Lo Que He Aprendido en el Camino
Por Tim Challies
Este es un artículo acerca de la predicación que está destinada a ser leído por no predicadores. Yo soy un predicador inverosímil, un tipo que era paralizadamente tímido en la escuela secundaria y la universidad y posteriormente me encuentro de repente hablando en conferencias y predicando en iglesias. Como alguien que es bastante nuevo en el púlpito, pensé que podría ser útil contarle lo que algunas de las sorpresas han sido mientras de alguna manera hice transición a una persona que predica sobre una base regular.
Estas son algunas de las cosas que he aprendido acerca de la predicación:
La Predicación Puede ser Desalentadora
Cualquier predicador le dirá que el ministerio de la predicación puede ser muy, muy desalentador. T Hay muchas razones para ello y pueden variar semana a semana y de persona a persona. Éstos son sólo algunos de ellos.
La Predicación es una Batalla Espiritual. La predicación es, ante todo, una batalla espiritual. La batalla comienza temprano en la semana con la apertura de la Biblia y los comentarios y no termina hasta bien después de que el sermón ha sido predicado. Esta batalla está gravando tanto un nivel espiritual como un nivel emocional. La realidad es que Satanás quiere un sermón que este lleno de errores y carente de poder y el luchará duro para asegurar que así sea el caso. Estoy seguro de que todos los predicadores pueden dar testimonio de su conciencia de que tiene un adversario que lucha contra él durante toda la semana.
La Predicación es una Batalla Mental. La predicación es también una batalla de la mente. Tomar unas cuantas palabras o unos pocos versículos y encontrar la estructura y hacer que la estructura de sentido y encontrar el significado correcto y encontrar la aplicación correspondiente y crear ilustraciones apropiadas toma un trabajo cerebral largo y dedicado. Con todas las otras responsabilidades de la vida y ministerio, ese espacio del cerebro puede ser difícil de encontrar y mantener. Puede ser desalentador cuando las piezas que no caen en su lugar. Lo que parecía que iba a ser un sermón, absolutamente brillante en la tarde del martes es apenas tolerable por la mañana del domingo.
La Totalidad de la Semana del Predicador Culmina en el Sermón. Esto es algo en que pensar cuando se tiene en cuenta la predicación y los predicadores. La semana del predicador se ha estructurado alrededor del tiempo y el trabajo necesario para elaborar un sermón. Ha leído y estudiado, y orado y llorado, y todo ello llega a su clímax en los 45 minutos en que se encuentra en el púlpito. Su ministerio es en gran parte privado –trabaja solo en su estudio, es mentor de pequeños grupos, aconseja en privado. Pero en la mañana del domingo está delante de la iglesia y de repente es la cara pública de la iglesia y de repente hacer una corta ráfaga de ministerio muy público. Usted está allí como un testigo de los momentos más importantes y más públicos en la semana de su pastor.
Es Agotador. La predicación es una tarea absolutamente agotadora, y no sólo para una persona que es introvertida, que tiende a gastar energía en la presencia de personas y que se recarga lejos de la gente. Cuando se tiene en cuenta el agotamiento y el desánimo de la predicación, se puede ver por qué tantos predicadores se ven tentados a pecar en las noches de domingo o el lunes por la mañana.
Los Predicadores son Frágiles
Los predicadores son frágiles. Hay un sentido en el que cada sermón es una presentación, usted se ve delante de la iglesia y abre su alma, diciéndoles cómo interpretar un pasaje (a sabiendas de que pueden estar en desacuerdo con su interpretación o que puede estar simplemente erróneo), la forma en que le ha afectado a usted (si puede afectarles de manera diferente) y la diferencia que debe hacer en su vida (cuando esa aplicación ellos la podrán ignorar por completo). Hay algo al respecto que expone mucho, y que desnuda el alma. Una famosa cita acerca de la predicación que estalla: “Predicar, predicar de verdad, es morir un poco desnudo, a la vez, y saber que cada vez que lo haces, hay que hacerlo de nuevo.”
Frente a esta fragilidad pequeños trozos de aliento pueden hacer maravillas. Mientras está en el púlpito, el predicador ve cuando usted está prestando atención, lo ve asentir, ve que toma notas en la Biblia y escucha su “¡Amén!” ó hace murmullos en acuerdo. Cada uno de ellos es significativo y alentador. Usted ayuda y anima a su pastor cuando escucha atentamente y de forma interactiva. Una de las cosas más amables que puede hacer por su pastor es ir con él después del servicio y animarlo diciéndole que de una manera específica el sermón fue útil para usted. ¡Esta es una inversión de diez segundos que puede ser una gran bendición! Una nota en la mañana del lunes, un relato de cómo su familia discute el sermón durante el almuerzo –ninguna de estas cosas pasan desapercibidas.
El Éxito en la Predicación es Difícil de Medir
Es muy difícil medir el éxito en la predicación. Piense en esto: ¿Cómo se mide el éxito de un sermón? La gente siempre pregunta, “¿Cómo fue su sermón ?” Y no estoy seguro de que nadie realmente sabe cómo responder la pregunta.¿Vendrá por la cantidad de elogio y aliento que viene después del servicio? ¿Vendrá en las notas de agradecimiento y gratitud en los siguientes días? ¿Los ancianos darán una puntuación al pastor en su próxima reunión? Es una cuestión mucho más compleja de lo que usted piensa.
La realidad es que la predicación se tiende a medir más bien largo que a corto plazo. El ministerio de la predicación es uno que se mide más por año que en un solo sermón. En definitiva, casi todo lo que un predicador puede hacer es prepararse para lo mejor de sus posibilidades, basándose en el tiempo y los recursos a su disposición y sobre esa base, tener una conciencia limpia ante el Señor, confiando en que el Señor bendiga su trabajo. Hasta que un predicador pueda aprender a hacer esto, encontrar gozo en algo que no sea la alabanza y elogios de los hombres, siempre estará tentado a predicar para los hombres en lugar de a Dios.
La Predicación Es Un Gozo
La predicación es un gran llamado. Todo predicador tiene que recordarse a sí mismo de forma regular del honor de ser apartado para este ministerio, incluso de atención a estudiar la Palabra de Dios. ¿Hay mayor honor que una iglesia pueda dar, luego decirle a un hombre que le pagará por estudiar la Biblia, mientras él se compromete a compartir lo que está aprendiendo una vez por semana? Eso es una cosa asombrosa.
Todo predicador también debe continuamente recordarse el asombro y la maravilla de ser capaz de pararse en el púlpito para declarar "Esto es lo que Dios dice." A pesar de las dificultades y desalientos, la predicación es una tarea gozosa y que siempre es un gran honor. Casi todos los predicadores pueden dar testimonio del gozo de sentir el deleite de Dios en la predicación. Kent Hughes dice: “No hay nada como eso –el mismo Espíritu Santo dirigiendo, el sentido de su deleite, y la conciencia de que algo está ocurriendo entre los propios oyentes.” Esto es profundamente humillante y alentador –una emoción espiritual.
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