Un Servicio Presbiteriano de Sanidad
Por Tim Challies
Esta mañana terminé de leer el comentario de Daniel Doriani sobre Santiago y, en su discusión de la parte final de Santiago 5, encontré una cita interesante. Al leerlo, pensé en mis amigos continuistas (carismáticos). Es mi experiencia que estas personas a menudo tipifican a los cesacionistas como yo, como los que no creen en las sanidades sobrenaturales o milagrosas, pero esto realmente no es el caso. El desacuerdo surge realmente sobre si el don espiritual de sanidad es operativo en la iglesia de hoy ó no. Esta cita describe algo que sucedió en un contexto conservador Reformado y Presbiteriano y algo que creo que es coherente con la teología cesacionista (aunque los cesacionistas pueden tener cierto desacuerdo sobre lo que Santiago se refiere al ungir a una persona con aceite). Doriani no es el único Presbiteriano Reformado que ha experimentado este tipo de bendición.
Durante el otoño, cuando primero estudié Santiago con seriedad, un amigo sufrió una infección viral del corazón. Si bien no fue un ataque al corazón, imitó muchos de los síntomas de uno. Mi amigo se sentía decaído; se veía gris y sin vida. Un día en la iglesia, yo le dije que Santiago 5 instruye a los ancianos a imponer las manos sobre los enfermos y orar por su sanidad; le sugerí que llamara a los ancianos para ese mismo propósito. Dos semanas más tarde, me dijo que quería proceder. Nadie en nuestra iglesia había hecho esto antes, así que hicimos algo muy Presbiteriana: estudiamos el tema otras seis semanas y esperamos a que el muriese durante ese tiempo.
Por fin, señalamos una noche de oración y los ancianos se reunieron. El pastor de nuestra iglesia (yo era un profesor de la universidad al momento) convocó a los ancianos. Antes de que orásemos, nos dijo que no esperaran una sanidad física espectacular, ya que Dios sana de muchas maneras. Aprecié su motivo, pero no había necesidad de contener mi entusiasmo; mi corazón dudoso ya era lo suficientemente escéptico ...
... Mi amigo se arrodilló en medio de un círculo de ancianos. Lo ungimos con aceite, colocamos las manos sobre él, y comenzamos a orar. Puesto que había comenzado el proceso, fui nombrado para ofrecer la última oración.
Tan pronto como empezamos a orar, tuve una sensación abrumadora de que Dios estaba, en ese momento, sanando a mi amigo. Mis brazos se sentían lo que sólo puedo describir como rayos de fuego que empujaban a través de ellos. Mientras agarraba el hombro de mi amigo, el calor y la energía quemaron mi mano. Sentí que mi sola mano podía levantar todas sus 230 libras hasta el techo o empujarlo a través del piso, si quería.
Yo sabía que Dios le estaba sanando. Quería gritar: “Debemos dejar de orar para que Dios sane a John y empezar a alabar a Dios que le ha sanado." Pero yo estaba demasiado asombrado, asegurando demasiado mis sensaciones, para no decir una palabra a nadie esa noche. Durante cuatro días, mantuve mi experiencia para mí.
Cuatro días más tarde, después de la iglesia, mi amigo me hizo señas con una sonrisa salvaje, "Dan, mira esto." De inmediato, se lanzó por un tramo de escalones. Corrí tras él y lo encontré en la parte superior. Él sonrió, “Y ya ni siquiera estoy respirando con dificultad.”
“Lo sabía,” exclamé, y le dije lo que había sentido un par de noches antes. Y él me dijo: “Yo sabía que él también.”
Desde ese día, me he unido a los ancianos para poner las manos sobre los enfermos y orar por ellos. Nunca más he sentido el fuego de nuevo. Y aunque de vez en cuando siento una oleada de calidez y emoción, he aprendido que mis sentimientos y las sanidades de Dios no tienen ninguna conexión. Un pequeño número ha experimentado inmediatamente la sanidad de una enfermedad grave. Más se han recuperado gradualmente y bajo el cuidado de los médicos. Muchos han encontrado la sanidad espiritual –una gran paz y renovación espiritual en momentos de crisis y sufrimiento, ya sea que se recuperaron físicamente o no. Y algunos de ellos aparentemente no han obtenido ningún beneficio físico o espiritual en absoluto.
Una página más tarde se ofrece una aclaración interesante e importante acerca de lo que dice Santiago acerca de la sanidad y algo que es consistente con la creencia cesacionista.
Hombres y mujeres enfermos llaman a los ancianos como un grupo. No llaman a los que tienen don de sanidades; más bien llaman a todos a orar por la sanidad. Santiago dice que las oraciones de un hombre justo son eficaces. Dado que el primer requisito para un anciano es la santidad – no la posición social o la perspicacia teológica –las oraciones de los ancianos son eficaces. Los ancianos oran por sanidad, no por milagros. No importa si una sanidad es tranquila u ostentosa, las verdaderas sanidades cosechan toda la atención que necesitan.
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