El Amor de Dios en la Iglesia Contemporánea.
Por John Macarthur
La iglesia ha perdido al realidad de la ira de Dios. Hemos desatendido su odio por el pecado. El Dios de la mayoría de los evangélicos lo describen como todo amor y sin tanta ira. Hemos olvidado que “horrenda cosa es caer en manos de un Dios vivo” (Hebreos 10:31). Ya no creemos en un Dios de esta clase.
Irónicamente, la sobre énfasis en la bondad divina actualmente trabaja en contra de la percepción del amor de Dios. Algunos teólogos están inclinándose en esta percepción de que Dios es amor, y cuando las cosas van mal es una evidencia de que Dios no puede estar detrás de todo. Ellos creen que si Dios es verdaderamente amor, El no puede ser completamente soberano. Este punto de vista hace a Dios una víctima del mal.
Multitudes han tomado esta idea desastrosa de que Dios es impotente en tratar con el mal. Ellos creen que el Es amablemente débil. Quizás distante, o simplemente despreocupado acerca de la maldad. ¿No es novedad que la gente con ese concepto de Dios desafían SU Santidad, toman Su Amor por concedido y presumen de Su gracia y misericordia? Ciertamente nadie temería a una deidad así.
Pero la Escritura nos dice repetidamente que el temor de Dios es el verdadero fundamento de la verdadera sabiduría (Job 28:28; Salm 111:10; Prov 1:7; 9:10; 15:33; Miq 6:9). La gente trata de explicar el sentido de estos versículos diciendo que el llamado a temer es en un sentido de temor devoto y de reverencia. Ciertamente el temor de Dios incluye devoción y reverencia, pero no excluye un horror literal. “A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo.” (Isaías 8:13)
Debemos recapturar el terror santo que viene con el correcto entendimiento de la ira santa de Dios. Necesitamos recordar que la ira de Dios hará arder a los pecadores impenitentes (Salmo 38:1-3). Esta realidad es lo que hace que su amor sea asombroso. Tenemos que proclamar estas verdades con el mismo sentido de convicción y fervencia cuando declaremos el amor de Dios. Es solamente en el contexto de la ira divina que la significación completa del amor de Dios puede ser entendida de verdad. Ese es precisamente el mensaje de la cruz de Jesucristo. Ante todo, fue en la cruz que el amor de Dios y su Ira fue mostrado majestuosamente.
Solo aquellos que se ven así mismos como pecadores en las manos de un Dios airado pueden completamente apreciar la magnitud y la maravilla de su amor. Con respecto a nuestra generación está en una segura desventaja más que cualquier otra era. Hemos sido forzados las doctrinas de la autoestima en gran medida que la mayoría de la gente no se ven realmente como pecadores dignos de la ira divina. Encima de eso, el liberalismo religioso, humanismo, el compromiso evangélico y la ignorancia de las Escrituras han trabajado en contra del correcto entendimiento de quien es Dios. Irónicamente, en una era en que se concibe a Dios como todo amor, en conjunto desprovisto de ira, pocas personas realmente entienden lo que es el Amor de Dios.
Como hemos notado la idea falsa de la presente era es crucial. No tenemos que responder al sobre énfasis en el amor divino negando que Dios es amor. El punto de vista desequilibrado de esta generación respecto a Dios no puede ser corregido con una igual desequilibrio en dirección opuesta. Tengo miedo de que es un gran peligro en algunos círculos. Una de las cosas por las cuales me ha sido urgente escribir este libro es la creciente tendencia de la gente que cree en la soberanía de Dios y la elección divina.
Estoy convencido por la Escritura que Dios es absolutamente soberano en la salvación de los pecadores. La salvación “no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Rom 9:16). Somos redimidos no porque haya algo bueno en nosotros, sino por causa de que Dios nos escogió para salvación. El escogió a ciertos individuos y dejó pasar a otros, y el hizo esta elección en el pasado eterno, antes de la fundación del mundo (Efes 1:4). Por otro lado, El escogió sin consideración alguna de cualquier cosa, El previó elegir; simplemente “en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (vv. 5-6 RV) La Elección surge por el amor de Dios. Todos aquellos que él escoge, El “con amor eterno te he amado, por tanto, te prolongué mi misericordia.” (Jer 31:3)
Pero ciertamente podemos afirmar aquellas verdades sin concluir también que la actitud de Dios hacia los no elegidos es de un completo aborrecimiento.
Tengo problema con la tendencia de algunos –gente a menudo nueva y joven enamorada de la doctrina reformada – quienes insisten que Dios posiblemente no puede amar a aquellos que nunca se arrepentirán ni creerán. Encuentro este punto de vista, me parece, que con mayor frecuencia. El argumento inevitable es del texto Salmo 7:11 “Dios esta airado con el impío todos los días.” Es razonable asumir que si Dios ama a todos, El debería haber escogido a todos para salvación. Sin embargo., Dios no ama a los no elegidos. Aquellos quienes sostienen este punto de vista van más lejos al argüir que Juan 3:16 no puede realmente significar que Dios ame a todo el mundo. Sin embargo, el más y mejor conocido argumento de esta postura es el encontrada en la edición in abreviada del excelente libro “La Soberanía de Dios” por Arthur Pink. Pink escribe “Dios ama aquellos quienes el escoge, el no ama a todos.” Después en su libro agrega:
“¿Es verdad que Dios ama a aquel que desprecia y rechaza a Su bendito Hijo? Dios es luz así como es amor, y por tanto Su amor debe ser un amor santo. Decir a aquel que rechaza a Cristo que Dios lo ama es cauterizar su conciencia, así como permitir que tenga un sentido de tranquilidad en sus pecados. El hecho es, que el amor de Dios., es una verdad para los santos solamente, y presentarlo a los enemigos de Dios es tomar el pan de los hijos y arrojárselo a los perros. Con la excepción de Juan 3:16, no hay una sola vez en los cuatro evangelios que podamos leer del Señor Jesús –el perfecto maestro- diciendo a los pecadores que Dios les ama.”
En el apéndice de sus edición no abreviada, Pink dice, que la palabra “mundo” en Juan 3:16 (“Porque de tal manera amó Dios al mundo…”) se refiere al mundo de los creyentes (Los elegidos de Dios), en contra distinción de “el mundo de los impíos”[1]
Pink trata de llegar al punto crucial de que Dios es Soberano en el ejercicio de su amor. El punto de su argumento es válido ciertamente: es tonto pensar que Dios ama a todos por igual, o que El está obligado por alguna regla de amar a todos por igual. La Escritura enseña que Dios ama porque el escoge amar (Deut. 7:6-7), porque El es amor (1ª Juan 4:8), no porque el este bajo alguna obligación de amar a alguien por igual. Nada más que su sola Soberanía divina se complace en amar a los pecadores. Nada más que su propia voluntad soberana gobierna su amor. Esto es verdad, siendo que no existe nada en cualquier pecador, ni aun el más mínimo grado de amor divino.
Desafortunadamente Pink lleva el tema a un extremo. El hecho de que algunos pecadores no son elegidos para salvación no es una prueba de que la actitud de Dios de amor sincero hacia ellos es completamente nula. Sabemos por la Escritura que Dios es compasivo, bueno, generoso y bondadoso aun en las pecadores más testarudos. ¿Quién puede negar que estas misericordias fluyen desde el amor bondadoso de Dios? Sino que es mostrado evidentemente aun en los pecadores no arrepentidos. De acuerdo a Pablo, por ejemplo, el conocimiento de sus bondades divinas y benignidad y paciencia guían al arrepentimiento a los pecadores (Rom 2:4) aun el apóstol sabía que muchos de los que eran recipientes de estas expresiones de amor las rechazaban y atesoraban ira para si mismos en el día de la ira (v.5). La dureza del corazón humano pecaminoso es la única razón por la cual las personas persisten en sus pecados. A pesar de las bondades de Dios hacia ellos. ¿Es Dios entonces insincero cuando El vierte sus misericordias llamándolos al arrepentimiento? ¿Y cómo puede alguno concluir que la actitud real de Dios hacia aquellos que rechazan Sus Bondades es solo un odio total?
Quiero hacer notar, sin embargo, que esa explicación del amor de Dios hacia los reprobados no es más que una simple idea que la mayoría de los evangélicos modernos quieren hacer. Claramente hay un sentido en que la expresión del salmista “Aborrecí la reunión de los malignos.” (Salmo 26:5) es un reflejo de la mente de Dios. “¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen, Y me enardezco contra tus enemigos? Los aborrezco por completo; Los tengo por enemigos.” (Salmo 139:21-22) Tal aborrecimiento como lo expresa el salmista, es una virtud, y nosotros tenemos una razón para concluir que eso es una parte de Dios mismo de su aborrecimiento. Después de todo, el dijo: “…a Esaú aborrecí” (Mal 1:3; Rom 9:13). El contexto revela a Dios hablando a toda la raza de gente impía. Así que, existe una verdad y un sentido real en que la Escritura enseña que Dios odia a los impíos.
Muchos tratan de evadir la dificultad de esta postura sugiriendo que Dios odia al pecado, mas no al pecador. ¿Porque, entonces Dios condena al pecador y consigna a la persona –no meramente al pecado- al infierno eterno? Claramente no podemos alejar la severidad de esta verdad lejos negando la ira de Dios hacia el impío. No debemos imaginar en ninguna manera que tal odio es una imperfección en el carácter de Dios. Es un odio santo. Es perfectamente consistente con su intachable, inaccesible e incompresible santidad.
[1] Las secciones que cito aquí fueron removidas en la edición de la obra de Pink publicada por The Banner Of Truth (1961). En su biografía de Arthur Pink, el editor Iain Murray llamó a la negación de Pink del amor de Dios para los no elegidos un “área de seria debilidad”. Iain Murray, La Vida de Arthur W. Pink (Edinburgh: Banner of Truth, 1981),196
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