Inquieto Hasta que Descansemos en Ti
Por Mike Riccardi
Muchos cristianos reconocen el nombre de Agustín de Hipona de su valiente defensa de la doctrina bíblica de la soberanía divina en contra de la herejía, centrada en el hombre del monje británico Pelagio. Y sabemos que los reformadores hicieron referencias muy frecuentes a la obra de Agustín, ya que luchó en contra del homo-centrismo de la Iglesia Católica Romana. Pero lo que muchos no saben sobre Agustín fue su énfasis constante en la centralidad de los afectos, y sobre todo del gozo en la vida del creyente. De hecho, incluso se define el amor a Dios en términos de disfrutar de El:
“Yo llamo [el amor a Dios], el movimiento del alma hacia el deleite de Dios por su propio bien, y el disfrute de uno mismo y al prójimo por amor de Dios.” [1]
Fue esta búsqueda de su propio deleite, de hecho, su propio deleite en Dios Mismo, lo que fortaleció a Agustín para participar en los numerosos debates y altercados de la controversia pelagiana. Cuando un amigo le preguntó por qué se molestaba en participar disputas polémicas, respondió:
“En primer lugar porque nada me da mayor placer. Porque ¿Qué debería ser más atractivo para nosotros, hombres enfermos, sino la gracia, gracia por la cual hemos sido sanados, para nosotros, hombres perezosos, sino la gracia, la gracia por la que somos agitados, para nosotros hombres anhelando actuar, sino la gracia, por la que somos ayudados?” [2]
Para Agustín, no había dicotomía de “disfrutar de la gracia soberana”, por un lado y “luchar por la gracia soberana” en la otra. Esta última se ve impulsada por la primera. El gozo del Señor era su fortaleza (Nehemías 8:10).
Todo el Mundo Desea Ser Feliz
En el centro de atención de Agustín sobre el gozo había un supuesto fundamental sobre la naturaleza humana:
“Todo hombre, cual sea su condición, desea ser feliz. No hay hombre que no desee esto, y cada uno lo desea con fervor tal que él prefiere por sobre todas las otras cosas, quien, en realidad desea otras cosas, las desea para este fin solamente.” [3]
Él expresa esta máxima en múltiples maneras:
“¿Qué es una vida de felicidad? Sin duda, [es] lo que todos quieren, absolutamente todos, sin excepción. … Lo sabe todo el mundo, y si todos ellos pudiesen pedirlo en una lengua común, si desean ser felices, sin duda, todos responderían que si lo desean. … Por lo tanto ... todos coinciden en que quieren ser felices, del mismo modo que, si les preguntan, todos coinciden en que quieren disfrutar de la vida, y piensan que una vida de felicidad se compone de este disfrute. Una persona lo busca en esta manera, otro en aquella, pero todos están luchando por el mismo objetivo, el disfrute.” [4]
“[El alma humana] tiende hacia lo que ama, de modo que al llegar a ello, puede encontrar descanso. … Así como el cuerpo gravita en función de su peso, así el alma, en la dirección que su movimiento tiende, es arrastrado por el amor.” [5]
Agustín entendió que, invariablemente y sin excepción, la vida es acerca de los afectos . Estamos, por naturaleza, diseñados para buscar gozo, satisfacción, alegría y felicidad. Hagamos lo que hagamos, lo hacemos porque creemos que va a satisfacer los deseos de nuestras almas.
La Felicidad se Encuentra Solamente en Dios
Pero como Agustín aprendería con mucho dolor, la verdadera alegría, satisfacción, alegría y la felicidad se encuentra solamente en Dios mismo. Todo ser humano busca satisfacer los anhelos de su alma, pero solo el que llega a conocer y adorar al Dios verdadero por medio de Jesucristo es el que se encuentra esa satisfacción.
En ese párrafo inicial famoso de las Confesiones, él declara: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.” Es decir, Dios ha diseñado de tal manera a los seres humanos que los profundos anhelos y deseos de felicidad y alegría que se integran en el tejido mismo de nuestra alma sólo se cumplan y satisfagan por El. Nosotros, al igual que Salomón , buscamos la satisfacción de todo bajo el sol, pero a menos que reconozcamos que la verdadera felicidad se encuentra solamente en Dios, nosotros también estaremos luchando en contra del viento.
“Una vida feliz hay que buscarla en el Señor, nuestro Dios. Muchas personas diferentes han dado muchas respuestas diferentes cuando se habla de donde reside la verdadera felicidad. Pero ¿por qué debemos ir a muchos maestros o considerar muchas respuestas a esta pregunta? Se ha sido dicho brevemente con acierto en la Sagrada Escritura: ¡Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor (Salmo 144:15) ". [6]
“Tu mismo es tu gozo. Esta es la vida feliz, y solo esto: regocijarse en Ti, acerca de Ti y por Ti. Esta es la vida de felicidad, y no se encuentra en ningún otro lugar.” [7]
Y así no es raro para Agustín referirse a Dios como el tesoro del santo gozo. En las Confesiones, llamó a Dios “mi santa dulzura” [8] “¡Oh Dios tan hermoso”, [9] y “¡Oh, mi alegría.” [10]
El continuaría explicando que la belleza falsa del pecado palidece en comparación con la belleza verdadera y auténtica que existe en Dios. El pecado nunca proporciona la satisfacción que buscamos de él. Esa satisfacción se encuentra sólo en Dios mismo:
Porque en el vicio se esconde una belleza falsa: el orgullo, por ejemplo, incluso el orgullo imita lo sublime, donde Tú eres el único Dios, el Altísimo sobre todas las cosas. En cuanto a la ambición, ¿qué anhelas sino honra y gloria, ya que Tu eres digno de honor, más allá de todos los demás, y eternamente glorioso? La ferocidad de los hombres poderosos pretende inspirar temor, pero ¿Qué hay que temer, excepto al único Dios?¿Puede algo ser arrebatado de su poder o retirarse de él, cuándo o dónde o hacia dónde o por quién?
La Coquetería tiene como objetivo despertar el amor por sus artimañas de encanto, pero nada puede tener más encanto que su caridad, ni nada puede ser amado a una mayor ganancia que la verdad, que eclipsa todo lo demás en su belleza luminosa. La curiosidad se presenta como la búsqueda del conocimiento, mientras que tú lo sabes todo en un grado supremo. Incluso la ignorancia o la estupidez se disfraza como la sencillez y la inocencia, pero nada de lo que existe es más sencillo que Tu mismo, y ¿Qué podría ser más inocente que Tú, quien deja a los malvados ser acosados por sus propios pecados?
La Pereza pretende aspirar a descansar, pero ¿Qué descanso mas seguir está ahí sino el Señor? La Vida Exhuberante le gusta darse por abundancia satisfecha, pero Tú eres el depósito completo e inagotable de una dulzura que nunca caduca. La extravagancia es una generosidad falsa, pero Tu es el que da infinitamente abundante de todas las cosas buenas. La avaricia se esfuerza por acumular posesiones, pero Tu eres dueño de todo. La envidia es contenciosa sobre la jerarquía del otro, pero ¿Quién tiene mayor jerarquía que Tu? La Ira busca venganza, pero ¿quien cobra venganza con mayor justicia mayor que Tú? La timidez teme cualquier amenaza imprevista o repentina de las cosas que ama, y toma precauciones para su seguridad, pero, ¿Hay algo súbito o imprevisto para Ti? ¿Quién puede separar de ti lo que Tu amas? ¿Dónde ha de halar su máxima seguridad, a excepción de Ti? [11]
Sigamos las huellas de Agustín-que siguió a Pablo, que siguió al Señor Jesús, y busquemos toda nuestra satisfacción en Dios mismo, porque es en El donde ha de encontrarse. Él nos ha hecho para Sí mismo. Y nuestro corazón está inquieto hasta que realmente descanso en El.
[1] On Christian Doctrine, III.10.16
[2] Citado en Brown, Augustine of Hippo , 355.
[3] Citado en Hand, Augustine on Prayer , 13.
[4] Confessions , X.20.29-21.31.
[5] Citado en Hand, Augustine on Prayer , 14.
[6] Ibid., 24.
[7] Confessions , X.22.32.
[8] Ibid., I.4.4.
[9] Ibid., I.12.
[10] Ibid., II.2.2.
[11] Ibid., II.13.
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