Principio Contra Preferencia
Martes, 14-jul-2009
Tomado de Shepherds´Fellowship Pulpit Magazine
(Por Lance Quinn)
Es por el bien de la iglesia local que los ancianos trabajen juntos hacia la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Efesios 4:3). En cuanto sea posible, los ancianos deben manifestar esta unidad, tratando de tomar decisiones por unanimidad con respecto a la naturaleza y función de la iglesia local, Jesucristo es su principal jefe espiritual. Cuando se trata de la naturaleza de la iglesia, los ancianos deben tomar decisiones basadas en los principios establecidos en la Palabra de Dios. Esto significa que prácticamente decisiones por principio las cuales se logran por mediante una exegesis sana y correcta pueden y reflejan afirmaciones en unanimidad, porque los ancianos someten sus voluntades a la Santa Escritura, garantizando el papel iluminador del Espíritu Santo en el liderazgo masculino de la iglesia, y por lo tanto asegurando un sano curso de acción para el fortalecimiento el cuerpo de la iglesia (Efesios 4:4-16). La naturaleza misma de la iglesia dicha por el apóstol Pablo es el “columna y baluarte de la verdad" (1 Timoteo 3:15).
Sin embargo, cuando se trata de la función de la iglesia, junto con los ancianos siendo llamados a hacer juicios en asuntos de preferencia, la unanimidad es deseable pero no necesaria. Cuestiones de preferencia dentro de la entidad local son precisamente a las que el apóstol Pablo se refiere a cuando declaró a los creyentes romanos del siglo I: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.” (Romanos 14:5). Cuando se consideran las preferencias, Pablo enseña al cuerpo, incluyendo a los ancianos-a seguir “...lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.” (Romanos 14:19). El mismo apóstol, por lo tanto, está afirmando la unidad en lo esencial y la flexibilidad en lo no esencial.
Los ancianos de cualquier congregación local pueden diferir en su comprensión y aplicación de las áreas que no tienen ningún mandato explícito o implícito de liderazgo por unanimidad. Tal libertad debe entonces llevar a estos hombres a orar y rogar uno al otro a considerar todas las alternativas posibles a fin de lograr la unanimidad. En ausencia de cualquier unanimidad deseada, los desacuerdos en materia de preferencia no deben ir inherentemente en contra de la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. La Iglesia, a través de su liderazgo, debe esforzarse por la unidad esencial en doctrina y práctica, pero no debe paralizarse a causa de la falta de unanimidad preferencial. La unanimidad debe ser lograda sobre principios, pueden existir diferencias en las preferencias, sin destruir la unidad, el amor debe predominar en ambos.
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