Jueces para EE.UU.
Por Jesse Johnson
Cada semana que pasa se hace simplemente más obvio que la cultura estadounidense es esencialmente una celebración prolongada de la inmoralidad. Esto es cierto en el nivel popular –¿matrimonio gay en los Grammys? ¿En serio? – así como en el nivel académico más erudito, donde es una virtud ser críticamente autoritativo con un saludable desdén por la verdad absoluta.
Mientras que una vez tuvimos a un barniz cristiano, ahora el pecado sexual es impulsado como progresista, el aborto es un proyecto financiado por el dinero de los impuestos, y el temor de Dios ha sido reemplazado con la celebración del mismo. Donde la gente solía ruborizarse, ahora se jactan. Después de haber sido "liberado" de la ética bíblica, nuestra sociedad en cambio, ha producido una cultura de muerte. La gente define la virtud no en los términos de Dios, sino como lo que es correcto a sus propios ojos. Incluso en las iglesias el evangelio de la gracia es a menudo reemplazado por un sustituto diluido centrado en el hombre, como si la aceptación fuera la meta y el comprometer los medios que Dios ha elegido para establecer su iglesia.
¿Ha habido alguna vez otra cultura que se haya deslizado hasta aquí, tan rápido?
Sí, y sí. Mientras que los EE.UU. tienen los males del aborto y la esclavitud para la cual responder, Israel también tenía su propio pecado que llevó a su ruina. Moisés pudo haberlos conducido a través del desierto, pero su nieto inauguró una religión de ídolos. La generación que comió el maná dejó paso a la generación que se deleitó a sí mismo en hacer el mal. Aquellos que recibieron la Torá fueron sustituidos por los que vendían ídolos –y ellos lo hicieron a un precio con descuento. Israel derramó lágrimas por la muerte de Josué, y luego rechazó al Dios de Josué. Sus hombres se negaron a liderar, sus líderes eran los fornicarios, los cobardes, los idólatras. El sacrificio humano se convirtió en una forma aceptable de adoración.
Y sin embargo, Dios mantuvo su única esperanza. A pesar de su obstinación y confianza en sí mismo, Yahvé insistió en levantar salvador tras salvador, un libertador tras otro. Donde abundó el pecado, la liberación de Dios sobreabundó, y detrás de cada milagro estaba la promesa que Dios de que un día enviará un salvador que no fuera un juez pecaminoso, sino un rey sin pecado.
Por esta razón, Jueces es un libro importante para estar familiarizado. Puede que no nos muestre cómo vivir, sino que nos muestra a qué clase de Dios vivimos. La nuestra no es la única generación que hacer lo recto delante de sus propios ojos, y Jueces tiene una manera de traer claridad a esa noción nociva que tratar de ser una buena persona es de alguna manera una buena cosa.
Este año me he comprometido a la lectura de Jueces una y otra y otra vez. He estado viviendo en ello durante las últimas semanas, y voy a seguir haciéndolo durante los próximas semanas. Quiero conocerlo, apropiarme, y ser repelido por el. Quiero predicarlo ( Estoy hasta el capítulo 6 en este momento ), y quiero saber cómo crece el compromiso, y cómo aumenta la disciplina.
Mañana voy a publicar un par de lecciones que he sacado de los jueces hasta ahora. Pero por hoy espero que usted sólo vea el paralelismo entre el día angustiante de los Jueces, donde todo el mundo hacía lo que era correcto a sus propios ojos, y hoy en día, cuando todo el mundo está bien en sus propios ojos. Cuando la libertad personal es elevada a la certeza moral, el juicio de Dios no ha estado nunca ha estado muy lejano –y siempre es seguido por su salvación.
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