Un Eco de la Eternidad
Por Tim Challies
Viendo yo a través de libro de Edward Donnelly La Enseñanza Bíblica Sobre la Doctrina del Cielo y el Infierno y me encontré con un presupuesto realmente de gran alcance sobre todo los que no somos capaces de hacer y entender y lograr en esta vida. ¡Léalo y sea bendecido!
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La perspectiva de vivir para siempre en un universo renovado responde a la frustración que sentimos por la brevedad de la existencia terrenal. Para el ser humano comienza siempre ha sentirse que, en el caso más larga, la vida es demasiado corta. Hay tantas cosas en este mundo por descubrir, tal variedad de experiencias por disfrutar, sin embargo, dispone de tan poco tiempo. ¡Cuántos lugares hay que nunca visita, libros que nunca leerá, grandes pinturas de las que nunca veremos, cuanta cantidad de música que nunca escucharemos! Es tentador ver tanta riqueza escapando de nosotros con cada tic-tac del reloj.
¡Cuan poco sabemos incluso acerca de nuestros mejores amigos! ¡Qué reservas sin explotar son de carácter y perspicacia! Pero se necesitaría mucho tiempo para aprender todo lo que pudiéramos sobre ellos. ¿Y qué de los millones que nunca hemos conocido –sus personalidades y sus historias? Queremos ser enriquecidos sin medida por su amistad. Pero nunca será –no en esta tierra.
En nosotros mismos estamos conscientes de los dones no desarrollados y de los recursos, talentos y cualidades de las que somos sólo vagamente conscientes. A un amigo de nuestra familia se le preguntó una vez si podía tocar el violín. “No sé”, respondió, “Yo nunca lo he intentado.” Era en broma, pero en un sentido tenía razón. Hay más en cada uno de nosotros de lo que se ha visto aún. Nadie ha visto jamás a su verdadero yo. Ni siquiera nos conocemos bien. Pero no vamos a estar aquí el tiempo suficiente para que nuestro potencial sea descubierto.
Después de toda una vida de estudio de la Biblia, es simple realismo, no ridiculiza la humildad, reconocer que todavía estamos navegando en las aguas poco profundas de la verdad revelada. Con respecto a la oración y la comunión con Dios, somos en el más mínimo principiantes. Por el momento somos novatos en la vida cristiana. Queremos ser mejores personas, más amables y menos egoístas, pero luchamos con personalidades dañadas y desfiguradas por las cicatrices del pasado. Las circunstancias han impedido nuestro desarrollo. Las oportunidades que ofrecemos a los demás nunca han llegado a nuestra camino. ¡Hay tan poco tiempo para todo!
¿Siente usted estas frustraciones? ¿No tiene un hambre voraz de más y más de la vida? ¿Acaso no duele el corazón en el paso demasiado rápido de los años? ¿No hay un persistente sentido de insatisfacción, no importa lo feliz que pueda ser? Tales seres como nosotros –en tal mundo– con tan poco posible!
¡Alabamos a Dios por el cielo! Por cada deseo bueno dentro de nosotros es un indicio de la inmortalidad, un eco de la eternidad en nuestra alma, un puntero a la vida eterna. No fuimos creados por setenta años cortos, “no nacido para morir”, en palabras del poeta. Nuestro Creador no diseñó seres de tal complejidad y capacidad por un puñado de décadas. “Él ha puesto eternidad en sus corazones” (Eclesiastés 3:11) y no hemos sido redimidos para ser frustrado. La vida aquí es demasiado corta, demasiado circunscrita, para ser el fin de maravillosas dotes dadas por Dios al hombre y sus aspiraciones. Apenas consigue más de sus preparativos hechos para una vida plena e inteligente hasta que llegue su hora de irse.
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