Sobre las “Preferencias” y la Membresía de la Iglesia
Por Mark Snoeberger
Otra semana de blogs, una contribución más a la corriente incesante de advertencias a todos los cristianos de todo el mundo que nunca permitan que la preferencia de música sea un factor para decidir a que iglesia ir, y sobre todo, nunca, nunca dejar una iglesia por esta razón. Este incesante tema al parecer ahora ha llegado al clímax con la observación de que la preferencia de la música está sobre lo más alto de la lista de malas razones para dejar una iglesia. Los Milleniales han hablado, y la música no tiene sentido. (Increíble, ¿no es así? En lugar de una estrategia simple y conciliadora de requerir recitaciones al unísono, Dios espera que adornemos estas recitaciones con algo totalmente sin sentido y potencialmente conflictivo. Extraño.) No discutas, simplemente acéptalo.
Aceptar, el cinismo de lado, voy a admitir que hay un argumento que hacer aquí, pero permítanme insertar un adjetivo crítico: Una preferencia musical autónoma es una mala razón para salir de una iglesia, al igual que las preferencias autónomas sobre la predicación, las ordenanzas, la disciplina iglesia, la misión de la iglesia, etc., son malas razones para unirse / dejar una iglesia. Es decir, es una mala razón para dejar / unirse a una iglesia porque:
- Prefiero sermones cortos, divertidos y felices que no me obligan a cargar con una Biblia y nunca me hagan sentir culpable.
- Prefiero iglesias que me permitan entrar, salir y seguir con mi vida.
- Yo prefiero la aspersión de bebés que bautizar a creyentes porque es menos sucio y hace más.
- Yo prefiero tomar la comunión como una comida con unos amigos cristianos en vez de con toda la iglesia, porque me disgusta las multitudes en general, y me disgusta específicamente me molestan ciertas personas en esa muchedumbre específica.
- Prefiero dejar que los ancianos se encargan de todos los asuntos de la disciplina, el orden y el gobierno, porque no me gusta el conflicto y no quiero ser molestado con ello.
- Yo prefiero una iglesia que se centre en las preocupaciones sociales porque me hace sentir mejor, y yo no tengo que ser un vendedor del Evangelio.
- Prefiero solo los tipos de música que me hacen sentir nostálgico. O emocionado. O feliz. O estéticamente pleno. O lo que sea.
Estas son las preferencias que se nutren estrictamente de la autonomía personal, y estas preferencias son egoístas, equivocadas y perversas. Pero no todas las preferencias son autónomas y egoísta. Algunos de ellos son de principios y bíblicamente demostrables. Algunas iglesias son mejores en hacer lo que la Biblia dice que deben hacer, y debemos preferirlas. Y aunque soy un gran defensor de perseverar en la iglesia propia – aun cuando tropieza mal – porque los creyentes están obligados a cumplir con sus responsabilidades del pacto a sus compañeros miembros de la iglesia, hay buenas razones para dejar un cuerpo y unirse a otro. Por ejemplo, es conveniente transferir la membresía porque:
- uno prefiere exposiciones cuidadosas de la Escritura que pacientemente redarguyan, reprendan, exhorten, porque eso es lo que enseña la Biblia.
- uno prefiere iglesias que exigen la participación mutua de sus miembros en la vida del cuerpo, porque eso es lo que enseña la Biblia.
- uno prefiere bautizar creyentes – porque eso es lo que enseña la Biblia.
- uno prefiere tomar la comunión con toda la Iglesia reunida, y sólo después hacer frente a los conflictos interpersonales dentro de ese cuerpo porque eso es lo que enseña la Biblia.
- uno prefiere participar en la disciplina de la iglesia, no porque lo disfruta, sino porque cree que la Biblia enseña que debe hacerlo, y porque es en última instancia, en el mejor interés de la iglesia.
- uno prefiere ofrecer su tiempo y dinero a la iglesia de Dios principalmente en la búsqueda de la misión de hacer discípulos y edificar iglesias donde podemos enseñarnos mutuamente y animarnos unos a otros, porque eso es lo que la Biblia enseña que es la misión principal de la iglesia.
- uno prefiere un ministerio de música que incluye salmos, implicando el canto congregacional principalmente, y emplea a canciones que no sólo alaben y adoren a Dios, sino también, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con palabras verdaderas y fieles, porque eso es lo que enseña la Biblia. O si se prefiere un estilo musical que pueda sostener razonablemente y cultivar la gama de sentimientos reflejados en la música bíblica de ambos testamentos: alabanza, júbilo, reverencia, seguridad, reflexión contemplativa sobre la historia y la teología, y sobre todo el espíritu de lamento y penitencia que dominan las selecciones musicales que se encuentran en el registro bíblico.
Por supuesto, siempre habrá ocasiones en las que los creyentes, después de un estudio cuidadoso, no están de acuerdo acerca de lo que las Escrituras enseñan en varios de estos temas, o grandemente en desacuerdo sobre las mejores formas de cumplir estas funciones reveladas de la iglesia reunida. En algunos casos (y tal vez con más frecuencia de lo que se suponía) los desacuerdos son lo suficientemente pequeños como para tolerarse. Pero a veces las iglesias que yerran en estas cuestiones dejan la obra de la iglesia incompleta y sus adoradores espiritualmente muertos de hambre, magullados, consternados, y desalentados – incluso enfadados a pesar de que ellos creen que lo hace a la persona y la causa de Cristo.
En muchos casos es muy posible para todos los involucrados se llamen de manera amistosa y con entusiasmo unos a otros hermanos en Cristo. Pero con el tiempo vendrán a adorar por separado, y deben adorar separado. Y no es (necesariamente) porque una parte u otra ha “hecho la experiencia de la adoración en relación a sí mismo y no sobre Dios siendo adorado.”
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