lunes, julio 01, 2013

Un Evangelio Transmitido y Entregado

clip_image002Un Evangelio Transmitido y Entregado

Por Paul Washer

Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;
—1 Corintios15:3–4

En el texto anterior, aprendemos dos verdades importantes acerca del evangelio. En primer lugar, no fue el resultado de la invención humana, sino de hombres movidos por el Espíritu Santo.(1)  Por lo tanto, tiene toda la autoridad de la Escritura como mensaje inspirado por Dios.(2) En segundo lugar, se trata de un mensaje entregado una vez por todas a los santos, y cada generación de cristianos es responsable de entregarlo sin alteraciones a la generación que le sigue.(3)

UN EVANGELIO TRANSMITIDO

Cuando el apóstol Pablo escribe que “recibí” el evangelio, está haciendo un reclamo a la revelación especial. Él no fabrico este mensaje, ni tampoco lo tomó prestado de otros. Más bien, llego a él a través de una extraordinaria revelación de Jesucristo. En Gálatas 1:11-12, Pablo describe esta experiencia con mayor detalle: “Pues quiero que sepáis, hermanos, que el evangelio que fue anunciado por mí no es según el hombre. Pues ni lo recibí de hombre, ni me fue enseñado, sino que lo recibí por medio de una revelación de Jesucristo.”

El propósito de Pablo para relatar esta experiencia única es demostrar que el Evangelio tiene un origen divino. Él no estaba escribiendo para exaltarse a sí mismo o para sugerir que su evangelio era algo diferente del dado a los apóstoles ni a la iglesia en su conjunto. De hecho, más tarde se refiere, en la misma carta que había presentado su evangelio a aquellos que eran de gran reputación en la iglesia de Jerusalén, y no lo había corregido ni aportado nada a su comprensión.(4) Pablo tiene la intención de todo esto de demostrar que sólo hay un evangelio verdadero. Nació en el corazón de Dios y fue entregado a la iglesia a través de los apóstoles. Es una palabra eterna e inmutable que trasciende el tiempo y la cultura. No debe ser modificado o adaptado para satisfacer los paladares de diferentes culturas o épocas, sino que debe mantenerse en la más alta estima como absoluta e inmutable verdad.

Por esta razón, nosotros, los que hemos sido hechos beneficiarios y mayordomos del evangelio debemos aprender a manejarlo con mucha precaución, incluso temor. Judas, el medio hermano del Señor, nos exhortó a contender ardientemente por la fe del evangelio que fue una vez dada a los santos, y el apóstol Pablo nos amonestó a guardarlo como un tesoro confiado.(5) Él incluso fue tan lejos como para pronunciar una maldición sobre cualquier hombre o ángel que altere su contenido por cualquier razón: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea ​​anatema. Como hemos dicho antes, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.”(6)

Cada generación de cristianos tiene que darse cuenta de que el evangelio eterno ha llegado hasta ellos.(7)  Como administradores, es nuestra responsabilidad preservar ese evangelio sin adiciones, sustracciones, o cualquier tipo de modificación. Alterar el evangelio de alguna manera es traer una maldición sobre nosotros mismos y entregar un evangelio corrupto a las siguientes generaciones. Por esta razón, el apóstol Pablo advirtió al joven Timoteo a esforzarse con las verdades que se le encomendaban, y Pablo le prometió que, al hacerlo, aseguraría la salvación tanto para él como para los que lo escuchaban.(8)

Nosotros, los que hemos recibido el Evangelio tenemos una obligación temerosa de entregarlo en toda su plenitud y su pureza apostólica. Esta obligación no es sólo a Dios sino también a nuestra generación y a las generaciones venideras. El apóstol Pablo dijo a la iglesia en Roma que era una “A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor.”(9) De manera similar, también somos deudores a todos los hombres que ahora viven y a las innumerables generaciones de hombres que todavía aun siguen. En la medida en que somos fieles al Evangelio, seremos como luces que brillan en la oscuridad, y una fuente de bendición a las generaciones venideras. En la medida en que somos lo contrario, vamos a ser enemigos de la cruz de Cristo, piedras de tropiezo en medio del reino, y culpables del naufragio de la fe de muchos.(10) Como ministros del evangelio, una confianza se ha puesto sobre nosotros que es tan terrible como maravillosa. ¿Quién es suficiente para estas cosas? ¿Quién es competente para semejante tarea? (11)

El conocimiento de la seriedad de nuestra responsabilidad, nos hace ser diligentes para presentarnos aprobados de Dios como obreros que no tienen de qué avergonzarse, porque manejamos bien la palabra de verdad. (12) Imitemos a Esdras el escriba, que “había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos.”(13) Sigamos el ejemplo del sacerdote piadoso que Dios honró a través del profeta Malaquías: “y él me reverenció, y estaba lleno de temor ante mi nombre. La verdadera instrucción estaba en su boca, y no se hallaba iniquidad en sus labios; en paz y rectitud caminaba conmigo, y apartaba a muchos de la iniquidad. Pues los labios del sacerdote deben guardar la sabiduría, y los hombres deben buscar la instrucción de su boca, porque él es el mensajero del Señor de los ejércitos.”(14)

Hay algo peor que guardar silencio mientras los perdidos de este mundo correr de cabeza hacia el infierno: el crimen de predicar un evangelio diferente del que pasó a los santos. Por esta razón, debemos evitar el evangelio del evangelicalismo contemporáneo, ya que es un evangelio suavizado y desde un punto de vista cultural esculpido y truncado que permite a los hombres aferrarse a una forma de piedad mientras niega su poder, para profesar conocer a Dios mientras Él es negado con sus obras, y llamar a Jesús “Señor, Señor”, mientras no hacen la voluntad del Padre. (15) ¡Ay de nosotros si no predicamos el evangelio, pero aún mayor infortunio se debe a nosotros si predicamos de forma incorrecta! (16)

UN EVANGELIO DEBIDAMENTE ENTREGADO

La ley del Antiguo Testamento contiene muchas prohibiciones relativas a las mezclas de cualquier tipo.(17)  Cuando dos cosas se mezclan, sus distinciones se vuelven confusas, y ambos se pierden. Lo mismo puede decirse del evangelio. El evangelio es todo en el cristianismo y en las Escrituras, pero no todo en el cristianismo o las Escrituras es el evangelio.(18)  La sanidad física, un matrimonio sano, y el cuidado providencial de Dios, aunque está basado y fluye desde el Evangelio, no son el evangelio.

Es algo muy peligroso para un ministro pensar que todo lo que predica es el Evangelio de Jesucristo, o que todo en su ministerio podría llamarse ministerio del evangelio. El Evangelio es un mensaje muy específico en las Escrituras, y este texto lo define de manera clara y concisa: “Porque os transmití ... lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.”(19)

En las propias palabras de Pablo, nos enteramos de que el Evangelio de Jesucristo se basa en dos grandes pilares: Su muerte y resurrección. La referencia a Su sepultura es importante por dos razones. La primera es que la Escritura profetizó Su muerte y la profecía tenía que cumplirse. (20)  La segunda es que valida o comprueba Su muerte y sienta las bases para Su resurrección y ascensión. Fue enterrado porque Él murió realmente, y puesto que Su muerte fue real, así lo fue Su resurrección.

A medida que avanzamos en este trabajo, consideraremos estas grandes verdades del Evangelio, pero por ahora tenemos un único objetivo: demostrar que estamos obligados no sólo a proclamar estas verdades, sino también a que sean explicadas. Cuando predicamos o comunicamos el evangelio en cualquier forma, haríamos bien en preguntarnos cuánto de su contenido esencial en realidad estamos transmitiendo. Muchos pueden citar de memoria los tres hechos del evangelio como aparecen en nuestro texto: Cristo murió, fue sepultado, y resucitó. Sin embargo, ¿cuántos entienden qué quiere decir esto? Y ¿por qué es tan raramente explicado desde el púlpito? ¿Tenemos una visión tan baja del evangelio que creemos que no es digna de una explicación detallada? ¿O tenemos una visión tan superficial del evangelio que creemos que no requiere explicación? Tal vez simplemente asumimos que todos entienden el evangelio y no se necesita ninguna explicación.

LOS COMPONENTES DE LA PREDICACION CENTRADA EN EL EVANGELIO

El poder de las palabras está en su significado. No basta citar ciertas proposiciones del Evangelio de memoria, sino también tenemos que trabajar con diligencia para explicarlas. Por esta razón, el evangelista también debe ser un escriba, y el predicador debe ser un maestro. ¡Nuestra valiente proclamación de la muerte y resurrección de Cristo debe incluir una explicación bíblica, reflexiva, y clara de lo que significan estas cosas! Las cuatro aplicaciones siguientes proporcionan una prueba de esta necesidad.

En primer lugar, la predicación del evangelio nos exige proclamar con valentía a los hombres que Cristo murió por sus pecados. Aunque no hay duda de que el Espíritu Santo puede utilizar estas cinco palabras para salvar al hombre más vil, no hay ninguna base en las Escrituras para suponer que debemos dejar esta importantísima verdad sin explicación.(21) Los hombres no pueden comprender adecuadamente el significado de la muerte de Cristo a menos que también entiendan algo de su propio pecado. Por lo tanto, debemos tratar de darles a conocer no sólo la naturaleza del pecado y de su propio pecado, sino también hay que tratar de enseñarles sobre el carácter justo de Dios y de Su respuesta al pecado de todo tipo y magnitud. Tenemos que hacer esto con un equilibro de rectitud y compasión, casi de la misma manera que un buen médico trata de explicar la naturaleza grave de la enfermedad de su paciente para que pueda ser trasladado a buscar una cura sin demora.(22) Esta base, o “arado del corazón humano,” es una necesidad absoluta en la verdadera predicación del evangelio. Debemos recordar que fue sólo después de la gran proclamación del Señor de Sus propios atributos que Moisés, “apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró.” (23)  Y fue sólo después de que Dios reveló las justas demandas de la ley a Pablo que su pecado fue expuesto, su justicia propia destruida, y él se convirtió.(24)

En segundo lugar, la predicación del evangelio exige que le contemos a los hombres que Cristo murió, según las Escrituras. Aunque se trata de una de las declaraciones más poderosas en las Escrituras, su impacto sobre el corazón humano aumenta exponencialmente a medida que la predicación del evangelio desarrolla adecuadamente sus verdades y da a conocer su implicaciones. Por lo tanto, debemos esforzarnos con las Escrituras para explicar a los hombres la naturaleza exacta y las consecuencias de la muerte de Cristo. Cristo no sólo murió por nuestros pecados, sino también por el carácter de Dios –Él es justo y no puede justificar o perdonar a los malvados sin antes satisfacer las demandas de Su justicia contra ellos.(25) Cristo no sólo murió, sino que estuvo en el lugar de su pueblo, llevando su culpa, sufrió la ira de Dios, y derramó su sangre.(26)  A través de Su sufrimiento, la justicia divina se mostró satisfecha y la ira de Dios fue aplacada, para que Dios pueda ser a la vez justo y el que justifica a los que ponen su fe en El.(27)

Casi toda obra teológica clásica en la cruz de Cristo identifica y explica estas verdades a través de doctrinas tales como la expiación, la sustitución penal, la imputación, la propiciación y expiación. Estas doctrinas no son extravagantes, innecesarias o inaccesibles, sino son verdades esenciales del evangelio. Pueden y deben ser predicadas a todos los hombres, creyentes y no creyentes por igual. Aquellos que argumentan que son demasiado profundas de entender para la persona común están tomando prestado el lenguaje de los antiguos papas que quemaron Biblias, porque declararon que el pueblo de Dios eran demasiado ignorante para leerlas!

En tercer lugar, la predicación del evangelio exige que le contemos a los hombres que Cristo fue resucitado de entre los muertos al tercer día. Sin embargo, para que este anuncio influya en el hombre del siglo XXI, también debemos exponer el significado y las implicaciones de la resurrección. Es necesario proclamar a los hombres que la resurrección fue la reivindicación pública de Dios de la filiación divina de Jesús, y fue la señal de que ha aceptado la obra redentora de Cristo en favor de Su pueblo! (28)  Tenemos que explicar cómo la resurrección sienta las bases para la ascensión de Cristo, y es la prueba de que Dios ha hecho a este mismo Jesús que fue crucificado como Señor y Cristo. (29) Debemos compartir que Dios exaltó a Jesús y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Él es el Señor.(30)  Hay que advertir a los hombres que la resurrección de Cristo demuestra no sólo que el mundo tiene un Salvador, sino también de que el universo tiene un rey que reinará hasta que todo Su pueblo sea reunido y Sus enemigos hayan sido hechos estrado de sus pies.(31) Él viene otra vez y juzgará al mundo con justicia.(32)  Por lo tanto, todos los hombres, independientemente de su lugar –mendigo y rey – deben mostrar discernimiento y rendir homenaje al Hijo, para que no se enoje y perezcan en el camino. Porque Su ira pronto puede ser encendida, pero bienaventurados todos los que se refugian en Él! (33)

Por último, la predicación del evangelio exige que roguemos a los hombres venir a Cristo. Sin embargo, la petición debe ser tan bíblica como nuestro mensaje. No debemos reducir los grandes mandamientos de arrepentimiento y fe a nada más que la repetición de la oración del pecador. Nuestros oyentes deben comprender el arrepentimiento como un cambio de mentalidad que abarca no sólo la inteligencia, sino también la voluntad y las emociones. Ellos deben entender la naturaleza de la fe salvadora como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve,” siendo totalmente asegurada que lo que Dios ha prometido en Jesucristo, Él también es capaz de realizar. (34) Por otra parte, hay que instruir a nuestros oyentes con respecto a la evidencia de la conversión. Debemos advertir que el arrepentimiento genuino produce el fruto de arrepentimiento, y que la fe sin obras está muerta. (35) Debemos amonestarlos a examinarse y probarse a sí mismos para ver si están en la fe, y debemos ser diligentes para hacer segura su vocación y elección.(36)  No sólo debemos predicar a los hombres un evangelio bíblico, porque la invitación bíblica y la instrucción adecuada también deben seguir. No hay que echarlos en la eternidad aferrándose a nada más que la oración del pecador, sólo con nuestros débiles palabras de fiabilidad sonando en sus oídos!

Las explicaciones dadas anteriormente son meros fragmentos del Evangelio inescrutable de Jesucristo, del que somos responsables de anunciar a las naciones. Tenemos que decir a todas las criaturas lo que Cristo ha hecho, pero también tenemos que explicar lo que significa y lo que debe hacer en respuesta. Las proclamaciones y las palabras que las forman son importantes, pero sólo en la medida en que estén bien definidas y aplicadas.. Tal es el caso con el evangelio.

Es la gran tarea del evangelista cristiano tanto proclamar como un heraldo y exponer como escriba.(37) Las Escrituras abundan con ejemplos. Felipe señaló al eunuco etíope a Cristo por medio de su explicación de las profecías de Isaías.(38)  Priscila y Aquila llevaron a Apolos aparte y le explicaron el camino de Dios con mayor precisión.(39) El apóstol Pablo se reunió con los Judíos de Tesalónica por tres sábados consecutivos disputó con ellos de las Escrituras: “explicando y demostrando que el Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos.”(40)  Por último, está el mejor expositor de todos ellos, nuestro Señor Jesucristo, quien reveló Dios al hombre en Su encarnación y expuso el Evangelio a Sus discípulos desconcertados en el camino a Emaús: “Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a El en todas las Escrituras.” (41)

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1. 2 Pedro 1:21

2. 2 Timoteo 3:16

3. Judas v. 3

4. Gálatas 2:1–10

5. Judas v. 3; 2 Timoteo 1:14

6. Gálatas 1:8–9

7. Apocalipsis 14:6

8. 1 Timoteo 4:15–16

9. Romanos 1:14

10. Filipenses 3:18; Mateo 13:41; 1 Timoteo 1:19

11. 2 Corintios 2:16

12. 2 Timoteo 2:15

13. Esdras 7:10

14. Malaquías 2:5–7

15. 2 Timoteo 3:5; Tito 1:16; Mateo 7:21

16. 1 Corintios 9:16

17. Levítico 19:19

18. En el sentido de que es un gran verdad esencial del Cristianismo y las Escrituras.

19. 1 Corintios 15:3–4

20. Isaías 53:9; Mateo 27:57–60

21. Romanos 1:16; 1 Corintios 2:2; 2 Timoteo 2:15

22. 2 Timoteo 2:25: “que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad.”

23. Éxodo 34:8

24. Romanos 7:9–11

25. Proverbios 17:15; Éxodo 34:6–7; Romanos 3:23–26

26. Hebreos 9:22

27. Isaías 53:4–6, 10

28. Romano 1:4; 4:25

29. Hechos 2:36

30. Filipenses 2:6–9

31. Lucas 20:41–44; Hechos 2:34–35; Hebreos 10:12–13

32. Hechos 17:31

33. Salmo 2:10–12

34. Hebreos 11:1; Romanos 4:21

35. Mateo 3:8; Santiago 2:14–26

36. 2 Corintios 13:5; 2 Pedro 1:10

37. En este debate, “cristiano evangelista” se refiere vagamente a cualquier cristiano que predica o comparte el evangelio.

38. Hechos 8:26–35

39. Hechos 18:26

40. Hechos 17:3

41. Juan 1:18. La palabra explicada es de la palabra griega exegéomai, que significa extraer o desplegar una enseñanza o verdad. Lucas 24:27: Aquí, la palabra explicada es de la palabra griega diermeneúo, que significa desplegar el significado de algo, explicar o exponer

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