El Arrepentimiento Genuino
Por Jared C. Wilson
He pecado contra ti. Me he disculpado. Pero, ¿cómo saber si lo que digo es en serio?
¿Cómo sabes cuando alguien está arrepentido? En su pequeño libro útil Disciplina de la Iglesia , Jonathan Leeman ofrece algunas orientaciones:
Unos versículos antes de la instrucción de Jesús en Mateo 18 acerca de la disciplina de la iglesia, él nos provee de ayuda para determinar si un individuo está característicamente arrepentido: ¿la persona estará dispuesto a cortar una mano o arrancar un ojo en vez de repetir el pecado (Mateo . 18:8-9)? Es decir, ¿es que él o ella dispuesto a hacer lo que sea necesario para luchar contra el pecado? Las personas arrepentidas, por lo general, son celosas en despojarse de su pecado. Eso es lo que el Espíritu de Dios hace en el interior de ellos. Cuando esto sucede, se puede esperar ver la voluntad de aceptar el consejo externo. La voluntad de incomodar a sus horarios. La disposición a confesar cosas vergonzosas. La voluntad de hacer sacrificios financieros o perder amigos o terminar relaciones. (P. 72)
Estos son buenos indicadores, y creo que podemos añadir algunos más.
A continuación hay 12 señales de que tenemos un corazón verdaderamente arrepentido:
- Llamamos a nuestro pecado como pecado y no damos evasivas o nos excusamos, y aún más, demostramos “tristeza según Dios,” es decir, un dolor sobre todo por el pecado mismo, no sólo un dolor de ser atrapados o tener que hacer frente a las consecuencias del pecado.
- De hecho lo confesamos antes de que nos alcancen las consecuencias circunstanciales de nuestro pecado.
- Si me enteró, lo confieso inmediatamente después y lo “admito,” en lugar tener la verdad completa remando contra nosotros. El verdadero arrepentimiento es típicamente acompañado de la transparencia.
- Tenemos una buena voluntad y afán de hacer las paces. Haremos todo lo posible para hacer las cosas bien y por demostrar que hemos cambiado.
- Somos pacientes con aquellos que hemos herido o victimizados, pasando todo el tiempo que se requiera para escucharlos sin saltar a defendernos.
- Somos pacientes con los que hemos herido o victimizados a que procesen su dolor, y no presionarlos o "culparlos" en perdonarnos.
- Estamos dispuestos a confesar nuestro pecado, incluso ante las graves consecuencias (incluyendo experimentar la disciplina eclesiástica, el tener que ir a la cárcel, o que un cónyuge nos deje).
- Podemos lamentar las consecuencias de nuestro pecado, pero no resentirnos o molestarnos con ellos. Entendemos que a veces nuestro pecado causa un gran daño a los demás que no se sana en un corto plazo (o quizás nunca).
- Si nuestro pecado consiste en la adicción o un patrón de conducta, no omitimos buscar ayuda con un consejero, un sólido programa de doce pasos, o incluso un centro de rehabilitación.
- No nos molesta la rendición de cuentas, la reprensión pastoral, o la disciplina de la iglesia.
- Buscamos nuestro consuelo en la gracia de Dios en Jesucristo, y no simplemente en ser libre de las consecuencias de nuestro pecado.
- Somos humildes y dóciles.
pero ahora me regocijo, no de que fuisteis entristecidos, sino de que fuisteis entristecidos para arrepentimiento; porque fuisteis entristecidos conforme a la voluntad de Dios, para que no sufrierais pérdida alguna de parte nuestra. Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque mirad, ¡qué solicitud ha producido en vosotros esto, esta tristeza piadosa, qué vindicación de vosotros mismos, qué indignación, qué temor, qué gran afecto, qué celo, qué castigo del mal! En todo habéis demostrado ser inocentes en el asunto.
- 2 Corintios 7:9-11
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