¿Qué tiene de malo el evangelio de la prosperidad?
A lo largo de la
historia podemos observar movimientos los cuales tratan de
manipular a Dios para que haga lo que ellos quieren. En esencia buscan que el
el texto bíblico respalde sus ideales, sin importar cuan erróneas sean, y por
ende terminan abusando la Biblia buscando que diga lo que ellos quieren que
diga. Uno de estos esfuerzos recientemente ha sido el “evangelio de la
prosperidad”, el cual es altamente peligroso, engañoso y los ejemplos de aquellos
que lo practican van desde feo, triste, horrible, peores, hasta pastores
que ganan salarios excesivos y predicadores que sólo aceptan donaciones
que sean mayores a $100 dólares.
Este movimiento promueve una
doctrina falsa que esclaviza a la gente a pensar que seguir a Jesús
significa prosperidad y riquezas materiales, alegría terrenal, felicidad
momentánea y el cumplimiento de sueños y aspiraciones. Da a la gente falsas
esperanzas de salvación al igualar una buena vida física para una vida espiritual
saludable. Pero cuando vemos la Escritura, fácilmente podemos ver que el
evangelio de la prosperidad no es el evangelio de Cristo por
las siguientes tres razones:
Jesús no vino a prometer prosperidad material
o abundancia terrenal
Minimiza el poder del evangelio
Si las ganancias materiales
fuesen un componente esencial para nuestra salvación y redención de pecados, si
posiciones y riquezas terrenales fuesen parte del objetivo de Cristo en
salvarnos y si nuestra esperanza estuviera puesta en nuestro comfort y éxito en
esta tierra, entonces “somos los más dignos de conmiseración de todos los
hombres” (1 Corintios 15:19). El evangelio de la prosperidad, al dar
falsas esperanzas de éxito de acuerdo a los estándares humanos, reduce el
impacto del evangelio al convertirlo en algo mundano y perteneciente,
visible y temporal, como si se pudiese comprar con beneficios terrenales. Tal
idea es completamente contraria a la verdadera prosperidad bíblica y las
riquezas espirituales, pues son cosas como el perdón y la redención de lo cual
la Biblia habla como parte de las riquezas de su gracia que nosotros como
creyentes disfrutamos en Cristo, no materiales terrenales (Efesios
1:7). Jesús no vino a prometer prosperidad material o abundancia terrenal.
La principal piedra de tropiezo
en las mentes de los Judíos a la hora de tratar de aceptar a Jesucristo
como su Mesías prometido, fue el hecho de que Jesús constantemente
enseñaba: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). Palabras como “No
penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz,
sino espada” (Mateo 10:34) no asentaban bien en sus mentes, mas bien les
enfurecía, ya que esperaban que Jesús estableciera un reino aquí en la
tierra ahora. Buscaron en Jesús su felicidad y comodidad temporal y nunca reconciliación espiritual.
Esta fue la expectativa de los Judíos y por desilusión a sus expectativas
crucificaron a su Mesías. Jesús no era suficiente para ellos. Su muerte
expiatoria en la cruz y la justificación ante Dios no era suficiente para
ellos. Ellos querían tener un Mesías que les diera paz y prosperidad material.
La alegría en la pobreza, la
gratitud incondicional y el dar generosamente son algunos de los rasgos
que vemos en la iglesia primitiva, y lo mismo espera Dios de
nosotros el día de hoy (Hechos 20:25; Filipenses 4:12; 1 Tesalonicenses 5:18).
Estas son características que marcan a un verdadero creyente. Al buscar hacer
esto e ir completamente en contra del paradigma mundano de buscar riqueza
materiales, elevamos el nombre de Cristo, damos toda la gloria a Dios y
proclamamos la belleza y suficiencia del evangelio. Mas, cuando
elevamos los dones por encima del dador de ellos, deshonramos a Dios,
ofendemos al que murió para satisfacer la ira del Padre y ofendemos la
obra del Espíritu Santo en nuestra santificación.
Por eso mismo es que el autor del
libro de Hebreos exhorta a una iglesia que había perdido todo, a poner sus ojos
“en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2), y no en materiales
terrenales.
Maximiza la carne
La Biblia advierte enfáticamente
que los creyentes no deberían buscar ser ricos o económicamente prósperos a
costa de seguir a Cristo. Pablo nos advierte sobre aquellos que
se “extraviaron de la fe”, por causa de ir tras riquezas materiales y
reconocimiento de hombres (1 Timoteo 6:9-11). No sólo eso, sino que en Efesios
5:5 Pablo llama este tipo de deseo idolatría:
Porque sabéis esto, que ningún
fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de
Cristo y de Dios.
Ir en pos de las cosas que su carne
desea maximizará el apetito de su carne y las inclinaciones pecaminosas de su
voluntad. Cuando nos fijamos en cómo se ve el verdadero evangelio en la
Escritura, no encontramos el evangelio de la prosperidad. No vemos
creyentes enriquecerse por medio de seguir la cruz de Cristo y no leemos acerca
de apóstoles encontrando bienestar por seguir a Jesús. Vemos lo opuesto. Vemos
el encarcelamiento y sufrimiento de líderes de la iglesia por causa de seguir a
Jesús, vemos a gente morir por causa de Cristo (Hechos 7), vemos una iglesia en
constante tribulaciones en este mundo e inclusive creyentes completamente
despojados de todos sus bienes terrenales (Hebreos 10:34), pero sobre todo
vemos un anhelo en la iglesia por la eternidad y estar con Cristo
completamente libres del pecado, de sufrimiento, de calamidades y de
muerte. Nota el testimonio de una iglesia fiel la cual no creía en el
evangelio de la prosperidad:
Pero traed a la memoria los días
pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran
combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y
tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser
compañeros de los que estaban en una situación semejante. Porque de los
presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis
con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en
los cielos. No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande
galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho
la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. … Pero nosotros no somos de
los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación
del alma (Hebreos 10:32-36, 39).
Bueno… ¿y qué de 3 Juan 2 el cual
dice: “Deseo que tú seas prosperado en todas las cosas“? Una simple
búsqueda en internet revela que este versículo ha sido tomado cientos de veces
como base para proponer que Dios promete nuestra prosperidad completa en esta
tierra. Algunos inclusive mencionan que si no es usted rico, prospero y
disfrutando de excelente salud, entonces usted probablemente está en pecado o
tiene falta de fe. Después de todo, ¿no es esto exactamente lo que Juan le
desea a Gayo en 3 Juan?
Primeramente, Juan no nos
está dando licencia para desear cualquier cosa y después decir que tal deseo
viene de parte de Dios. Es interesante estudiar la conexión que el autor da al
alma, como si el punto principal no fuese en lo material sino en lo espiritual.
Segundo, debemos recordar que nuestro estándar de prosperidad no es el mismo
que el de Dios, por lo que debemos buscar cual es su voluntad revelada en la
Escritura para entender las palabras de Juan. Y en tercer lugar,
es muy probable que Juan utilizó estas palabras simplemente como un
saludo cualquiera, no sólo porque era común en el mundo grecorromano del
siglo I saludarse de esa forma, sino también porque conceptualmente estas
palabras se encuentran dentro de su saludo inicial (versículos 1-4).
Tristemente mucho han mal interpretado estas palabras como una promesa para hacerse
ricos o tener cualquier cosa que uno quiera.
Neutraliza la búsqueda de
santidad
Como creyentes tenemos la tarea
de no dar lugar a la carne o inclinaciones pecaminosas (Romanos
13:14), sino que debemos ser transformados por medio de la renovación de
nuestra mente (Romanos 12:1-2). En Cristo somos nuevas criaturas (Galatas
2:20), y como nuevas criaturas, poseedoras de una nueva naturaleza, Dios
nos manda a despojarnos del viejo hombre y revestirnos del nuevo hombre
según Cristo (Efesios 4). Por lo tanto, si esto es lo que estamos llamados
a buscar y anhelar, ¿qué lugar tiene llamar santo aquello que fue diseñado para
satisfacer nuestra carne?
Dar nuestra lealtad a Dios significa confiar en que
él proveerá para nuestras necesidades físicas
Dios promete satisfacer nuestras
necesidades y proveer lo que necesitamos de acuerdo a su voluntad (1 Timoteo
3:8). Pero la falsa expectativa de que Dios va a derramar sobre nosotros
abundantes bendiciones materiales más allá de nuestras necesidades, no sólo
va contra la Palabra revelada de Dios, sino también va en contra de la
experiencia de innumerables santos a través de la historia. Mateo 6:24
concluye con autoridad asombrosa: “No se puede servir a Dios y
al dinero.” Este versículo nos quita cualquier lugar para explicar o
excusar el evangelio de la prosperidad. Servir el dinero es traición a
Dios. No podemos servir los dos a la vez. Dar nuestra lealtad a Dios significa
confiar en que él proveerá para nuestras necesidades físicas, pero dar nuestra
lealtad a las riquezas y posiciones materiales no es para nada bíblico, por más
que quieran algunos disfrazarlo como algo espiritual.
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Alberto Solano, graduado con
una Maestría en Divinidad (M.Div.) en The Master’s Seminary, actualmente
estudia una Maestría en Teología (Th.M.) con énfasis en el Nuevo
Testamento. Aparte de servir en el ministerio hispano de Grace Community
Church, Alberto trabaja en el departamento de admisiones del seminario.
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