícitamente evangelistico (Juan 20:31), nunca menciona el arrepentimiento. ¿Si el arrepentimiento fuera crucial para el mensaje del evangelio, no fuera correcto suponer que Juan hubiera incluido un llamado al arrepentimiento?
Lewis Sperry Chafer escribió, “El evangelio de Juan, el cual es escrito para presentar a Cristo como el objeto de fe hacia la vida eterna, ni una vez emplea la palabra arrepentimiento” (Systematic Theology, 3:376) [Teología sistemática, 3:376). Chafer sugiere que el cuarto evangelio sería “incompleto y desviado si al arrepentimiento debe darse un lugar distinto, e independiente de, el creer. No hay persona reflexiva que intente defender [el arrepentimiento como condición para la salvación] contra tales probabilidades, y aquellos que lo han tomado dudoso lo han hecho sin pesar en la evidencia o considerar la posición insostenible que ellos toman” (3:376-77).
Más recientemente, Charles Ryrie ha escrito,
Es sorprendente recordar que el evangelio de Juan, el evangelio de creencia, nunca usa la palabra arrepentirse o arrepentimiento en el pasaje de la conversación de Jesús con Nicodemo. Pero creer es la palabra usada (Juan 3:12, 15). Entonces si Nicodemo tuvo que arrepentirse, creer debe ser un sinónimo; ¿sino como es que el Señor pudo haber fallado a usar la palabra arrepentirse cuando hablaba con él? A la prostituta Samaritana, Dios no le dijo que se arrepintiera. Él le pidió que se arrepintiera (Juan 4:10), y cuando su testimonio y el del Señor se difundió en medio de los samaritanos, Juan no dijo que se arrepintieron sino que creyeron (versículos 39, 41-42). Y hay como otras cincuenta citas más sobre “creer” y “fe” en el evangelio de Juan, pero ninguna usa “arrepentir”. El clímax es Juan 20:31: “pero éstas se han escrito para que creáis…y para que al creer, tengáis vida en su nombre” (SGS 97-98).
Pero nadie se establce en este punto tan ferozmente como Zane Hodges:
Uno de los hechos más sorprendentes sobre la doctrina del arrepentimiento en la Biblia es que la doctrina es totalmente ausente en el evangelio de Juan. ¡No hay ni siquiera una referencia a ella en todos los veintiún capítulos de Juan! Aún un autor que cree en el señorío escribe: “No hay evangelio que omite el mensaje del arrepentimiento al cual se le puede llamar apropiadamente el evangelio, pues pecadores no pueden venir a Jesucristo aparte de un cambio radical de corazón, mente, y voluntad”.
Esta es una declaración sorprendente. Como el evangelio de Juan sí omite el mensaje del arrepentimiento, ¿debemos concluir entonces que el evangelio no es un evangelio bíblico después de todo?
La misma idea lleva su propia refutación. El cuarto evangelista explícitamente clama a estar evangelizando (Juan 20:30-31). No es la teología del evangelio de Juan que es deficiente; es la teología que se encuentra en la salvación del señorío. De acuerdo, a los esfuerzos desesperantes de maestros que creen en el señorío al leer el arrepentimiento dentro del cuarto evangelio muestran plenamente que han identificado sus propias debilidades fundamentales. Claramente, el mensaje del evangelio de Juan es completo y adecuado sin referencia al arrepentimiento si quiera (AF 146-47).
Hodges sugiere que el apóstol Juan estuvo a propósito evitando el tema del arrepentimiento (AF 149). Él no encuentra en el evangelio de Juan una palabra – ni siquiera una sílaba – del arrepentimiento. Y si hubo algún lugar perfecto para que el evangelista inyecte este tema en su evangelio, este hubiera sido el lugar.
¡Pero su silencio es ensordecedor!...
El silencio del primer capítulo persiste hasta al último capítulo del libro. El cuarto evangelio no dice nada sobre el arrepentimiento, mucho menos conecta el arrepentimiento en cualquier forma con la vida eterna.
Este hecho es el signo de muerte para la teología de señorío. Solamente una ceguera resoluta puede resistir la conclusión obvia: Juan no tomó en consideración el arrepentimiento como una condición para la vida eterna. Si lo hubiera considerado, lo hubiera dicho. Después de todo, de eso se trata su libro: obteniendo la vida eterna (AF 148).
¿Qué debemos pensar de esta sugerencia? ¿Es el “silencio” sobre el arrepentimiento del apóstol Juan verdaderamente el signo de muerte para la posición de señorío?
Hardly H.A. Ironside respondió a este problema hace más de cincuenta años atrás. Él escribió:
La disposición de los cuatro evangelios está en perfecta harmonía. En los sinópticos [Mateo, Marcos y Lucas] el llamado es al arrepentimiento. En Juan el énfasis es dado al creer. Algunos han creído que hay una inconsistencia o contradicción aquí. Pero necesitamos recordar que Juan escribió muchos años después que los viejos evangelistas, y con el objetivo definido en vista de mostrar a Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios, y que, creyendo, podemos tener vida por medio de Su Nombre. Él no simplemente viaja sobre el piso ya bien recorrido. Sino, él le agrega y entonces suplementa los registros anteriores, incitando a la confianza en el testimonio que Dios ha dado sobre Su Hijo. Él no ignora el ministerio del arrepentimiento porque él subraya la importancia de la fe. Al contrario, él enseña a las almas arrepentidas la simplicidad de la salvación, de recibir la vida eterna, por medio de confiar en Él quien, como la verdadera luz, que arroja luz sobre todo hombre, haciendo así manifiesta la condición humana caída y la necesidad de un cambio entero de actitud hacia él mismo y hacia Dios (Except Ye Repent, 37-38) [Excepto que se arrepientan].
La afirmación de Zane Hodges que “el cuarto evangelio no dice nada sobre el arrepentimiento” (AF 148) es demostrablemente falso. Sí es verdad que Juan no usa la palabra arrepentimiento, pero como hemos observado en otros lugares, nuestro Señor también no usó la palabra gracia. Uno sospecha que los teólogos que no creen en el señorío se retrocedieran de cualquier sugerencia que la doctrina de la gracia no se encuentra en la enseñanza de Jesús.
El arrepentimiento está bordado en la misma fábrica del evangelio de Juan, aunque la palabra misma nunca es empleada. En la cuenta de Nicodemo, por ejemplo, el arrepentimiento fue claramente sugerido en el mandato de Jesús a que fuera “[nacido] de nuevo” (Juan 3:3, 5,7). El arrepentimiento fue el punto de la ilustración en el Antiguo Testamento que el Señor le dio a Nicodemo (vv. 14-15). En Juan 4, la mujer en el pozo sí se arrepintió, como podemos ver en sus acciones en versículos 28-29.
¿No esta el arrepentimiento incluido por implicación en la siguiente descripción de Juan sobre la fe salvadora?
Juan 3:19-21: Y esta es el condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.
Juan 10:26-28: Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano (énfasis agregado).
Juan 12:24-26: De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor, Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.
Para decir que Juan recurrió a una fe que excluía el arrepentimiento es hacer erróneo el concepto del apóstol de lo que significa ser un creyente. Aunque Juan nunca usa la palabra arrepentimiento como verbo, el verbo que sí usa es aún más fuerte. Él enseña que cada creyente verdadero ama la luz (3:19), viene a la luz (3:20-21), obedece al Hijo (3:36), practica la verdad (3:21), adora en espíritu y verdad (4:23-24), honra a Dios (5:22-24), hace buenas obras (5:29), come el pan y la vida (6:48-66), ama a Dios (8:42, cp. 1 Juan 2:15), sigue a Jesús (10:26-28), y sigue los mandamientos de Jesús (14:15). ¡Esas ideas no ocurren en la salvación que no cree en el señorío! Cada uno presupone el arrepentimiento, compromiso, y un deseo a obedecer.
Así como sugieren esos términos, el apóstol tuvo cuidado de describir la conversión como una vuelta completa. Para Juan, convertirse en creyente significa resurrección de la muerte a vida, y saliendo de la oscuridad hacia la luz, abandonando mentiras por la verdad, cambiando el odio por el amor, y abandonando el mundo por Dios. ¿Qué son esos pero imágenes de una conversión radical?
Amar a Dios es la expresión que Juan usa con más frecuencia para describir el comportamiento del creyente. ¿Cómo pueden los incrédulos empezar a amar a Dios aparte de un arrepentimiento genuino? ¿Qué es lo que él implica en amor?
Finalmente, acuerde que es en el evangelio de Juan en donde se describe el ministerio del Espíritu Santo de convicción hacia un mundo incrédulo (Juan 16:8-11). ¿De qué condena a los incrédulos el Espíritu Santo? De “pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). ¿No haría caso que el ministerio del Espíritu Santo de convencer a las personas del pecado y sus consecuencias tiene el propósito específico de establecer las bases para el arrepentimiento?
En el arrepentimiento subyacen todas las escrituras de Juan. Es entendido, no necesariamente explicito. Sus lectores eran tan familiarizados con su mensaje apostólico que no tuvo que establecerse en el tema del arrepentimiento. Juan enfatizo diferentes facetas del mensaje del evangelio de aquellos subrayados en Mateo, Marcos, y Lucas. ¡Pero él con seguridad no los estaba contradiciendo! Su meta ciertamente no era idear la doctrina de salvación que no cree en el señorío.
De hecho, el propósito de Juan fue exactamente opuesto. Él estaba mostrando que Jesús es Dios (e.g., 1:1-18; 5:18; 12:37-41). Los lectores de Juan claramente entendieron la implicación de eso: Si Jesús es Dios y lo debemos recibir como Dios (Juan 1:12), nuestro primer deber en venir a Él con el arrepentimiento (cp. Lucas 5:8).
Este artículo apareció originalmente aquí en Gracia a Vosotros
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