lunes, diciembre 09, 2013

Marcas de un Verdadero Apóstol: Testigo del Cristo Resucitado

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Marcas de un Verdadero Apóstol: Testigo del Cristo Resucitado

Por John MacArthur

Los títulos tienen significado. Estos comunican autoridad y posición, y dependen de las credenciales adecuadas. Una persona no puede simplemente llamarse a sí mismo un sargento del ejército, el capitán de un barco, o un médico simplemente porque le gusta el sonido del título. Y desde luego, no puede asumir ninguna autoridad legítima por la auto-aplicación de esos títulos. Ese es un camino seguro hacia la confusión, el caos y el desastre.

Eso es cierto en todos los ambientes y en especial la iglesia, donde muchos hombres y mujeres hoy han puesto ilegítimamente derecho al título y la autoridad del apóstol. Para poner sus afirmaciones a prueba, hemos estado examinando las credenciales bíblicas de los apóstoles.

Ya hemos visto en artículos anteriores que los apóstoles del Nuevo Testamento fueron escogidos por Dios y nombrados por Jesús. Hoy vamos a ver otro de sus credenciales clave —que eran testigos del Cristo resucitado.

El primer capítulo de los Hechos da una fascinante visión, íntima del cuerpo de Cristo en su infancia, incluyendo una descripción detallada de cómo los apóstoles identificaron al hombre que iba a reemplazar a Judas como el doceavo apóstol. En los versículos 21-22, Pedro declara que

Por tanto, es necesario que de los hombres que nos han acompañado todo el tiempo que el Señor Jesús vivió entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan, hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea constituido testigo con nosotros de su resurrección..

Según Pedro, el nuevo apóstol necesita ser alguien que estaba asociado con Cristo, que se había sentado constantemente bajo Su enseñanza, y que había sido testigo de primera mano de su ministerio y vida. No fue suficiente saber acerca de Cristo –el apóstol de reemplazo necesitaba conocerlo personalmente. En particular, tenía que haber conocido a Cristo después de Su resurrección.

Había dos candidatos que se ajustan a esa descripción: “Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás (al que también llamaban Justo) y a Matías” (Hechos 1:23). El resto de los apóstoles oraron para que el Señor revelara Su voluntad y luego realizó el sorteo, un método común del Antiguo Testamento para determinar la voluntad de Dios (cf. Levítico 16:8-10; Josué 7:14; Proverbios 18:18) –que reveló a Matías como la elección del Señor para la tarea.

Más tarde, en Hechos 10:38-41, Pedro reafirma la importancia del conocimiento de primera mano del Cristo resucitado por parte de los apóstoles. En su sermón en la casa de Cornelio, Pedro dice:

Vosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con El. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. Y también le dieron muerte, colgándole en una cruz. A éste Dios le resucitó al tercer día e hizo que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a los testigos que fueron escogidos de antemano por Dios, es decir, a nosotros que comimos y bebimos con El después que resucitó de los muertos.

La resurrección fue particularmente importante porque le dio credibilidad a la vida de Jesús – se verificó que Él era quien decía ser. Por lo tanto, para los apóstoles, que son los testigos oculares verificadores de la resurrección de Cristo dieron peso a su ministerio. De hecho, la resurrección fue el tema principal de la predicación apostólica (cf. Hechos 2:24, Hechos 3:15, Hechos 5:30, Hechos 10:40, Hechos 13:30-37).

Y aunque el apóstol Pablo no dio testimonio de la vida y ministerio total de Cristo –lo cual es probablemente por qué se refirió a sí mismo como "uno nacido fuera de tiempo" – era nada menos que un testigo del Cristo resucitado (1 Corintios 15:8). De hecho, Pablo se hizo un apóstol, en virtud de su encuentro con Jesús en el camino a Damasco (Hechos 9:1-8). El no presenció el bautismo de Cristo, Sus milagros, Su enseñanza, o Su crucifixión. Pero él había conocido al Cristo resucitado en una forma poderosa y dramática que transformó su vida y lo hizo apto para el ministerio apostólico.

El deber principal de los apóstoles era dar testimonio de la obra y afirmaciones de Cristo. Con el fin de hacerlo de manera eficaz, tenían que ser testigos de Su resurrección.

En ese simple punto de calificación, todos los apóstoles modernos no están a la altura.


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