La Vindicación de Dios
A quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús.
—Romanos 3:25–26
El comienzo de Romanos 3:25-26 nos dice que era la voluntad de Dios exponer, mostrar públicamente, o exhibir, a Su Hijo en la cruz del Calvario. Como ya hemos indicado, en el momento preciso de la historia, Dios lo levantó en un madero en el mismo cruce del centro religioso del universo para que todos lo viesen.[1] De acuerdo a nuestro texto, Dios escogió este lugar público para el sacrificio de Su Hijo, para que Él pudiese reivindicarse al demostrar de una vez por todas que Él es un Dios justo. Sin embargo, debemos preguntarnos, ¿por qué tal vindicación era necesaria?[2] Este texto establece la razón ante nosotros: “porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente.”[3]
Según el apóstol Pablo, era necesario que Dios se vindicara a Sí mismo, o demostrar Su justicia, porque en su paciencia, pasó por alto los pecados de Su pueblo y no administró justicia o castigo que se merecían. A lo largo de la historia humana, había mostrado la gracia y el perdón concedido a una innumerable multitud de hombres que había llamado desde el mundo y declarado ser Su pueblo. Sin embargo, al hacerlo, se había abierto a Sí mismo a múltiples acusaciones de injusticia: ¿Cómo puede un Dios justo conceder el perdón a los malvados, y cómo puede un Dios verdaderamente santo llamarlos a la comunión con Él? Si Dios es justo, ¿por qué no administra justicia? ¿Sobre qué base se le concede el perdón a la gran multitud de los santos del Antiguo Testamento? Es el claro testimonio de las Escrituras que los antiguos sacrificios de sangre de toros y machos cabríos no tenían poder para quitar el pecado.[4] Entonces, ¿cómo puede Dios perdonarlos? ¿Su paciencia por sus pecados demuestra que Él no es justo? ¿Demuestra esto que Él es tan apático hacia el mal que puede pasar por alto el pecado inclinando la cabeza o conceder perdón por un capricho?¿El Dios del cielo ha puesto en peligro Su justicia al conceder el perdón a los que con justicia deben ser condenados? [5] ¿El Juez de toda la tierra no hará lo que es correcto?[6]
La cruz del Calvario nos da la respuesta a todas estas preguntas. Allí, Dios puso los pecados de Su pueblo sobre la cabeza de Su Hijo. Allí, la justicia de Dios debida al pueblo de Dios en todos los tiempos: pasado, presente y futuro –se derramó sobre Jesús de Nazaret. Desde el primer hombre perdonado en la dispensación del Antiguo Testamento hasta el último hombre perdonado en el mismo fin del mundo, todos ellos deben su perdón al hecho de que Cristo murió por sus pecados. A través de la cruz, es como si Dios declara a Sus acusadores:
¿Cuestionas cómo podría llamar a un pueblo, incluso desde la época antediluviana malvado y reclamarlos como mío? ¿Demandas una explicación porque salvé a Noé, cuando en realidad él también debería haber muerto en el diluvio? ¿Me llamas a cuenta porque llame al pagano Abram de esa vil ciudad de Ur, acreditándole justicia a él, y hacerle mi amigo? ¿Te preguntas porque salve un remanente de la nación de Israel y los acepte como mi especial tesoro, aunque sus pecados clamaban por su rechazo? ¿Te esfuerzas por saber cómo me podría perdonar la multitud de los pecados de David y llamarle Mi hijo?
Tus acusaciones han ido demasiado lejos. Yo os he contestado en la cruz de Mi Hijo amado, que estaba destinado a morir por los pecados de mi pueblo aún antes de la fundación del mundo. A lo largo de los siglos de mi paciencia, mi ojo se fija en el madero donde Él sufriría por ellos. Todo lo que he hecho por ellos en el pasado se basó en lo que Mi Hijo ha hecho por ellos ahora. Sí, he perdonado gratuitamente una gran multitud de hombres malvados, de sus iniquidades perdone, sus pecados cubrí, y sus transgresiones no tome en cuenta, pero fue porque me había decidido satisfacer todas las demandas de la justicia en contra de ellos a través de la obra expiatoria de mi Hijo amado!”
La cruz del Calvario detiene toda boca y muestra que todas las acusaciones en contra de Dios son falsas. En ese madero, condenó los pecados de Su pueblo con justicia perfecta y expió sus crímenes con un amor que no se puede medir. En ese altar de madera, “la misericordia y la verdad se encontraron: La justicia y la paz se besaron.”[7] Dios se ha reivindicado a Sí mismo. Ha demostrado ser justo, y el que justifica al que tiene fe en Jesucristo.[8] La cruz elimina cualquier incertidumbre con respecto a Su justicia o la intolerancia hacia el pecado. La cruz demuestra que cualquier duda sobre Su amor son infundadas y no deben ser entretenidas en los corazones de Su pueblo.
DIOS HA DEMOSTRADO SU ODIO AL PECADO
Hay un sinnúmero de pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento que demuestran el odio de Dios hacia el pecado y la realidad de Su ira hacia los impíos. Sin embargo, la mayor demostración del odio de Dios y la violencia santa contra cualquier forma de injusticia se encuentra en la cruz de Su Hijo amado. ¿Cuánto odia Dios el pecado, y cuál será Su reacción en contra de ello? Su odio al pecado es tal que cuando a Su propio Hijo llevó nuestros pecados, Él le aplastó y no escatimo, sino que bondadosamente le entrego.
En medio de todo el romanticismo evangélico rodeando la cruz de Cristo, nos hemos olvidado (si es que alguna vez supimos) que el Calvario era terrible!. Fue un horror indecible e indescriptible. Los clavos que sujetaban los pies y las manos al poste y la viga, la corona de espinas retorcidas abriendo la frente, la amplia y cruda lanza enterrada en el costado, el trato brutal del cuerpo por malvados y repugnantes hombres –estas cosas no eran ni siquiera los inicios del horror que sucedieron en esa colina con forma de calavera llamado Gólgota.[9] En cambio, no eran más que el telón de fondo de un terror mucho mayor. No fue la voluntad de un hombre la que oculto el sol e hizo el día tan oscuro como boca de lobo.[10] No fue el poder del ejército romano que hizo temblar la tierra y dividió las rocas en pedazos como terrones de barro seco.[11] Fue la ira del Dios Todopoderoso que se centró en su total capacidad a su Hijo unigénito! En comparación con la medida de la ira divina que fue derramada sobre Cristo, el gran diluvio en el día de Noé era como una gota de rocío sobre una brizna de hierba, y el fuego que cayó del cielo sobre Sodoma y Gomorra era una chispa inofensiva que no podría haber encendido la madera seca. El día del Calvario fue un día de ira, día de angustia y de aprieto, día de destrucción y desolación, día de tinieblas y de oscuridad.[12] En aquel día, el fuego consumidor y el continuo ardor del Todopoderoso cayó del cielo sobre Cristo. [13] En ese madero, Dios sopló sobre él con el fuego de Su ira que derrite montañas como la cera delante de un fuego y como el agua corriendo por una pendiente inclinada.[14] Por esta razón, Cristo exclamó: “Soy derramado como agua, y todos mis huesos están descoyuntados; mi corazón es como cera; se derrite en medio de mis entrañas.”[15]
El Señor Jesucristo fue identificado por la adversidad de la gran multitud de la humanidad y todas las maldiciones escritas en la ley se hicieron descansar sobre El. Mientras colgaba de la cruz, la medida completa de la ira divina contra el pueblo de Dios se centró solo en Él, y la medida completa de la ira de Dios se encendió contra Él.[16]
¿Cuánto odia Dios el pecado? Cuando Su propio Hijo llevó nuestro pecado, Dios lo aplastó. A la luz de esta terrible verdad, debemos tener cuidado de hacer caso a las advertencias del escritor de Hebreos: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”[17] Si seguimos rechazando el evangelio después de haber recibido el conocimiento correcto de esto, ya no nos queda más sacrificio por el pecado. Podemos buscar a través de los cielos y de la tierra hasta que ambos pasen, pero no vamos a encontrar otra solución para nuestro pecado, no hay otro medio para la limpieza, y no hay otro nombre en que podamos ser salvos.[18] Lo que encontraremos es una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que nos consumirá como adversarios. Las Escrituras advierten que cualquier persona que viola la ley de Moisés muere sin misericordia. ¿Cuánto más severo será el castigo por descuidar a Cristo y Su sacrificio? Aunque no vemos a nuestra apatía e incredulidad como un gran crimen, Dios la ve de otra manera. En Su estimación, hemos pisoteado bajo los pies a Su Hijo, considerado la sangre que derramó por inmunda, e hicimos afrenta al Espíritu de gracia que hizo conocidas a nosotros estas cosas. Por ello, advierte, “Mia es la venganza” y “yo pagaré.” Por esta razón, debemos creer en el evangelio y suplicamos a todos los hombres que se arrepientan y se vuelvan a Cristo antes de que sea demasiado tarde. Porque es “horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo.”[19]
DIOS HA DEMOSTRADO SU AMOR POR SU PUEBLO
Si el pecador nunca de la justicia de Dios, sólo tiene que mirar a la cruz. Sin embargo, no es menos cierto que si el cristiano alguna vez duda del amor de Dios, sólo tiene que mirar hacia el mismo madero. Allí, llevó a cabo nuestra salvación.[20] Allí, la enemistad se retiró y se hizo la paz con Dios.[21] Allí, Dios demostró Su amor por Su pueblo de una manera que pone fin a la duda para siempre! Por esta razón, el apóstol Juan escribe: “En esto el amor de Dios se ha manifestado para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.”[22]
De la pluma de Juan, entendemos que la máxima manifestación del amor de Dios para con Su pueblo es que envió a su Hijo como propiciación por sus pecados.[23] Este acto singular revela el carácter y la magnitud del amor de Dios en un manera sin precedentes. En la cruz, el Padre mostró Su amor para con nosotros, en que Él hizo que el pecado de todos nosotros cayese sobre Su amado Hijo y lo aplastó bajo la ira divina que debería haber sido nuestra.[24] En la cruz, el Espíritu demostró Su amor para con nosotros, en que Él orquestó y dirigió todo lo necesario para la ejecución del Hijo.[25] En la cruz, el Hijo demostró Su amor para con nosotros, en que Él puso su vida por sus amigos.[26] Porque aunque era rico, por amor a nosotros, se hizo pobre, para que nosotros, por su pobreza, fuésemos ricos.[27] Porque aunque existía en forma de Dios, se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo y se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la de la muerte, y muerte de cruz.[28] Porque aunque no conoció pecado, cargó con nuestros pecados y se hizo maldición por nosotros, pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero.”[29]
El terrible costo que un Dios infinitamente bueno pagó por nuestros pecados nos debe mover a lamentar y desgarrar nuestros corazones. Como el profeta Zacarías predijo, miramos a Aquel a quien traspasaron, y llorarán como se llora por un hijo único, y llorarán por él como se llora por un primogénito.[30] Sin embargo, al mismo tiempo, Dios es capaz de tomar los trazos oscuros de la cruz y pintar Su cuadro más hermoso. En el Calvario, Él nos revela Su amor a los hombres y los ángeles de una manera que va más allá de la belleza y el poder de todas las demás revelaciones combinadas. Nuestro pecado y el sufrimiento incomprensible de Cristo a nuestro favor actúan como una noche oscura contra las estrellas de la misericordia y la gracia de Dios, brillan de la manera más gloriosa posible.
Si el valor de un regalo demuestra amor, entonces el Calvario demuestra que el amor de Dios por Su pueblo no se puede calcular. ¿Quién puede medir el valor de Cristo? Sería más fácil contar las estrellas en los cielos y todos los granos de arena en el mar. Su valor es infinitamente más grande que toda la creación combinada. ¿Quién puede medir el amor del Padre por el Hijo? Aunque el mundo desprecia al Hijo, y aun a Su propio pueblo no lo estima adecuadamente, Él es elegido y precioso ante Dios delante de Sus ojos.[31] Los hombres y los ángeles no pueden comprender el valor que el Padre le atribuye a Él y la estima que Él tiene para Él. El Hijo ha sido siempre la voluntad del Padre Amado, en quien Él se complace.[32] Él siempre ha sido su gozo supremo. [33] Por lo tanto, cuando el Padre entregó a Su Hijo, Él nos dio todo y no retuvo nada.
El amor de Dios, manifestado en el don de su Hijo como propiciación por nuestros pecados, incluso se amplifica aún más cuando nos damos cuenta de que este amor es inmerecido por completo. Proviene del carácter y propósito de Dios y es completamente independiente de la virtud y el mérito de Su pueblo. Él no nos ama por causa de nosotros, sino a pesar de nosotros. El apóstol Juan escribe: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” [34].
El amor de Dios no es una respuesta a nosotros, sino que es contrario a todo lo que nos merecemos. Él nos ama a pesar de que no poseemos ninguna virtud o mérito para ganar u obligar a ese amor. [35]. Él nos ama a pesar de que hemos sido hostiles a Él en la mente y la acción.[36] Él nos ama a pesar de que lo hemos odiado sin causa![37]
Este es el aspecto del amor de Dios que mayormente cautivó el corazón del apóstol Pablo y debe cautivar a los nuestros. Pablo se consideraba el primero de los pecadores, un blasfemo y un agresor violento de la iglesia.[38] Por lo tanto, la única explicación que encontró de la muerte de Cristo en su favor era el amor inmerecido de Dios. Fue un amor del que no podía liberarse. Le constreñía, lo obligaba, lo llevó, y prevaleció sobre él en todos los sentidos.[39] La naturaleza del amor inmerecido de Dios fue el gran tema de su corazón, y él trabajó con la mayor intención de darlo a conocer a todos los hombres. Él sabía que el amor de Dios sólo puede ser comprendido y apreciado en la medida en que entendemos cuan indignos somos de ese amor. Por esta razón, le escribió a la iglesia en Roma: “Porque a duras penas habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”[40]
A medida que aprendemos a calcular con mayor precisión el amor del Padre por el Hijo y la magnitud de nuestros pecados contra Dios, podemos empezar a descifrar el amor del Padre para con nosotros. Debe ser inmenso más allá de toda medida, si ha dado a Su Hijo para nosotros mientras nos merecíamos nada más que Su ira. Si el Padre nos ha dado mil mundos perfectos para cada día de la eternidad, el valor combinado de estos dones no se podría comparar con el don singular de Su Hijo. Ellos no reflejan ni siquiera una fracción del amor que se manifiesta cuando ha dado a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados! Si creemos que esto es una exageración o incluso la más mínima exageración, estamos ciegos a la gloria de Cristo y no entendemos su valor. En palabras de John Flavel:
Pero déjame decirte, todo el mundo no es un teatro lo suficientemente grande sobre la cual mostrar la gloria de Cristo o desplegar la mitad de las inescrutables riquezas que yacen ocultas en El. Estas cosas serán mucho mejor entendidas, y habladas en el cielo, por la divinidad del mediodía, en la que la asamblea iluminada inmediatamente predique sus alabanzas, que por esa lengua tartamuda y los garabatos de una pluma como la mía, que solo las arruinen. ¡Ay! Escribo sus alabanzas, pero por la luz de la luna, no puedo alabarlo tanto como a medias. De hecho, ninguna lengua sino la suya (como dijo Nacianceno de Bazil) es suficiente para llevar a cabo esa tarea. ¿Qué puedo decir de Cristo? La gloria sobresaliendo de ese objeto deslumbra en todo temor, se traga toda expresión. Cuando hemos tomado prestado las metáforas de cada una de las criaturas que tienen alguna excelencia de propiedad encantadora, hasta que hayamos despojado a toda la creación de todos sus adornos, y vestir a Cristo con toda esa gloria; cuando aún no hayamos gastado nuestras lenguas, en atribuir alabanzas a él, ¡ah! No hemos hecho nada, cuando todo esté hecho.[41]
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1 Gálatas 4:4
2 El Diccionario Webster define vindicación como la defensa de algo, una justificación contra la negación o la censura, o en contra de las objeciones o denuncias.
3 Romanos 3:25
4 Hebreos 10:4
5 Proverbios 17:15
6 Génesis 18:25
7 Salmo 85:10
8 Romanos 3:26
9 El nombre Gólgota es de origen arameo y se traduce cráneo. Es el nombre del lugar en las afueras de Jerusalén donde Jesús fue crucificado. Se le dio este nombre porque tenía la forma de una calavera.
10 Lucas 23:44-45
11 Mateo 27:51
12 Sofonías 1:15
13 Isaías 33:14
14 Ezequiel 22:18-22; Miqueas 1:4; Nahúm 1:4
15 Salmo 22:14
16 Deuteronomio 29:20-21
17 Hebreos 2:03
18 Hechos 4:12
19 Este apartado es una adaptación de Hebreos 10:26-31.
20 Juan 19:30
21 Romanos 5:1
22 1 Juan 4:9-10
23 Traducido del sustantivo griego hilasmos, lo que denota un apaciguamiento o propiciar, los medios de apaciguamiento o propiciación.
24 Isaías 53:4-10
25 El Espíritu Santo orquestó todo lo necesario para nuestra redención, desde la concepción de Cristo (Lucas 1:35, Mateo 1:20) hasta Su crucifixión a manos de inicuos (Hechos 2:23).
26 Juan 15:13
27 2 Corintios 8:09
28 Filipenses 2:6-8
29 Gálatas 3:13, 2 Corintios 5:21, Deuteronomio 21:23
30 Zacarías 12:10
31 1 Pedro 2:4
32 Mateo 3:17, 17:5, Marcos 1:11, 9:7, Lucas 3:22
33 Proverbios 8:30
34 1 Juan 4:10, énfasis del autor
35 Isaías 64:6
36 Romanos 8:7, Colosenses 1:21
37 Romanos 1:30, Juan 15:25
38 1 Corintios 15:9, 1 Timoteo 1:13-15
39 2 Corintios 5:14-15
40 Romanos 5:7-8
41 flavel, The Fountain of Life Opened Up , 1:xviii.
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