jueves, enero 28, 2021

La Biblia y la Lectio Divina: ¿Una Herramienta Útil O Una Práctica Peligrosa?

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La Biblia y la Lectio Divina: ¿Una Herramienta Útil O Una Práctica Peligrosa?

Por Brad Klassen

Con el nuevo año aumenta el interés por los planes de lectura de la Biblia. El cambio de calendario da a la gente un renovado sentido de la oportunidad, un momento para hacer nuevos propósitos y establecer nuevas metas. En el caso de los creyentes, estos propósitos suelen centrarse en planes más ambiciosos para leer la Palabra de Dios. Esto es de esperar, ya que somos un pueblo definido por un Libro.

Aunque leer más de la Palabra de Dios es siempre encomiable, la calidad de la lectura siempre superará a la cantidad en términos de impacto. Reconociendo esta realidad, los lectores de la Biblia no sólo deben considerar cuánto deben leer, sino -más importante- cómo deben leer. Dar prioridad a la manera de leer por encima de la cantidad ayuda a los cristianos a alejarse de la rutina de la lectura como mera formalidad.

Cuando se trata de formas de leer la Biblia, hay un enfoque que merece un cuidadoso escrutinio y una seria advertencia. En el intento de rescatar la lectura bíblica del mero formalismo, un número creciente de evangélicos está prescribiendo una práctica conocida como lectio divina.[1]

¿Que es la lectio divina

Lectio divina significa en latín “lectura divina” o “lectura sagrada.” Los orígenes de este método se remontan al siglo VI, cuando Benito de Nursia (480-547 d. C.) lo estableció como disciplina monástica. El propósito de este tipo de lectura bíblica era promover la oración contemplativa, con el objetivo de que quienes practicaran este método experimentaran una mayor sensación de unión con Dios. Ganó popularidad en la Iglesia católica romana -especialmente entre los monjes benedictinos- y evolucionó gradualmente hasta convertirse en el proceso de cuatro etapas por el que hoy se le conoce. Aunque las prácticas específicas varían, estas cuatro etapas pueden resumirse como sigue:

  1. Lectio (lectura): El lector comienza con una sencilla oración del tipo: “Habla, que tu siervo te escucha.” Se elige un texto de la Escritura y se lee repetidamente, de forma muy lenta. A medida que se lee el texto, el lector busca que ciertas palabras o frases resuenen en su ser, como si Dios mismo estuviera pronunciando esas palabras de nuevo. Una vez que se produce esta resonancia, el lector se centra más específicamente en esas palabras seleccionadas y comienza a recitarlas con mayor énfasis e interés. Lo que busca no es el significado de esas palabras según su uso habitual en la época en que fueron escritas o según la influencia de su contexto literario más amplio. Lo que el lector busca es la voz de Dios hablando íntimamente a “los oídos de su corazón.”
  1. Meditatio (meditación): Con estas palabras del texto resaltadas y la voz de Dios reconocida en ellas, el enfoque pasa a la meditación. Ahora que Dios ha puesto de relieve estas palabras de forma sobrenatural, el lector debe reflexionar sobre cómo se relacionan los significados profundos y personales de estas palabras con su propia vida. El texto ya no es un mero objeto en una página, sino que está vivo y activo en la mente del lector mientras reflexiona sobre su significado para él. De hecho, incluso las palabras especiales del texto dejan de ser el centro de atención. La intención aquí es elevarse por encima de ellas para recibir un sentimiento, una idea, una comprensión, una imagen o una percepción sobre Dios mientras le habla al lector. Se anima al lector a introducirse directamente en el propio texto, convirtiéndose, por así decirlo, en el escritor del texto, en su destinatario o en el personaje sobre el que se han escrito las palabras. Experimentar el texto a través de la imaginación y la visualización es la clave.
  1. Oratio (oración): La tercera etapa del proceso consiste en dialogar con Dios. Una vez abierto el corazón por la voz de Dios que llega a través del texto, el lector responde comunicando a Dios lo que está aprendiendo, y escuchando de él su afirmación o corrección. Incluso se anima al lector a que registre estos mensajes que vienen de su corazón, ya sea una palabra, una imagen o un sentimiento.
  1. Contemplatio (contemplación ó acción): En la etapa final, el lector se alegra de haber escuchado a Dios de nuevo en lo que ha recibido. Mientras disfruta de esta unión con Dios, el lector deja de lado las precomprensiones, convicciones y comportamientos anteriores que ahora reconoce como contrarios a la palabra viva y activa de Dios. Abraza la nueva perspectiva y descansa en un estado de paz y satisfacción. Concluye reflexionando sobre cómo vivir en la novedad de vida que esta experiencia ha producido.

Para un número creciente de evangélicos, especialmente los del movimiento de "formación espiritual", el enfoque de la lectio divina para la lectura de la Biblia contiene numerosos beneficios. En primer lugar, su origen es antiguo. Es anterior a la era del racionalismo y la exégesis fría e impersonal. Su práctica establece la conexión con una tradición antigua que a menudo se siente ausente en nuestra era de cambios rápidos e individualismo.

En segundo lugar, utiliza la Biblia. En nuestra cultura ocupada y distraída, y en una época en la que los creyentes tienen tantos libros y comentarios cristianos más allá de la Biblia, este enfoque de la lectura sagrada desafía a los lectores a dejar de lado todas estas distracciones, a guardar todos los libros cristianos y a centrarse únicamente en la Biblia.

En tercer lugar, trata la Biblia como la palabra viva de Dios, y no como un mero artefacto de la historia. Este enfoque de la lectura cree que Dios está ahí, y que no se calla: habla fresca e íntimamente en su Palabra y a través de ella, incluso miles de años después de haber sido registrada.

En cuarto lugar, hace énfasis en la comunión con Dios. Este enfoque de la lectura de las Escrituras se promueve como la solución directa al problema de la lectura seca y sin interés. Coloca la unión con Dios en el centro y trata de curar la miopía del mundo natural del lector, permitiendo que sus ojos espirituales vean lo sobrenatural.

Por último, eleva el nivel de participación del lector. No es un mero miembro de la audiencia del texto bíblico, sino un receptor directo y participante en él. La lectio divina invita al lector a encontrar a Dios por sí mismo.

¿Por qué es peligrosa la lectio divina?

Con semejante lista de supuestos beneficios, ¿podría haber algún peligro con ella? La respuesta es , y son importantes.

  1. Su origen y desarrollo histórico. Muchos evangélicos creen que es totalmente inofensivo -incluso beneficioso- "saquear a los egipcios" cuando se trata de metodologías interpretativas. Mientras una práctica con raíces sospechosas se consagre en una fachada evangélica, los presupuestos que originaron la práctica en primer lugar quedan automáticamente neutralizados. Este optimismo ingenuo es evidente en otras partes del abrazo de los evangélicos a las metodologías críticas superiores y a la teoría crítica de la raza. Reconocen que los creadores de estas supuestas "herramientas" son herejes, pero las emplean de todos modos. Sin embargo, a pesar de las afirmaciones en contra, el fruto siempre está determinado por las raíces. Las presuposiciones antibíblicas que dieron lugar a las prácticas nunca se superan.

Lo mismo ocurre con la lectio divina. Sus raíces no pueden ser ignoradas. Cortarlas sería matar la propia práctica. Además, no es casualidad que la práctica haya encontrado un fuerte apoyo entre los ascetas benedictinos y los místicos católicos romanos. Si no estamos de acuerdo con su doctrina, ¿cómo podemos emplear libremente las metodologías que ellos utilizaron para producirla? Las ideas engendran consecuencias, y las consecuencias no pueden disociarse de sus ideas.

  1. Su aislamiento del escritor humano. Aunque muchos defensores evangélicos de la lectio divina sostienen que el estudio cuidadoso del texto bíblico en sus contextos literarios e históricos originales sigue siendo necesario, no obstante, crean una categoría diferente de lectura que busca un significado adicional más allá de estos parámetros. Cuando se lee el texto "sagradamente", la voz del escritor humano se silencia casi por completo -si no totalmente-. Lo que se busca es el significado "divino", el significado que es fresco, personal e íntimo para el propio lector. Como "sagrada", esta clase de lectura no puede evitar ser tratada como superior a la que lucha por cosas tan "naturales" como la intención del autor, el uso habitual de las palabras y la gramática, y los acontecimientos de la historia. Y cuando se silencia la voz del escritor humano, el lector queda a flote en un mar de subjetividad.
  1. Su enfoque del significado centrado en el lector. A pesar de la afirmación de que la lectio divina es la mejor manera de permitir que el texto domine al lector, la práctica en realidad conduce a lo contrario. El enfoque es extremadamente individualista y subjetivo, por lo que prospera entre ascetas y místicos que prefieren el aislamiento y la independencia. Como dijo uno de sus defensores, “la lectio divina no consiste en interpretar el texto, sino que el texto me interpreta a mí.”[2] De hecho, con esta metodología el yo se convierte en el objeto de estudio e interpretación. En este enfoque, la verdad objetiva pasa a un segundo plano frente al encuentro personal. Lo que importa no es necesariamente que Dios sea adorado por lo que es en la belleza de su majestad, sino que Dios sea experimentado por el lector. David Helm señala este grave defecto cuando escribe: “La Lectio Divina aboga por un método que es espiritual en lugar de sistemáticamente estudioso. Sustituye la investigación por la intuición. Prefiere el estado de ánimo y la emoción a la indagación metódica y razonada. Equipara tu espíritu con el Espíritu Santo.”[3]
  1. Su falta de rendición de cuentas. Al ser una forma de lectura bíblica extremadamente subjetiva, la lectio divina no incluye ningún requisito de validación que incorpore el principio de analogía de la fe (un estudio del resto de las Escrituras para asegurar que no se defienden afirmaciones contradictorias), el principio de catolicidad (que lo que se afirma como de Dios no puede ser algo que nunca antes haya sido afirmado entre el pueblo de Dios en la historia de la iglesia), y el principio de la comunidad de fe (que no se cree ninguna interpretación que no esté sujeta a la corrección o afirmación de la iglesia local y sus ancianos). Las interpretaciones privadas y novedosas prosperan donde se practica la lectio divina. No sólo se percibe poca necesidad de rendición de cuentas entre sus proponentes, sino que no hay forma real de proporcionarla. Por su propia naturaleza, esta "lectura sagrada" del texto resta importancia a las afirmaciones de verdad proposicional y exalta la experiencia de un encuentro. El ejercicio del discernimiento se queda rápidamente en el camino.
  1. Su caricatura de la exégesis gramatical-histórica. Los defensores de la lectio divina suelen describir la lectura de las Escrituras que se esmera en estudiar las palabras, la gramática y la historia como algo frío, analítico y sin vida. La verdadera espiritualidad, afirman, debe provenir de algo superior a estos elementos. El estudio metódico de la Biblia deja poco espacio para el Espíritu Santo y la vitalidad de una vida en comunión con Dios.

De hecho, hay muchos en la iglesia en general -y en el mundo académico en particular- que consideran la Biblia como cualquier cosa menos como la Palabra de Dios. Para ellos, la Biblia es un documento histórico que hay que cuestionar, escudriñar y dudar. Pero es una falacia sugerir que la investigación cuidadosa y el estudio metódico eliminan necesariamente la dependencia del Espíritu, el papel de la oración y el deseo de comunión con Dios. Por ejemplo, Robert Thomas definió cuidadosamente el método gramatical-histórico como “un estudio de las Escrituras inspiradas diseñado para descubrir, bajo la guía del Espíritu Santo, el significado de un texto dictado por los principios de la gramática y los hechos de la historia.”[4] De manera similar, en respuesta a la suposición de que la oración es mejor que la exégesis, B. B. Warfield declaró: “A veces oímos decir que diez minutos de rodillas te darán un conocimiento más verdadero, más profundo y más operativo de Dios que diez horas sobre tus libros. La respuesta apropiada es ‘¡¿Qué?! ¿Más que diez horas sobre nuestros libros, sobre las rodillas?.’”[5]

El estudio cuidadoso no es antitético a escuchar y amar a Dios en y a través del texto bíblico. De hecho, el estudio diligente y exigente va de la mano con la adoración que exalta a Dios. Esto se ve más sucintamente en el mandato del apóstol Pablo a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad” (2 Tim 2:15).

La Alternativa

Aunque se podrían enumerar más razones, éstas son suficientes. La lectio divina -la "lectura sagrada" de la Biblia- no es un instrumento más que el cristiano puede añadir a su caja de herramientas espirituales para leer mejor la Palabra de Dios. En su práctica hay elementos que alejan al lector del significado del texto y lo conducen hacia la propia intuición subjetiva del lector. Una lectura de la Escritura verdaderamente espiritual es aquella que se somete a la voz de Dios tal como la ha entregado una vez para siempre a través de la intención del escritor bíblico.

Fuente  


Para saber más sobre todo, desde la hermenéutica hasta la homilética, consulte nuestra guía gratuita: Manejando la Escritura.

[1] Para un solo ejemplo, véase el popular libro de texto evangélico sobre la interpretación de la Biblia escrito por J. Scott Duvall and J. Daniel Hays, Grasping God’s Word: A Hands-On Approach to Reading, Interpreting, and Applying the Bible, 3rd ed. (Grand Rapids: Zondervan, 2012). Por sus elogios a lectio divina, ver p. 231.

[2] Mark Moore, “Is Lectio Divina Really Dangerous,” Missio Alliance, May 22, 2014  www.missioalliance.org/is-lectio-divina-really-dangerous/(accessed 1/18/2021).

[3] David R. Helm, Expositional Preaching: How We Speak God’s Word Today (Wheaton, IL: Crossway, 2014), 31.

[4] Robert L. Thomas, Introduction to Exegesis (Tyndale Seminary Press, 2014), 24; emphasis added.

[5] Benjamin Warfield, “The Religious Life of Theological Students,” in The Princeton Theology, ed. Mark Noll (Grand Rapids: Baker, 1983), 263.


El Dr Brad Klassen es profesor asociado de exposición bíblica y director de estudios de maestría en el Master’s Seminary.

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