Sacos de Arena Indefensos
Por Tim Challies
Me desperté en la madrugada de esta mañana y me encontré pensando en el sueño. Sobre todo estaba pensando que me gustaría mucho más vivir el sueño que pensar en ello, pero como eso no estaba pasando, me encontré preguntándome acerca del propósito de dormir. He estado luchando contra el insomnio durante un par de años y ha sido una batalla cuesta arriba. Me han dicho que no te das cuenta de todos lo que los dedos gordos hacen por ti hasta que se pierde uno de ellos y de repente se encuentra que usted casi no puede caminar. Supongo que lo mismo puede decirse del sueño –viéndolo quitado genera un nuevo nivel de apreciación. También genera preguntas.
Esta mañana me he encontrado a mí mismo preguntándome por qué dormimos.¿Cuál es el punto de ello? Es obvio que hay razones físicas, pero debe haber una razón de fondo espiritual que Dios nos haya hecho seres que necesitan dormir. Pasamos casi un tercio de nuestra vida durmiendo, o, al menos, debemos pasar que gran parte de nuestra vida durmiendo. Eso es notable. Dios debe tener un propósito detrás de cualquier actividad que consuma mucho de nuestro tiempo. Estoy seguro de que Dios pudo habernos creado como seres sin dormir que podrían ser productivos todo el día y toda la noche, pero él no lo eligió. Él nos creó y creó el sueño y así surgió una relación entre los dos.
Se me ocurrió que la realidad fundamental del sueño es que nos asegura que no somos Dios. Al parecer, todos necesitamos el recordatorio permanente. Salmo 127:2 dice: “Es en vano que os levantéis de madrugada, que os acostéis tarde, que comáis el pan de afanosa labor, pues El da a su amado aun mientras duerme.” Necesitamos dormir, y un sueño tranquilo es un buen regalo de un buen Dios. Mientras tanto, el Salmo 121:4 dice: “He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel.” Tenemos sueño, Dios no lo tiene. Por el contrario, el Dios que no duerme concede el sueño a personas que ama, personas que lo necesitan desesperadamente.
Me encuentro en buena compañía aquí. Esto es lo que John Piper dice en un artículo que se remonta hasta 1982:
El sueño es un recordatorio diario de Dios que no somos Dios. “He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel” (Salmo 121:4). Pero Israel lo hará. Porque nosotros no somos Dios. Una vez al día Dios nos envía a la cama como pacientes con una enfermedad. La enfermedad es una tendencia crónica a pensar que estamos en control y que nuestro trabajo es indispensable. Para curarnos de esta enfermedad Dios nos convierte en sacos de arena indefensos una vez al día. Cuan humillante para el ejecutivo corporativo hecho a sí mismo que tiene que renunciar a todo control y volverse tan flojo como un lactante todos los días.
El sueño es una parábola de que Dios es Dios y nosotros somos simples hombres. Dios maneja el mundo muy bien, mientras que un hemisferio duerme. El sueño es como un disco rayado que viene por ahí con el mismo mensaje todos los días: El hombre no es soberano. El hombre no es soberano. El hombre no es soberano. No deje que la lección se pierde en usted. Dios quiere ser de confianza como el gran trabajador que nunca se cansa y nunca duerme. Él no es tan impresionado con nuestras últimas noches y madrugadas como lo es con la confianza tranquila que arroja todas las ansiedades sobre él y duerme.
Por alguna razón él no me ha concedido mucho de eso últimamente y no sé por qué. No me siento como que estoy particularmente ansioso y cuando me despierto por la noche es con la mente ocupada, no como una ansiosa. He tratado de hacer las cosas según el libro –minimizando la cafeína, haciendo ejercicio, evitar la televisión antes de acostarse, y así sucesivamente. Pero como a menudo no, me quedo dormido de forma rápida y despierto sólo unas horas más tarde, después de haber conseguido sólo una pequeña parte del sueño que necesito. Yo soy reacio a interpretar este tipo de providencia, pero yo lo veo como la manera de Dios de recordarme de mi propia debilidad. Estoy tan absolutamente dependiente de la bondad y la gracia de Dios que ni siquiera puede contar con una noche de sueño decente, incluso en esas noches cuando me voy a la cama con los huesos cansados. Tal vez esta es una espina en la carne, algo dado por el Señor para mi propio bien, para que no me de soberbia y autosuficiencia. O tal vez es algo que he creado por mi propio orgullo, mi propia falta de voluntad de entregarme al Señor de la soberanía que es suya. No se. Pero lo que sí sé, es que cuando voy a la cama esta noche, será un recordatorio de que yo no soy Dios. La pregunta es, ¿voy a prestar atención a este recordatorio?
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