La Revelación como el Fundamento Del Conocimiento
Por Greg Bahnsen
El nuevo hombre en Cristo tiene nuevos presupuestos y un nuevo Señor por encima de sus pensamientos. En lugar de luchar por la neutralidad intelectual está “arraigado en El,” caminando en la manera en la que recibió a Cristo: en la fe, por la iluminación del Espíritu Santo, bajo la autoridad suprema de Jesucristo –no de acuerdo a los patrones de pensamiento de la sabiduría del mundo. Es decir, el cristiano presupone la palabra verdadera de Dios como su estandarte de la verdad y dirección. Dios nos dice que debemos aplicar nuestros corazones a Su conocimiento, si queremos saber la certidumbre de las palabras de la verdad (Proverbios 22:17-21). Es característico de los filósofos actuales que o bien niegan que hay una verdad absoluta o niegan que uno puede estar seguro de conocer la verdad; es o no existe, o es inalcanzable. Sin embargo, lo que Dios ha escrito para nosotros (es decir, la Escritura) puede “para hacerte saber la certeza de las palabras de verdad,” (vv. 20-21). ¡La verdad es accesible! Sin embargo, con el fin de captar firmemente que hay que prestar atención a la medida cautelar de versículo 17b: “aplica tu corazón a mi conocimiento.” El conocimiento de Dios es primordial, y lo que el hombre ha de saber sólo puede estar basado en una recepción de lo que Dios en un principio y en última instancia ha conocido. El hombre debe pensar los pensamientos de Dios acudiendo a Él, porque “en tu luz vemos la luz” (Sal. 36:9).
El testimonio de David fue que “El Señor mi Dios que alumbra mis tinieblas” (Sal. 18:28). En la oscuridad de la ignorancia del hombre, la ignorancia que resulta del intento de autosuficiencia, vienen las palabras de Dios, que traen la luz y el entendimiento (Sal. 119: 130). Así, Agustín dijo correctamente: “Yo creo con el fin de entender.” La comprensión y conocimiento de la verdad son los resultados prometidos cuando el hombre hace de la palabra de Dios (que refleja el conocimiento primario de Dios) su punto partida presuposicional para todo pensamiento. “presta atención a mi sabiduría, inclina tu oído a mi prudencia, para que guardes la discreción, y tus labios conserven el conocimiento.” (Proverbios 5:1-2).
Hacer de la palabra de Dios su presupuesto, su estándar, su instructor y guía, sin embargo, llama a una renuncia la autosuficiencia intelectual –la actitud de que usted es autónomo, capaz de alcanzar hasta el conocimiento genuino independiente de la dirección y de las normas de Dios. El hombre que dice (o busca) la neutralidad en su pensamiento no reconoce su total dependencia de Dios de todo el conocimiento de todo lo que ha llegado a entender sobre el mundo. Tales hombres dan la impresión (a menudo) que son cristianos sólo porque, como intelectos superiores, han descubierto o verificado (a un grado grande o significativo) las enseñanzas de la Escritura. En lugar de comenzar con la segura palabra de Dios como fundamento a sus estudios, nos hacen creer que comienzan con la autosuficiencia intelectual y (usando esto como su punto de partida) se dirigen hasta una aceptación “racional” de las Escrituras. Mientras que los cristianos pueden caer en un espíritu autónomo, al seguir sus trabajos académicos, aun esta actitud no es coherente con la profesión y el carácter cristiano. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Prov. 1:7). Todo conocimiento comienza con Dios, y por lo tanto nosotros los que deseamos tener conocimiento debemos presuponer la palabra de Dios y renunciar a la autonomía intelectual. “No os jactéis más con tanto orgullo, no salga la arrogancia de vuestra boca; porque el Señor es Dios de sabiduría, y por El son pesadas las acciones.” (1 Sam 2:3.).
Jehová es el que enseña conocimiento al hombre (Sal. 94:10). Así que lo que tenemos, incluso el conocimiento que tenemos sobre el mundo, nos es dado a nosotros por Dios. “¿Qué tienes que no hayas recibido?” (1 Cor. 4:7). ¿Por qué entonces los hombres se enorgullecen de su autosuficiencia intelectual? De acuerdo, a lo que ya que está escrito: “El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Cor. 1:31). La sumisión humilde a la Palabra de Dios debe preceder a toda actividad intelectual del hombre. Cuando los hombres no glorifican a Dios como deberían (inclinándose ante Su Señorío en el mundo del pensamiento) ni le dan gracias a Él (incluso por el conocimiento de que Él les otorga), sus razonamientos se vuelven vanos y su corazones oscurecidos (Rom. 1:21). El hombre que afirma “neutralidad académica” o “autonomía filosófica” incurre en juicio de Dios sobre esa misma área en la que el hombre se jacta: su intelecto. Los que se niegan a presuponer el Señorío epistémico de Cristo, la verdad de la Escritura como la norma del conocimiento, y la necesidad de la luz de Dios antes de que puedan ver la luz, son guiados a pensamientos inútiles y oscuridad. Sólo examine el tipo de material “académico” que es producido por las universidades de nuestra tierra: la desesperación existencial, el relativismo respecto a la verdad, la irrelevancia en estudios detallados, los deshumanizantes “avances” científicos, y un papel de persecución política! “No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?” (1 Cor. 1:20). Cuando los hombres no son los administradores apropiados de lo que Dios les (por ejemplo, la capacidad académica) ha dado, Dios quita aun lo que fue poseído previamente (por ejemplo, la mencionada vana erudición, es decir, “vacía”). Sin embargo, como cristianos, hemos escuchado la palabra de Cristo, que es capaz de hacernos llevar de la oscuridad a la luz (Hechos 26:18). El Dios único sabio (Rom. 16:27) que hizo el mundo de acuerdo a la sabiduría (Salmo 104:24) nos da un espíritu de sabiduría e ilumina nuestros ojos (Efesios 1:17-18) para que podamos tanto Él (en la salvación) conocer y tener conocimiento acerca de Su mundo (en verdad). La base de conocimiento es la revelación de Dios. ¿Está usted fundamentado allí o intelectualmente a la deriva?
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