La Ley y el Cristiano - 2ª Parte
Por Gary E. Gilley
(Junio /julio de 1998 - Volumen 4, Tema 6)
Si usted es como yo, hay ocasiones en que usted no puede dormir. Cuando pierdo sueño es normalmente porque mi mente está trabajando con algún asunto de interés. Podrían ser asuntos familiares o financieros, problemas de la iglesia, cargas por personas, o enfrento cansancio hasta el límite. Rara vez he perdido el sueño por reflexionar sobre asuntos teológicos – aunque ese sería un uso más productivo de mi tiempo. Quiero decir, ¿Qué es más importante, mi comprensión de Dios y las Escrituras, o cuánto voy a ahorrar para mi jubilación? Sabemos la respuesta correcta a una pregunta como esa, pero como se ha dicho, lo urgente a menudo toma precedente sobre lo importante. En este sentido, ¿cuánto tiempo le ha tomado pensar acerca del lugar de la ley mosaica en la vida del creyente? Si bien pocos cristianos pasan horas despiertos por la noche preguntándose acerca de su relación a la Ley, probablemente lo debían estar – pues su perspectiva de la Ley tiene ramificaciones importantes para la vida cotidiana. Comenzaremos con una visión general del propósito de la Ley.
El Propósito de la Ley
Si la Ley no nos puede salvar (y todas las partes están de acuerdo en esto) y no nos puede santificar (la posición dispensacional que trataremos de probar en este artículo), ¿para que fue dada? El Apóstol Pablo nos da por lo menos siete razones de por qué la Ley fue dada:
1) Para darle a los hombres el conocimiento del pecado (Romanos 3:20). Mientras que la Ley no nos pueden hacer justos ante Dios, si puede, y revela nuestra condición pecaminosa. Profundiza el conocimiento de nuestro fracaso ante Dios (Romanos 7:7).
2) Para producir culpabilidad (Romanos 3:19). Dios no ha dado a la humanidad la Ley para salvarnos sino para silenciarnos. Él nos silencia utilizando la Ley para hacernos rendir cuentas a Dios.
3) Para servir de estándar mediante el cual somos juzgados (Romanos 4:15).
4) Para aumentar el pecado (Romanos 5:20). “La ley multiplicando las exigencias de Dios revela a los hombres la multitud de sus ofensas. En este sentido, la ley no empeora el estado de los hombres, sino que muestra más claramente qué tan malos son ya” (La ley y la Gracia, McClain, p. 27).
5) Para mostrarnos la naturaleza terrible del pecado (Romanos 7:8-13). En este pasaje Pablo tiene el cuidado de enseñar que no hay nada malo con la Ley misma. El problema yace en nosotros. Somos tan depravados que los santos mandamientos de Dios estimulan el pecado en nosotros en vez de eliminarlo.
6) Para restringir el pecado (1 Timoteo 1:9-10). El objetivo de la Ley parece estar en contra del cuarto y quinto propósito de arriba. “La respuesta es que la ley contiene dos elementos y dos efectos. Los dos elementos son el mandamiento y la penalidad, y los dos efectos son internos y externos. El mandamiento interiormente estimula la actitud de rebelión en hombres con naturalezas pecaminosas. Por otra parte, la penalidad externamente restringe el acto de rebelión externo” (McClain, p. 26,27).
7) Para que pueda servir como tutor (Gálatas 3:24). La Ley sirvió al pueblo del Antiguo Testamento algo así como un guardián que pondría una restricción en el pueblo de Dios hasta la llegada de Cristo. Con la ascensión de Cristo y la llegada del Espíritu Santo, el papel de la Ley como guardián se ha cumplido. Ya no hace las funciones de un guardián y ya no sirve en capacidad de dirigir a los hombres a Cristo.
En las últimos artículos examinamos las principales posturas teológicas con respecto a la Ley, luego expresamos nuestro apoyo al enfoque dispensacional. Queremos reconocer, sin embargo, que la perspectiva del dispensacional con respecto a la Ley es a menudo incomprendida en el mejor de los casos y despreciada en el peor de los casos. Por ejemplo, A.W. Pink en La Ley y el Santo, da las siguientes tres opciones a la pregunta, “¿cuál es la relación de la Ley con el Santo?” La primera opción la de los legalistas que creen que los pecadores se convierten en santos guardando la ley. La segunda es la posición Reformada, lo cual es la de Pink, de que la Ley es una regla de vida para los creyentes. La opción final es que la Ley no tiene nada que ver con los cristianos de hoy. Esta opción final, la cuál es la del dispensacionalista, es llamado Antinomianismo – sin ley, un rechazo a la autoridad gubernamental de Dios (pp. 15,16). De esta manera en la mente de Pink, no aceptar la Ley como la regla de vida del cristiano es un voto a la desobediencia y a la rebelión en contra de Dios.
El dispensacionalista no cree apologéticamente que el cristiano esta libre de la Ley, como demostraremos a continuación. Sin embargo, no es nuestra posición de que el cristiano tiene libertad de seguir una vida de pecado. Pablo aborda este mismo tipo de cuestión en Romanos 6:1,2 donde algunos aparentemente lo acusaban de Antinomianismo – “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”. Pablo claramente enseña que el creyente debe vivir una vida de rectitud, no con base en la Ley, sino con base en la gracia. Éste es el quid de todo el asunto. ¿Obedecemos a Dios porque estamos obligados a hacerlo – porque seremos bendecidos si obedecemos pero maldecidos si no lo hacemos (como lo fueron aquellos bajo la Ley – Deuteronomio 28)? O ¿seguimos y obedecemos a nuestro Señor con corazones agradecidos por las bendiciones que ya se han recibido? (Efesios 1:3 “bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”.) Esta última posición creemos que es el cuadro bíblico, como se tratará ahora de discutir.
La polémica del Apóstol Pablo
La posición del cristiano en Cristo se revela casi en su totalidad por Pablo. Quite sus trece epístolas del Nuevo Testamento y mucho de la singularidad y el misterio de la vida cristiana se eliminarían con ella. Sin los escritos de Pablo no podríamos comprender plenamente las doctrinas de la iglesia, la justificación, la reconciliación, la identificación, y la redención. Se le fue dado a Pablo ser el revelador de esta dispensación de la gracia, la era de la iglesia. Por tanto, es a las epístolas de Pablo que nos volvemos, y al hacerlo a su vez, encontramos varios pasajes que específicamente afirman que el cristiano ha sido puesto en libertad de las Ley.
· Romanos 6:14,15 “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. Una de las claves importantes para la victoria sobre el pecado en la vida cristiana es el reconocimiento de que no estamos bajo la ley sino bajo la gracia. ¿Qué quiere decir eso? “La preposición ‘bajo’ (hupo) significa ‘sujeto al poder de cualquier persona o cosa, estar bajo el poder de algo, estar bajo la regla o la soberanía de algo.’” (La Regla de la vida del Creyente, p. 9, 10). El contexto de Romanos 6 es el de la santificación. Estos dos versículos están dedicados específicamente a la forma en que el santo puede ser libre de la dominancia y del dominio del pecado. La clave, dice Pablo, es el reconocimiento de que ya no estamos bajo la dominación de la Ley, sino bajo la gracia.
· Romanos 7:1-4 – el versículo 4 dice, en parte, – “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro”. Los creyentes del Antiguo Testamento se “casaban” con la Ley en el sentido de que estaban bajo la autoridad de la Ley para vivir (no para salvación). Todo esto ha cambiado para el cristiano del Nuevo Testamento Hemos muerto a la autoridad de la Ley y hemos sido unidos a Cristo. La Ley ya no tiene exigencia en nuestras vidas.
· Romanos 7:6 – “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.” Este versículo le añade varios pensamientos a los versículos precedentes. Mientras los anteriores versículos proclaman nuestra muerte a la Ley, este claramente dice que el resultado de esa muerte es liberación de la Ley. Los comentarios de Pablo se hacen sobre el telón de fondo de la ilustración del matrimonio en los versículos 1-3. En tanto que el marido esté vivo la esposa está legalmente obligada con él, pero si él muere ella es puesta en libertad de la relación matrimonial. De modo semejante, antes de nuestra muerte con Cristo estábamos obligados con la Ley, pero eso cambió – hemos sido puestos en libertad; nuestra relación a la Ley se ha disuelto. Este versículo también nos dice la razón de por qué hemos sido puestos en libertad de la Ley – para “que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.” Nuestra liberación de la Ley tiene influencia directa en cómo vivimos y le servimos a nuestro Señor.
· Gálatas 5:18 – “Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”. Cuando Pablo habla de ser guiado por el Espíritu, él no tiene en mente alguna conducción mística del Espíritu Santo en la vida del creyente. Más bien, Pablo está usando el concepto como una descripción de la vida cristiana (o sea cómo es ese cristiano vivo). En Romanos 8:14 él claramente dice, “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” Como Hijos de Dios no estamos bajo el dominio de la Ley.
· 1 Corintios 9:20 – “Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley”. Al describir Pablo su pasión por conquistar lo perdido él declaró que entre judíos él estaba dispuesto a cumplir la ley (y las costumbres probablemente judías) para ganar a los judíos a Cristo. Pero él enfáticamente proclama que él, a sí mismo, no estaba bajo la Ley. Para algunos Pablo parece contradecirse en el siguiente versículo: “a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.” ¿Se colocado Pablo y a nosotros ahora, de regreso a estar bajo la Ley? De ninguna manera, mientras que ya no estamos bajo el código Mosaico estamos obligados a lo que aquí es llamado “la ley de Cristo”. Discutiremos la ley de Cristo más tarde, peor por ahora es evidente de este pasaje que Pablo niega estar bajo la Ley judía.
Mientras que Pablo nos informa que la Ley es santa, justa y buena (Romanos 7:12), prácticamente todo lo que enseña en el Nuevo Testamento acerca de los efectos de la Ley en nuestras vidas es negativo. Adicionalmente, no existe ninguna declaración en el Nuevo Testamento que incluso deduzca que el cristiano crece en la santidad al guardar la ley. Aquí está una muestra de otros pasajes en los que pesan en el asunto:
· Efesios 2:14,15 – Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz”.
McClain escribe: “esta ‘pared divisoria’ simplemente no separó a una clase de pecador (los judíos) de otra clase de pecador (los gentiles). Fue más bien una barrera que separó a todos los pecadores, tanto judíos y como gentiles, de un Dios santo. Por esto es que la 'Leyes de los mandamientos’ tuvieron que ser abolidas en el fin de ‘reconciliar con Dios a ambos (el judío y el gentil) en un solo cuerpo humano'” (versículo 16).
· Colosenses 2:14 – Pablo habla aquí del antagonismo de las Ley en contra de nosotros: “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz”. La Ley, en vez de llevarnos a Dios, nos separó de El. Por lo tanto, era necesario para Cristo remover la Ley a fin de que sus demandas ya no nos puedan separarnos de El.
· 2 Corintios 3:7 – Pablo se refiere a la Ley como: “el ministerio de muerte”. Ryrie comenta sobre esto en su Biblia de estudio: “puesto que la ley le mostró al hombre su pecado y no le dio poder para salir de ella, es un ministerio de muerte”.
· Romanos 4:14-15 – En lugar de la vida y la justicia la Ley fueron diseñada para “producir ira”.
· Gálatas 3:23-25 – “Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.” Pablo afirma que en algún momento – antes de “la fe,” o esta dispensación, hubo algunas personas que estaban bajo la Ley. “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.”. Un ayo no era un maestro en los tiempos del Nuevo Testamento, sino un guardián o un custodio. El “pedagogo” era usualmente un esclavo empleado por romanos y griegos ricos para tener a cargo a uno de los hijos de la familia. Él tenía a cargo al niño de unos seis a dieciséis años de edad y era responsable de velar por su comportamiento dondequiera que él iba, y para escoltarlo a la escuela. Él hacía las funciones de un guardián y un partidario de la disciplina más que de un maestro. Cabe señalar que las palabras “para conducirnos” como lo dice la LBLA no son encontradas en el texto griego. La Ley señaló a Cristo (versículo 23) pero no nos conduce a Cristo, sino que sirvió como un tutor hasta que Cristo viniese. ¿Qué ha ocurrido ahora que Cristo ha venido? El versículo 25 nos dice, “Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo”. La Ley hizo las funciones del custodio, el supervisor de pueblo del Antiguo Testamento, pero ahora, en esta era de la iglesia, ya no sirve en esa capacidad.
Juntando todos estos pasajes (junto con muchos otros: Romanos 3:21-23; 4:5; 5:13; 10:4; 2 Corintios 3:3,6-18; Gálatas 2:19; 3:1-5; 4:8-11; 5:1,3,18; Filipenses 3:1-11; Hebreos 7:11-28; 8:4-6,13; 9:8; 10:1-18; Santiago 2:8-10), descubrimos la verdad maravillosa de que ¡hemos sido puestos en libertad de la Ley! La ley mosaica no existió antes del Éxodo (Éxodo 20) y no tiene autoridad sobre la iglesia hoy. Fue estrictamente un código, un estándar de conducta, dado a Israel solamente. La era de la iglesia ha hecho la Ley inoperante. “Con la inauguración de una época nueva, nuestra relación a la ley ha cambiado. Considerando que la ley anteriormente dominaba y controlaba, ahora ya no tiene autoridad sobre la vida del santo” (The Law, the Gospel, and the Modern Christian; Strickland, p. 266).
La Vida del cristiano
El miedo de muchos es que si no mantenemos al cristiano bajo la Ley le estamos dando una licencia para pecar y un motivo de confusión. Es porque, se nos dice, que ya no colocamos sobre su cabeza la Ley que los cristianos hoy son tan rebeldes y no parecen conocer el bien y el mal. Creemos estas acusaciones son tanto injustas y falsas; sin embargo, nos hacen preguntar: “si la Ley no es la regla de la vida para el creyente, ¿entonces qué es?” O para ponerlo de otra manera, ¿qué debería gobernar la vida y la conducta del hijo de Dios en esta dispensación?
En el limitado espacio que hemos dejado, permítame generalizar diciendo que el enfoque del cristiano del Nuevo Testamento debería ser en Cristo, el amor, y la gracia en vez de en la ley. Los escritores del Nuevo Testamento tuvieron abundante tiempo para llamar al creyente a la obediencia a la Ley, si lo hubiesen deseado; pero no se da tal mandato. En lugar de eso el punto focal es Cristo. Aquí hay algunos muestra de las enseñanzas del Nuevo Testamento: Para que mí el vivir es Cristo (Filipenses 1:21). Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20). Para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. (Colosenses 2:2,3). Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. . . Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. (Colosenses 3:1,4). Incluso en un pasaje que nos llama a guardar los mandamientos, el énfasis no está en los mandamientos sino en una relación con Cristo. Por ejemplo 1 Juan dice: “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. . . por esto sabemos que estamos en él. (2:3-5). La Ley dice obedece serás bendecido, el Nuevo Testamento dice que nuestra obediencia es una señal de conocer a Cristo. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. (1 Juan 4:9). El idea central de la vida cristiana es conocer a Cristo – a fin de conocerle (Filipenses 3:10) – no la ley.
“De qué se trata entonces la vida cristiana? La vida cristiana es simplemente conocer a UNA PERSONA, amarle a Él, tratar de agradarle a Él, caminar con Él, honrarle a Él, obedecerle a Él, darle gracias a Él, gozarse en Él, deleitarse en Él, confiar en Él, crecer en Él, hablarle a Él, hablar a otros acerca de Él, permanecer en Él, aprender de Él, aprender acerca de Él, sentarse a Sus pies y disfrutar Su presencia. Note que el énfasis está en ÉL (en una PERSONA). (La Regla de Vida para el Creyente, por George Zeller). Así la vida cristiana es una relación de amor con la persona de Cristo, no una relación legal.
Una palabra debería decirse sin embargo acerca de lo que el Nuevo Testamento llama la ley de Cristo. Citando a Wayne Strickland: “Esta ley de Cristo se discute tanto por Pablo (Romanos 13:8-10; Gálatas 5:14; 6:2; 1 Corintios 9:21) y por Santiago (Santiago 1:25; 2:8,12). No es una mera reformulación de palabras de la ley mosaica, ya que no consiste de un conjunto concreto de demandas, sino más bien de principios básicos, pues a cada creyente se le promete la morada permanente en él del Espíritu Santo. Puesto que el Espíritu Santo ministra en la vida del creyente del Nuevo Testamento en nombre de Jesucristo, no hay necesidad de ningún largo, detallado, codificado, y medio externo de de coacción como en la ley mosaica” (The Law, the Gospel, and the Modern Christian, p. 277). Alva J. McClain resume este tema bien en su Ley y la Gracia: “¿Qué es esta ‘ley de Cristo’?” En la búsqueda de una respuesta hay que señalar que casi todos los comentaristas que tratan con la pregunta encuentran una referencia a las palabras de nuestro Señor: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. (Juan 15:12). Juan indudablemente se refiere a esta misma cosa cuando escribe: Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. (1 Juan 3:23). Amar a tu prójimo no era nada nuevo, pues fue el segundo gran mandamiento de la Ley de Moisés. Lo que era absolutamente nuevo era esta obligación de amar otros como Cristo nos amó. Ésta es pues la ‘ley de Cristo’; no el decálogo, ni incluso el Sermón del Monte, sino la ley del amor según una medida nueva y divina, a saber, que debiésemos amarnos como Cristo nos amó” (pp. 75, 76).
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