La Perspectiva del Cielo Sobre la Cruz: Adopción
Por John MacArthur
La forma en que una persona ve la vida y la muerte de Cristo no es una cuestión de preferencia subjetiva o perspectiva. Los temas son objetivos y tienen consecuencias eternas. Y es responsabilidad de los creyentes –quienes ya han experimentado el poder transformador de vida de la verdad de Dios –para proclamar con valentía y advertir a otros en contra de creer una mentira, en su lugar.
A tal efecto, durante las últimas dos semanas hemos estado examinando la cruz de Cristo desde la perspectiva de Dios. ¿Qué logró la muerte del Señor en el plan eterno de Dios? Hasta ahora hemos visto su muerte como sacrificio, sumisión, sustituto, satisfacción y salvación.
Mediante el cumplimiento de los aspectos del plan redentor de Dios, Cristo ofrece todo lo necesario para que los creyentes se conviertan en hijos de Dios. A través del sacrificio de Jesús, Dios nos da la bienvenida en Su más íntima, relación familiar y de compañerismo. En pocas palabras, la muerte de Cristo es el medio de nuestra adopción con Dios.
La adopción no se limita a referirse a las bendiciones celestiales que los creyentes recibirán de Dios –es un término general que define nuestra reconciliación con Dios. En Romanos 5:10, Pablo escribe: “Mientras éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.” Esa reconciliación no es sólo la eliminación del pecado y la culpa –es la adopción plena, a través de la cual somos injertados en Su familia eterna.
En Hebreos 2:9-10, el autor de Hebreos resume muy bien el sacrificio que Cristo hizo por nosotros, y las bendiciones que se pueden disfrutar por ello.
Pero vemos a aquel que fue hecho un poco inferior a los ángeles, es decir, a Jesús, coronado de gloria y honor a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios probara la muerte por todos. Porque convenía que aquel para quien son todas las cosas y por quien son todas las cosas, llevando muchos hijos a la gloria, hiciera perfecto por medio de los padecimientos al autor de la salvación de ellos.
En Colosenses 1:21-22, Pablo describe vívidamente nuestra reconciliación: “Y aunque vosotros antes estabais alejados y erais de ánimo hostil, ocupados en malas obras, sin embargo, ahora El os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de El,” Dios trató a Cristo como si Él hubiera vivido nuestra vida para que Él nos pudiese tratar como si viviéramos la de Cristo. Esa es la adopción, que es lo que Cristo realizó en la cruz.
Demasiado a menudo hoy en día, los métodos evangelísticos exageran los sentimientos de una persona. Pero el evangelio no se trata sólo de amar u odiar a Dios. La buena noticia no es que Dios extiende Su amor y amistad para con nosotros, con la esperanza de que vamos a amarlo a cambio. Más bien, la buena noticia es que Dios ya no está enojado con nosotros. La buena noticia es que la justa ira de Dios ha sido satisfecha por la muerte de Su Hijo, y que a todos los que creen en su Hijo se les da la bienvenida en Su familia.
Lo que Cristo hizo en la cruz no tenía la intención de cambiar la manera como el hombre se siente acerca de Dios, sino para satisfacer y eliminar la enemistad de Dios hacia el hombre. En un acto decisivo, Cristo fue capaz de agotar la ira de Dios por todos los que creen, y establecer una nueva relación entre el Padre y los pecadores. Es sólo a través de la cruz que estamos en condiciones de ser adoptados en la familia eterna de Dios.
Con esto en mente, nos unimos a Pablo al decir: “Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas 6:14).
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