lunes, abril 05, 2021

El Mandato De Cristo De Ser Compasivo

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El Mandato De Cristo De Ser Compasivo

POR JOHN F. MACARTHUR

Lucas 14:12-14

La compasión divina tiene implicaciones humanas. Dado que Dios es compasivo, espera que su pueblo también lo sea. La misericordia que ha extendido a los pecadores como nosotros debería motivarnos a ser igualmente compasivos con los demás. De hecho, Cristo nos ordenó ser compasivos.

Mostrar misericordia a los débiles y enfermos es el deber de todo cristiano. En el evangelio de Lucas, Jesús nos dio una instrucción directa que es un mandato no sólo para la iglesia, sino para cada creyente. Dijo:

Y dijo también al que le había convidado: Cuando ofrezcas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos, no sea que ellos a su vez también te conviden y tengas ya tu recompensa. Antes bien, cuando ofrezcas un banquete, llama a pobres, mancos, cojos, ciegos, y serás bienaventurado, ya que ellos no tienen para recompensarte; pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos (Lucas 14:12–14)

¿Podría ser más claro? No veo cómo.

Jesús está diciendo que si estás organizando una celebración o una fiesta, no debes invitar sólo a aquellos que pueden pagarte con una invitación recíproca. Invita a personas que no tengan capacidad de retribuirte de ninguna manera. Si quieres manifestar el amor y la compasión de Dios, esa es la manera de hacerlo. La verdadera generosidad de Cristo significa mostrar una bondad que nunca puede ser devuelta.

Cuando eres pródigo en dar a alguien que sabes que será generoso a cambio, eso no es la generosidad de Dios; es el típico y superficial altruismo del interés humano. Sólo cuando eres generoso con los que no pueden corresponder, estás mostrando realmente la generosidad de Dios. Y si realmente quieres entrar en el gozo de Dios, no hay mejor manera.

Es un mandato solemne de Cristo. Es un mandato práctico que debe caracterizar nuestras relaciones con los demás a nivel personal, en el contexto de nuestras familias, y especialmente en nuestra comunión con otros creyentes. Que ese sea el espíritu que impregne nuestro trato con el prójimo.

Ahora bien, poned ese mandamiento junto con todo lo que hemos visto sobre el amor inquebrantable de Dios; el propósito redentor de Dios al mostrar compasión; la profusa generosidad que David mostró hacia Mefiboset; y (sobre todo) Cristo como la máxima expresión de la compasión divina, que literalmente tomó nuestra debilidad y nuestras dolencias como propias para identificarse con nosotros.

Si todas estas cosas ilustran el tipo de compasión que debemos mostrar hacia los débiles y discapacitados de nuestras comunidades, parece chocante e incómodamente obvio que nosotros, como creyentes en Cristo -tanto colectiva como individualmente- necesitamos hacer más de lo que estamos haciendo actualmente para llegar y ministrar a las personas de nuestra cultura que son discapacitadas, débiles, ciegas, pobres y que viven en el desamparo. A menudo, el resto de la sociedad los pasa por alto. La Iglesia no debe descuidarlos.

La iglesia no se estableció como un club de campo o una casa de fraternidad para gente en forma, fresca y con estilo. Es una comunidad de aquellos que reconocen su propia caída y su total impotencia, que han echado mano de Cristo para la salvación, y cuya principal actividad en la tierra es mostrar a otros pecadores necesitados el camino de la salvación. Si no nos ocupamos de llegar especialmente a los ciegos, enfermos o discapacitados, simplemente no estamos siendo fieles heraldos de la tierna misericordia de Cristo.


Disponible en línea: https://www.gty.org/library/blog/B160803

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