martes, noviembre 17, 2009

Los 5 Puntos Del Calvinismo: Su Apoyo Bíblico

Los 5 Puntos Del Calvinismo:

Su Apoyo Bíblico

DEPRAVACION TOTAL O INHABILIDAD TOTAL

La perspectiva que uno tome respecto a la salvación será determinada, en una gran medida, por la perspectiva que uno tome con respecto al pecado y sus efectos en la naturaleza humana. No es sorpresa, por tanto, que el primer artículo que se trata en el sistema calvinista es la doctrina bíblica de la inhabilidad total o la depravación total.

Cuando los calvinistas hablan del hombre como un ser totalmente depravado, quieren decir que la naturaleza del hombre es corrupta, perversa, y pecaminosa totalmente. El adjetivo “total” no significa que cada pecador esta totalmente o completamente corrupto en sus actos y pensamientos como posiblemente pudiera serlo. Sino que, la palabra “total” es usada para indicar que todo el ser del hombre está afectado por el pecado. La corrupción se extiende a cada parte del hombre, su cuerpo y alma; el pecado ha afectado todo (la totalidad) de las facultades humanas –su mente, su voluntad, etc.

Como resultado de esta corrupción, la naturaleza humana es totalmente incapaz de hacer algo espiritualmente bueno; por tanto, los Calvinistas hablan de la “inhabilidad total” del hombre. La inhabilidad pretendida por esta terminología es inhabilidad espiritual; significa que el pecador esta tan espiritualmente en bancarrota que el no puede hacer nada respecto a su salvación. Es muy evidente que muchas personas no salvas, cuando juzgadas por los estándares de Dios, poseen cualidades admirables y realizan actos nobles. El hombre natural esta esclavizado al pecado; es un hijo de Satanás, rebelde hacia Dios, ciego a la verdad, corrupto e incapaz de salvarse a sí mismo o de prepararse así mismo para salvación. En pocas palabras, el hombre no regenerado está muerto en pecado, y su voluntad está esclavizada a su naturaleza malvada.

El hombre no viene de las manos de su Creador en esta condición depravada y corrupta. Dios hizo recto al hombre; no había maldad en absoluto en su naturaleza. Originalmente, la voluntad de Adán era libre de el dominio del pecado; el estaba bajo ninguna inclinación natural para escoger el mal, pero debido a su caída el trajo la muerte espiritual sobre sí mismo y a toda su posteridad. El por consiguiente, él se fue en picada junto con toda la raza a una ruina espiritual y perdió para sí mismo y para sus descendientes la capacidad de tomar decisiones correctas en el ámbito espiritual. Sus descendientes aun son libres de elegir –todo hombre toma decisiones en su vida –pero puesto que la descendencia de Adán nace con naturaleza pecaminosa, esta no tiene la capacidad de elegir el bien espiritual sobre el mal. Consecuentemente, la voluntad del hombre ya no es libre (por ejemplo, libre del dominio del pecado) así como la voluntad de Adán era libre antes de la Caída. En vez de esto, la voluntad del hombre, como resultado de la depravación heredada, esta en esclavitud a su naturaleza pecaminosa.

La Confesión de Fe de Westminster da una declaración clara y concisa de esta doctrina. “El hombre, mediante su caída en el estado de pecado, ha perdido totalmente la capacidad para querer algún buen espiritual que acompañe a la salvación; de tal manera que, un hombre natural, siendo completamente opuesto a aquél bien, y estando muerto en pecado, es incapaz de convertirse, o prepararse para ello, por su propia fuerza.” (Cap. IX. Secc. 3).

Muerte Espiritual

Como resultado de la transgresión de Adán, el hombre nace en pecado y por naturaleza está espiritualmente muerto; por tanto, si ha de hacerse hijo de Dios y entrar en Su reino, debe nacer nuevamente del espíritu.

  1. Cuando Adán fue colocado en el Jardín del Edén, se le advirtió de no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal bajo amenaza de una muerte espiritual inmediata. (Génesis 2:16-17)
  2. Adán desobedeció y comió del fruto prohibido (Génesis 3:1-7); consecuentemente, el trajo muerte espiritual sobre el mismo y sobre la raza humana. (Romanos 5:12; Efesios 2:1-3; Colosenses 2:13).
  3. David confesó que el, así como todos los demás hombres, nacen en pecado (Salmo 51:5; Salmo 58:13)
  4. Debido a que el hombre nace en pecado y por naturaleza está espiritualmente muerto, Jesús enseñó que el hombre debe nacer de nuevo si ha de entrar en el Reino de Dios. (Juan 3:5-7; Compare con Juan 1:12-13).

Mentes Entenebrecidas y Corazones Corruptos

Como resultado de la Caída, el hombre esta ciego y sordo a la verdad espiritual. Sus mentes están entenebrecidas por el pecado; sus corazones son corruptos y malvados. (Génesis 6:5; Génesis 8:12; Eclesiastés 9:3; Jeremías 17:9; Mateo 7:21-23; Juan 3:19; Romanos 8:7-8; 1 Corintios 2:14; Efesios 4:17-19; Efesios 5:8; Tito 1:15)

Esclavitud al Pecado y a Satanás

Antes que los pecadores nazcan en el Reino de Dios a través del poder regenerador del Espíritu, estos son hijos del diablo y están bajo su control; son esclavos al pecado. (Juan 8:44; Efesios 2:1-2; 2 Timoteo 2:25-26; 1 Juan 3:10; 1 Juan 5:19; Juan 8:34; Romanos 6:20; Tito 3:3).

Una Esclavitud Universal

El reino del pecado es universal; todos los hombres están bajo su poder. Consecuentemente, ninguno es justo –¡ni siquiera uno! (2 Crónicas 6:36; Compare con 1 Reyes 8:46; Job 15:14-16; Salmo 130:3; Salmo 143:2; Proverbios 20:9; Eclesiastés 7:20; Eclesiastés 7:29; Isaías 53:6; Isaías 64:6; Romanos 3:9-12; Santiago 3:2, 8; 1 Juan 1:8, 10)

Incapacidad para Cambiar

El hombre solo en su condición de muerte es incapacidad de arrepentirse por sí mismos, creer el evangelio, o de venir a Cristo. No tiene poder en sí mismos para cambiar su naturaleza o prepararse a sí mismos para salvación. (Job 14:4; Jeremías 13:23; Mateo 7:16-18; Mateo 12:33; Juan 6:44; Juan 6:65; Romanos 11:35-36; 1 Corintios 2:14; 1 Corintios 4:7; 2 Corintios 3:5)

ELECCION INCONDICIONAL

Debido a la transgresión de Adán, sus descendientes entran al mundo como pecadores culpables y perdidos. Como criaturas caídas, no tienen deseo de tener comunión con su Creador. El es santo, justo y bueno, mientras que el hombre es pecaminoso, perverso, y corrupto. Solos en sus decisiones, inevitablemente siguen al dios de este mundo y hacen la voluntad de su padre; el diablo. Consecuentemente, el hombre se ha alejado del Señor del cielo y ha perdido todo derecho a Su amor y favor. Habría sido perfectamente justo para Dios haber dejado a todos los hombres en su pecado y miseria y no haber mostrado piedad a nadie. Dios no estaba bajo ninguna obligación de proveer salvación a nadie. Es en este contexto que la Biblia establece la doctrina de la elección.

La doctrina de la elección declara que Dios, antes de la fundación del mundo, escogió a algunos de entre los miembros caídos de la raza de Adán para ser objetos de Su favor inmerecido. A estos, y solo estos, se propuso El salvar. Dios pudo haber escogido salvar a todos los hombres (porque El tiene el poder y autoridad para hacerlo) o El pudo haber elegido no salvar a ninguno (porque El no estaba bajo ninguna obligación de mostrar misericordia a nadie) –pero no lo hizo. En vez de esto, El eligió salvar a algunos y excluir a otros. Su elección eterna de pecadores en particular para salvación no fue basada sobre ningún acto o respuesta prevista por parte de aquellos seleccionados, sino que fue basada solamente sobre Su buen placer y voluntad soberana. De esa manera, la elección no fue determinada mediante o condicionada sobre, nada que el hombre hubiese hecho, sino que es resultado enteramente de propósito determinado de Dios.

Aquellos quienes no fueron elegidos para salvación fueron dejados aun lado y abandonados a su propia maldad y decisión. No esta dentro de la jurisdicción de la criatura cuestionar la justicia del Creador por no elegir a todos para salvación. Es suficiente conocer que el Juez de la tierra ha hecho lo correcto. Debería, sin embargo, tenerse en cuenta que si Dios no hubiese escogido bondadosamente a personas para Sí mismo y soberanamente determinado proveer salvación por ellos y aplicarla a ellos, ninguno sería salvo. El hecho que El haya esto para algunos, para exclusión de otros, no es en ninguna manera injusto para el último grupo, a menos que por supuesto uno sostenga que Dios estaba obligado a proveer salvación para los pecadores –una posición de la cual la Biblia rechaza.

La doctrina de la elección no debe ser solamente vista en contra del telón de fondo de la culpa y la depravación humana, sino que también debe ser estudiada en conexión con el pacto eterno o acuerdo hecho entre los miembros de a Divinidad. Porque fue en la ejecución de este pacto que el Padre eligió de entre el mundo de pecadores perdidos un numero definido de individuos y darlos al Hijo para ser Su pueblo. El Hijo, bajo los términos de este convenio, acordó en hacer todo lo que era necesario para salvar a estos “elegidos” y “determinados” a El por el Padre. La parte del Espíritu en la ejecución de este pacto fue aplicar a los elegidos la salvación asegurada para ellos por el Hijo.

La Elección, por tanto, no es sino un aspecto (aunque un aspecto importante) del propósito salvador del Dios trino, y por esto no debe ser visto como salvación. Porque el acto de elección mismo no salvó a nadie; lo que hizo fue señalar a ciertos individuos para salvación. Consecuentemente, la doctrina de la elección no debe ser divorciada de las doctrinas de la culpabilidad humana, de la redención y de la regeneración, o de lo contrario se distorsionaría y mal interpretaría. En otras palabras, si el acto de elección del Padre ha de ser colocado en su balance bíblico correcto y entendido correctamente, debe estar relacionado a la obra redentora del Hijo, quien se dio a Sí mismo para salvar a los elegidos, y a la obra renovadora del Espíritu quien lleva a los elegidos a la fe en Cristo.

Un Pueblo Escogido

Existen declaraciones generales en la Escritura de que Dios tiene un pueblo escogido, y que El los predestinó para salvación y por lo tanto a la vida eterna (Deuteronomio 10:14-15; Salmo 33:1; Salmo 65:4; Salmo 106:5; Hageo 2:23; Mateo 11:27; Mateo 22:14; Mateo 24:22,24,31; Lucas 18:7; Romanos 8:28-30; Romanos 8:33; Romanos 11:28; Colosenses 3:12; 1 Tesalonicenses 5:9; Tito 1:1; 1 Pedro 1:1-2; 1 Pedro 2:8-9; Apocalipsis 17:14).

La Elección no Basada en Respuestas Previstas

Antes de la fundación del mundo, Dios escogió a individuos en particular para salvación. Su selección no fue basada sobre ninguna respuesta o acto previsto realizado por aquellos elegidos. La fe y las buenas obras son el resultado, y no la causa, de la elección de Dios.

1. Dios tomó la decisión (Marcos 13:20; Vea también 1 Tesalonicenses y 2 Tesalonicenses 2:13).

2. La elección de Dios fue hecha antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4; 2 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 1:9, Apocalipsis 17:8).

3. Dios escogió individuos en particular para salvación –sus nombres fueron escritos en el libro de la vida antes de la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8; Apocalipsis 17:8).

4. La elección de Dios no fue basada en ningún mérito previsto residiendo en aquellos a quienes El escogió, ni fue basada sobre ningunas buenas obras previstas realizadas por ellos (Romanos 9:11-13, 16; 10:20; 1 Corintios 1:2-29; 2 Timoteo 1:9).

5. Las buenas obras son el resultado, y no la base de la predestinación (Efesios 2:10; Juan 15:16).

6. La elección de Dios no fue basada sobre una fe prevista. La fe es el resultado y por lo tanto la evidencia de la elección de Dios, no la causa o la base de Su elección (Hechos 13:48; 18:27; Filipenses 1:29; 2:12-13; 1 Tesalonicenses 1:4-5; 2 Tesalonicenses 2:13-14; Santiago 2:5).

7. Es mediante la fe y las buenas obras que uno confirma su llamado y elección (2 Pedro 1:5-11)

La Elección Precede a la Salvación

La Elección no es salvación, sino que es para salvación. Así como el presidente elegido no se convierte en el presidente de los Estados Unidos hasta que el es investido, así también aquellos elegidos para salvación no son salvos hasta que son regenerados por el Espíritu y justificados mediante la fe en Cristo (Romanos 11:7; 2 Timoteo 2:10; vea Hechos 13:48,. 1 Tesalonicenses 1:4 y 2 Tesalonicenses 2:13-14. Compare Efesios 1:4 con Romanos 16:7. En Efesios 1:4, Pablo muestra que los hombres fueron elegidos “en Cristo” antes de que el mundo comenzara. Desde Romanos 16:7, es claro que los hombres no están realmente “en Cristo” hasta su conversión.

Misericordia Soberana

La Elección es basada sobre la misericordia soberana y distintiva del Dios todopoderoso. No fue la voluntad del hombre, sino la voluntad de Dios la que determinó a que pecadores salvaría y se les sería mostrada misericordia (Éxodo 33:19; Deuteronomio 7:6-7; Mateo 20:15; Romanos 9:10-24; Romanos 11:4-6; Compare con 1 Reyes 19:10,18. Romanos 11:33-36; Efesios 1:5).

Soberanía sobre Todas las Cosas

La doctrina de la elección no es sino una parte de la mucho más amplia doctrina bíblica de la soberanía absoluta de Dios. Las Escrituras enseñan no solo que Dios predestinó a ciertos individuos parta vida eterna, sino que todos los eventos, tanto pequeños como grandes, vienen Como resultado de el eterno decreto de Dios (1 Crónicas 29:10-12; Job 42:1-2; Salmo 115:3; Salmo 135:6; Isaías 14:24, 27; Isaías 46:9-11; Isaías 55:11; Jeremías 32:17; Daniel 4:35; Mateo 19:26)

REDENCION PARTICULAR O EXPIACION LIMITADA

Como se observó arriba, la elección mismo no salva a nadie; solo marca a pecadores en particular para salvación. Aquellos elegidos por el Padre y dados al Hijo han de ser redimidos si han de ser salvos. Con el propósito de asegurar su redención, Jesucristo vino al mundo y llevó sobre Sí mismos la naturaleza humana para que El se identificara con Su pueblo y pudiera actuar como su representante legal o substituto. Cristo, actuando en beneficio de Su pueblo, guardó la laye de Dios de manera perfecta y así llevar acabo una justicia perfecta la cual es imputada o acreditada a ellos en el momento en que son llevados a la fe en El. A través de lo que El hizo, son constituidos justos delante de Dios. También son liberados de toda culpa y condenación como resultado de lo que Cristo sufrió por ellos. A través de Su sacrificio substitutorio, El soportó la penalidad de sus pecados y así removió su culpa para siempre. Consecuentemente, cuando Su pueblo es unido a El mediante la fe, se le acredita la justicia perfecta y son liberados de toda culpa y condenación. Son salvos, no por lo que ellos mismos han hecho o desean hacer, sino solamente sobre la base de la obra redentora de Cristo.

El Calvinismo histórico y tradicional ha sostenido consistentemente que la obra redentora de Cristo fue definitiva en plan y cumplimiento –que se pretendía dar completa satisfacción para ciertos pecadores específicos, y esos realmente aseguró la salvación para estos individuos al llevarlos a una correcta relación con Dios, incluyendo los dones de la fe y arrepentimiento. Cristo no murió simplemente para hacer posible para Dios el perdonar a los pecadores. Tampoco dejó Dios en las manos de los pecadores el decidir si la obra de Cristo sería o no efectiva. Por el contrario, por todos los que Cristo se sacrificó serán salvados infaliblemente. La redención, por lo tanto, fue diseñada para hacer posible el propósito de Dios de la elección.

Todos los Calvinistas están de acuerdo que la obediencia y sufrimiento de Cristo fue de infinito valor y que si Dios lo hubiese deseado, la satisfacción dada por Cristo habría salvado a todo miembro de la raza humana. No se requería más obediencia ni un mayor sufrimiento, para que Cristo asegurara la salvación de todo hombre, mujer y niño que haya vivido que lo que El hizo para asegurar la salvación de los elegidos solamente. Sino que El vino al mundo para representar y salvar solamente aquellos que le fueron dados por el Padre. Por tanto, la obra salvadora de Cristo fue limitada en que fue diseñada para salvar a algunos y no a otros, pero no fue limitada en valor, porque fue de infinito valor y pudo haber asegurado la salvación de todos si hubiese sido así la intención de Dios.

Los Arminianos también colocan una limitación en la obra expiatoria de Cristo, pero una de la una naturaleza muy diferente. Ellos sostienen que la obra expiatoria de Cristo fue diseñada para hacer posible la salvación de todos los hombres sobre la condición de que ellos creyeran, pero que la muerte de Cristo en sí misma realmente no asegura o garantiza la salvación de nadie.

Puesto que no todos los hombres serán salvados como resultado de la obra redentora de Cristo, debe ser admitida una limitación. Tampoco la expiación fue limitada en que fue diseñada para asegurar la salvación para ciertos pecadores, pero no para otros, o que fue limitada en que no tenía la intención de asegurar la salvación para nadie, sino que fue diseñada solamente para hacer posible para Dios el perdonar a los pecadores sobre la condición de que ellos creyeran. En otras palabras, uno debe limitar su diseño ya sea en la extensión (no fue para todos) o en efectividad (no aseguró la salvación para nadie). Como Boettner acertadamente observa, para el Calvinista, la expiación “es como un puente angosto que va a todo lo largo del arroyo; para el Arminiano es como un amplio puente que llega solo a la mitad.”

Jesús Realmente Salva

Las Escrituras describen el fin previsto y cumplido mediante la obra de Cristo como la salvación total (reconciliación, justificación y santificación real) de Su pueblo.

1. Las Escrituras declaran que Cristo vino, no para capacitar al hombre para salvarse a sí mismo, sino para salvar a los pecadores (Mateo 1:21; Lucas 19:10; 2 Corintios 5:21; Gálatas 1:3-4; 1 Timoteo 1:15; Tito 2:14; 1 Pedro 3:18).

2. Las Escrituras declaran que, como resultado de lo que Cristo hizo y sufrió, Su pueblo es reconciliado con Dios, justificado y les es dado el Espíritu Santo, quien lo regenera y lo santifica. Todas estas bendiciones están aseguradas por Cristo mismos para Su pueblo.

a) Cristo, mediante su obra redentora, aseguró la reconciliación para Su pueblo (Romanos 5:10; 2 Corintios 5:18-19; Efesios 2:15-16; Colosenses 1:21-22).

b) Cristo aseguró la justicia y el perdón que necesitaba Su pueblo para su Justificación (Romanos 3:24-25; Romanos 5:8-9; 1 Corintios 1:30; Gálatas 3:13; Colosenses 1:13-14; Hebreos 9:12; 1 Pedro 2:24).

c) Cristo aseguró el don del Espíritu, el cual incluye la regeneración y la santificación y todo lo que esta involucrado en ello (Efesios 1:3-4; Filipenses 1:29; Hechos 5:31; Tito 2:14; Tito 3:5-6; Efesios 5:25-26; 1 Corintios 1:30; Hebreos 9:14l; Hebreos 13:12; 1 Juan 1:7).

Jesús Cumplió el Pacto Eterno

La Escritura representa al Señor Jesucristo, en todo lo que El hizo y sufrió por Su pueblo, como cumpliendo los términos de el convenio ó arreglo misericordioso el cual El ha entrado con Su padre celestial antes de la fundación del mundo.

1. Jesús fue enviado al mundo por el Padre para salvar al pueblo que el Padre le había dado. Aquellos que le fueron dados por el Padre vienen a El (ven y creen en El), y ninguno de ello se perderá (Juan 6:35-40).

2. Jesús, como el buen pastor, dio Su vida por Sus ovejas. Todos los que son “Sus ovejas” serán llevados por El hacia el rebaño y les hará escuchar Su voz y seguirle. ¡Note que el Padre ha dado las ovejas a Cristo! (Juan 10:11, 14-18; Juan 10:24-29).

3. Jesús, en Su oración Sumo sacerdotal,; oró no por el mundo, sino por aquellos que le fueron dados por el Padre. En cumplimiento del encargo del Padre, Jesús ha cumplido la obra que el Padre le había enviado a hacer –para dar a conocer a Dios a Su pueblo y para darles vida eterna (Juan 17:1-11, 20, 24-26).

4. Pablo declara que todas las bendiciones espirituales que heredan los santos, tales como la filiación, la redención, el perdón de pecados, etc. Resultado de estar “en Cristo”, y traza sus bendiciones a su fuente última en el eterno consejo de Dios –a esa gran bendición de haber sido elegidos en Cristo antes de la fundación del mundo y destinados para ser hijos de Dios por medio de El (Efesios 1:3-12).

5. El paralelo del cual Pablo traza entre la obra condenatoria de Adán y la obra salvadora de Jesucristo, el “segundo hombre” y el “último Adán”, puede ser mejor explicada sobre el principio de que ambos estaban en una relación de pacto con “su pueblo” (Adán se presentó como la cabeza federal de la raza y Cristo se presentó como la cabeza federal de los elegidos). Al involucrar Adán a su pueblo en la muerte u condenación por su pecado, así también Cristo ha traído la justificación y vida para Su pueblo a través de Su justicia (Romanos 5:12; 17-19).

Como Jesús Murió por “Todos” y Sin Embargo por un Pueblo en Particular

Algunos pasajes hablan de Cristo muriendo por “todos” los hombre y Su muerte como salvando al “mundo”, sin embargo otros hablando de Su muerte como siendo definido en diseño y Su muerte por un pueblo en particular y asegurándoles la salvación.

1. Existen dos clases de textos que hablan de la obra salvadora de Cristo en términos generales: (a) aquellos que contienen la palabra “mundo” –por ejemplo, Juan 1:9, 29; 3:16-17; 4:42; 2 Corintios 5:19; 1 Juan 2:1-2; 4:14, y (b) aquellos que contienen la palabra “todos” –por ejemplo, Romanos 5:18; 2 Corintios 5:14-15; 1 Timoteo 2:4-6; Hebreos 2:9; 2 Pedro 3:9.

Una razón para el uso de estas expresiones fue para corregir la falsa noción de que la salvación era solamente para los judíos. Tales frases como “el mundo”, “todos los hombres”, “todas las naciones”, y “toda criatura” son usadas por los escritores del Nuevo Testamento para corregir enfáticamente este error. Estas expresiones tienen la intención de mostrar que Cristo murió por todos los hombres sin distinción (por ejemplo, El murió por los Judíos y por lo Gentiles de igual manera), pero no tienen la intención de indicar que Cristo murió por todos los hombres sin excepción (por ejemplo, El no murió con el propósito de salvar todos y cada uno de los pecadores perdidos).

2. Existen otros pasajes que hablan de Su obra salvadora en términos concretos y muestran que tuvo la intención de salvar infaliblemente a un pueblo en particular, a saber, aquellos que son dados a El por el Padre (Mateo 1:21; Mateo 20:28; Mateo 26:28; Juan 10:11; Juan 11:50-53; Hechos 20:28; Efesios 5:25-27; Romanos 8:3-34; Hebreos 2:17; 3:1; Hebreos 9:15; Hebreos 9:28; Apocalipsis 5:9)

EL LLAMADO EFICAZ DEL ESPIRITU
O LA GRACIA IRRESISTIBLE

Cada miembro de la Trinidad –el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo– participa en y contribuye a la salvación de los pecadores. Como se ha mostrado arriba, el Padre, antes de la fundación del mundo, señaló a aquellos quienes serían salvos los dio a Su Hijo para ser Su pueblo. En el tiempo señalado, el Hijo vino al mundo y aseguró su redención. Pero estos dos grandes actos –elección y redención– no terminan la obra de salvación, puesto que incluido en el plan de Dios para recuperar a los pecadores perdidos está la obra renovadora del Espíritu Santo, mediante la cual los beneficios de la obediencia y la muerte de Cristo son aplicados a los elegidos. Es con esta fase de la salvación (su aplicación mediante el Espíritu) que la doctrina de la gracia irresistible o eficaz se refiere. En pocas palabras, esta doctrina afirma que el Espíritu Santo nunca falla en llevar a la salvación a aquellos pecadores quienes El personalmente ha llamado a Cristo. El inevitablemente aplica la salvación a todo pecador que El se ha propuesto salvar y es Su intención de salvar a todos los elegidos.

La invitación del evangelio extiende un llamado a la salvación a todo el que escucha el mensaje. Invita a todos los hombres sin distinción a beber libremente del agua de vida y a vivir. Promete salvación a todo el que se arrepienta y crea. Pero este llamado externo general, extendido a los elegidos y a los no elegidos de igual forma, no llevaría a los pecadores a Cristo. ¿Por qué? Porque los hombre están por naturaleza muertos en pecados y están bajo su poder. Son incapaces en sí mismos y no están dispuestos a abandonar sus malos caminos y a volverse a Cristo por misericordia. Consecuentemente, el no regenerado no responderá al llamado al evangelio para arrepentimiento y fe. Ninguna cantidad de amenazas externas o promesas hará que pecadores ciegos, sordos, muertos y rebeldes a postrarse ante Cristo como Señor y a mirar a El solamente para salvación. Tal acto de fe y sumisión es contrario a la naturaleza perdida del hombre.

Por lo tanto, el Espíritu Santo, con el fin de llevar a los elegidos de Dios a la salvación, les extiende un llamado interno especial además del llamado externo contenido en el mensaje del evangelio. A través de este llamado especial, el Espíritu Santo realiza la obra de gracia dentro del pecador, el cual inevitablemente lo lleva a la fe en Cristo. El cambio interno operado en el pecador elegido lo capacita para entender y creer la verdad espiritual; en el ámbito espiritual, se le da el ojo que ve y el oído que escucha. El Espíritu crea dentro de él un nuevo corazón o una nueva naturaleza. Esto es llevado a cabo a través de la regeneración o el nuevo nacimiento mediante el cual el pecado es hecho un hijo de Dios y le es dada vida espiritual. Su voluntad es renovada a través de este proceso, para que el pecador espontáneamente venga a Cristo de su propia y libre elección. Debido a que se le ha dado una nueva naturaleza para que el ame la justicia, y debido a que su mente es iluminada para que entienda y crea el evangelio bíblico, el pecador renovado libre y voluntariamente se vuelve a Cristo mediante el llamado interno y sobrenatural del Espíritu, quien a través de la regeneración lo hace vivir y produce la fe y el arrepentimiento dentro de el.

Aunque el llamado externo general del evangelio puede ser, y a menudo lo es, rechazado, el llamado interno especial del Espíritu nunca falla en dar como resultado la conversión de aquellos a quienes es hecho. Este llamado especial no es hecho a todos los pecadores, sino que se emite a los elegidos solamente. El Espíritu no esta en ninguna manera dependiente de su ayuda o cooperación para el éxito en Su obra de llevarlos a Cristo. Es por esta razón que los Calvinistas hablan del llamado del Espíritu y de la gracia de Dios al salvar a los pecadores como siendo “eficaz”, “invencible”, ó “irresistible”. La gracia que el Espíritu Santo extiende a los elegidos no puede ser frustrada o rechazada; nunca fallará en llevarlos a la verdadera fe en Cristo.

La doctrina de la gracia irresistible o eficaz se establece en la Confesión de Fe de Westminster en estas palabras: “A todos aquellos a quienes Dios ha predestinado para vida, y a ellos solamente, le agradó en su tiempo señalado y aceptado, llamarlos eficazmente por su Palabra y Espíritu, de aquel estado de pecado y muerte en el que están por naturaleza, a la gracia y salvación por medio de Jesucristo; iluminando sus mentes espiritual y salvíficamente para entender las cosas de Dios; quitándoles el corazón de piedra y dándoles uno de carne; renovando sus voluntades y determinándoles a hacer lo que es bueno por su poder todopoderoso y acercándoles eficazmente hacia Jesucristo; pero de tal manera que vienen muy libremente, pues, por su Dios les da tal disposición” (Cap. X, secc. 1).

El Espíritu Salva

La Escritura afirma que la salvación es la obra del Espíritu así como la del Padre y del Hijo (Romanos 8:14; 1 Corintios 2:10-13; 1 Corintios 6:11; 1 Corintios 12:3; 2 Corintios 3:6; 2 Corintios 3:17-18; 1 Pedro 1:1-2).

El Espíritu Da el Nuevo Nacimiento

A través de la regeneración o el nuevo nacimiento, los pecadores reciben vida y son hechos hijos de Dios. La Biblia describe este proceso como una resurrección espiritual, una creación, la entrega de un nuevo corazón, etc. El cambio interno, el cual de es modo es operado a través del Espíritu Santo, es resultado del poder y la gracia de Dios y en ninguna manera es El dependiente sobre la ayuda del hombre para el éxito en esta obra.

1. Los pecadores, a través de la regeneración son llevados al reino de Dios y son hechos Sus hijos. El autor de este “segundo” nacimiento es el Espíritu santo; el instrumento que El utiliza es la Palabra de Dios (Juan 1:12-13; Juan 3:3-8; Tito 3:5; 1 Pedro 1:3; 1 pedro 1:23; 1 Juan 5:4).

2. A través de la obra del Espíritu, al pecador muerto se les dado un nuevo corazón (naturaleza) y se hace andar en la ley de Dios. En Cristo se convierte en una nueva creación (Deuteronomio 30:6; Ezequiel 36:26-27; Compare Ezequiel 11:19; Gálatas 6:15; Efesios 2:10; 2 Corintios 5:17-18).

3. El Espíritu Santo resucita al pecador de su estado de muerte espiritual y lo hace tomar vida (Juan 5:21; Efesios 2:1, 5; Colosenses 2:13).

El Espíritu Revela los Secretos de Dios

Dios da a conocer a Sus escogidos los secretos del reino a través de la revelación especial interna dada mediante el Espíritu (Mateo 11:25-27; Lucas 10:21; Mateo 13:10-11, 16; Lucas 8:10; Mateo 16:15-17; Juan 6:37, 44-45; Juan 6:64-65; 1 Corintios 2:14; Efesios 1:17-18; vea también Juan 10:3-6, 16, 26-29).

El Espíritu Da la Fe y el Arrepentimiento

La fe y el Arrepentimiento son dones divinos y son operados en el alma a través de la obra regeneradora del Espíritu Santo (Hechos 5:31; Hechos 11:18; Hechos 13:48; Hechos 16:14; Hechos 18:27; Efesios 2:8-9; Filipenses 1:29; 2 Timoteo 2:25-26).

El Espíritu Llama Eficazmente

La invitación del evangelio extiende un llamado externo general a la salvación a todos los que escuchan el mensaje. Además a este llamado externo, el Espíritu Santo extiende un llamado interno especial a los elegidos solamente. El llamado general del evangelio puede, y a menudo es, rechazado, pero el llamado especial del Espíritu no puede ser rechazado; siempre resultará en la conversión de aquellos a quienes es hecho (Roanos 1:6-7; Romanos 8:30; Romanos 9:23-24; 1 Corintios 1:1-2, 9, 23-31; Gálatas 1:15-16; Efesios 4:4; 2 Timoteo 1:9; Hebreos 9:15; Judas 1; 1 Pedro 1:15; 1 Pedro 2:9; 1 Pedro 5:10; 2 Pedro 1:3; Apocalipsis 17:14).

La Salvación: Dada Por el Dios Soberano

La aplicación de la salvación es totalmente por gracia y es cumplida solamente a través del poder todopoderoso de Dios (Isaías 55:11; Juan 3:27 Juan 17:2; Romanos 9:16; 1 Corintios 3:6-7; 1 Corintios 4:7; Filipenses 2:12-13; Santiago 1:18; 1 Juan 5:20).

LA PERSEVERENACIA DE LOS SANTOS
O LA SEGURIDAD DE LOS CREYENTES

Los elegidos no solamente son redimidos por Cristo y renovados por el Espíritu, sino que también son guardados en la fe por el todopoderoso poder de Dios. Todos aquellos que están espiritualmente y unidos a Cristo a través de la regeneración están eternamente seguros en El. Nada puede separarlos del amor eterno e incambiable de Dios. Han sido predestinados para gloria eterna y por lo tanto tienen la certeza del cielo.

La doctrina de la perseverancia de los santos no sostiene que todos los que profesan la fe cristiana tienen la seguridad del cielo. Son los santos– aquellos que son apartados por el Espíritu –los que perseveran hasta el fin. Son los creyentes –aquellos a quienes se les ha dado la verdadera fe en Cristo– los que están seguros y salvos en El. Muchos que profesan creer se apartan, pero no caen de la gracia, porque nunca estuvieron en la gracia. Los verdaderos creyentes caen en tentaciones, y no comenten pecados graves, pero estos pecados no les hacen perder su salvación o separarlos de Cristo.

La Confesión de Fe de Westminster da la siguiente declaración de esta doctrina: “Los que han sido, aceptados pro Dios en su Hijo Amado, eficazmente llamados, y santificados por su Espíritu, no pueden caer totalmente ni finalmente del estado de gracia; sino que ciertamente perseverarán en ella hasta el final y serán salvos eternamente” (Cap. XVII, secc. 1.

Boettner esta indudablemente correcto al afirmar:

Esta doctrina no es independiente sino es una parte necesaria del sistema Calvinista de teología. Las doctrinas de la Elección y la Gracia Eficaz lógicamente implican la salvación segura de aquellos que reciben estas bendiciones. Si Dios ha escogido a hombres absolutamente e incondicionalmente para vida eterna, y si Su Espíritu efectivamente ha aplicado los beneficios de la redención, la conclusión ineludible es que esta personas serán salvas (Boettner, The Reformed Doctrine of Predestination, 182.)

Los siguientes versículos muestran que al pueblo de Dios se le ha dado vida eterna en el omento en que creen. Son guardados por el poder de Dios a través de la fe y nada puede separarlos de Su amor. Han sido sellados con el Espíritu Santo, quien ha sido dado como la garantía de su salvación, y por los tanto están seguros de una herencia eterna (Isaías 43:1-3; Isaías 54:10; Jeremías 32:40; Mateo 18:12-14; Juan 3:16; Juan 3:36; Juan 5:24; Juan 6:35-40; Juan 6:47; Juan 10:27-30; Juan 17:11-12, 15; Romanos 5:8-10; Romanos 8:1; Romanos 8:29-30; Romanos 8:35-39; 1 Corintios 1:7-9; 1 Corintios 10:13; 2 Corintios 4:14, 17; Efesios 1:5, 13-14; Efesios 4:30; Colosenses 3:3-4; 1 Tesalonicenses 5:23-24; 2 Timoteo 4:18; Hebreos 9:12, 15; Hebreos 10:14; Hebreos 12:28; 1 Pedro 1:3-5; 1 Juan 2:19, 25; 1 Juan 5:4, 11-13, 20; Judas 1; Judas 24-25).

Extraído de The Five Points Of Calvinism por Steele, Thomas & Quinn.

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