Cómo Ser Un Predicador Eficaz: Sea Apasionadamente Impresionado por la Palabra
Por Mike Riccardi
Por la gracia de un gran Dios, recientemente he sido encomendado el privilegio de predicar la Palabra de Dios regularmente a su pueblo en una maravillosa clase de escuela dominical de queridos santos en la Iglesia Grace Community. Al comenzar el proceso de estudio repetido, preparación, y proclamación, todo en mí desea honrar al Señor y verdaderamente beneficiar a Su pueblo. A pesar de que me he estado preparando para el mensaje de esta semana, el efecto santificante de estudiar la Palabra de Dios ha sido evidente, como El lo ha tenido a bien sorprenderme una y otra vez por la riqueza de Su verdad revelada.
Pensando en estas cosas, me acordé de un clip de P Y R con John Piper, en el que alguien le pregunta de dónde y cómo aprendió a predicar. La respuesta que da es algo que creo que (a) todo el mundo en la actualidad en un ministerio de la predicación regular o (b) todo el que aspire a ese lugar de servicio debe escuchar con atención. La transcripción de la parte pertinente (1:54 al-3:03) está abajo.
“Creo que la forma en que me convertí en un predicador era por estar apasionadamente impresionado por lo que estaba viendo en la Biblia en el seminario. ¡Apasionadamente impresionado! Cuando Filipenses comenzó a abrirse ante mí, Gálatas se abrió ante mí, Romanos se abrió ante mí, el sermón del monte se abrió ante mí en las clases sobre exégesis-no homilética sino exégesis homilética– todo en mí decía: “¡Yo quiero decir esto a alguien ! ¡Quiero encontrar una manera de decir esto!¡Debido a que esto es impresionante! ¡Esto es increíble! "
“Así que los predicadores de hoy que van a todas partes, pero no a la Biblia para encontrar algo interesante o algo brillante y apasionado-¡Yo no lo entiendo! ¡Yo no lo entiendo en absoluto!. Porque tengo que trabajar duro para dejar la Biblia y ver a otro lugar a encontrar una ilustración, porque todo aquí me impresiona tanto. Y es esa sensación de estar impresionado por lo que hay aquí –por el Dios que está aquí y el Cristo que está aquí y el Evangelio que está aquí y el Espíritu que está aquí y la vida está aquí– siendo asombrado por esto, sólo queda decir: ‘Eso tiene que salir. Eso tiene que salir.’”...
“Yo no creo que haya mucho que puedas hacer para convertirte en un predicador con excepción de: (1) conocer la Biblia y (2) estar increíblemente impresionado por lo que hay allí, y (3) amar mucho a la gente.”
Si sólo puedo compartir mi corazón con ustedes un poco: al escuchar esto, todo en mí dice: “¡Sí!” Así es como un predicador que honra a Dios se hace, porque Dios es honrado cuando El es percibido y maravillado –preciado a tal grado que Su gloria obliga a la alabanza y a la expresión.
Como predicador principiante y sin experiencia, yo no sé mucho. Pero una cosa sí sé es que no voy a ser un predicador eficaz si no puedo se impresionado por la visión de un Dios todo glorioso, que todo lo satisface, alto y sublime, tal como Él se ha revelado a Sí mismo en Su Palabra. Debo estar impresionado, como dice Piper, por la propia presentación magnífica de Dios de Sí mismo en el texto. Y tengo que adorar a más sobre la Palabra en mi estudio para que pueda adorar a más de la Palabra que yo estoy predicando. Debido a que es sólo en tanto el predicador adora sobre la Palabra mientras él proclama que la gente adorará sobre la Palabra, mientras la escuchan proclamada.
Me encanta lo que dice Piper acerca ser impresionado en sus clases de exégesis y no en sus clases de homilética. ¿Sabe lo que eso me dice a gritos a mí? Un predicador no se puede fabricar. Los predicadores no son hechos por el hombre. No puedes estudiar muy duro para convertirte en un predicador. No importa que tan buen comunicador eres, lo inteligente que puedas convertir una frase, lo bueno que tu bosquejo sea, o lo blanco de sus dientes, Dios y sólo Dios hace a los predicadores. Cuando Cristo ascendió a lo alto, llevó cautiva la cautividad y dio dones a los hombres. Y él mismo constituyó a unos pastores y maestros (Ef. 4:8, 11). Los pastores y los maestros son dones hechos por Cristo para Su Iglesia. No son hombres que pensaban que podían convertir una frase bien y no les importó la idea de hablar de la vida y así decidir a tomar la predicación.
Las implicaciones de esto son tremendamente significativos. Esto significa que la Iglesia tiene que depender de Cristo para la prestación de tales hombres. ¿Usted, querido lector desea ser un predicador? Yo si. Con todo mi corazón lo deseo. Pero no depende de usted. No depende de mí. Todo lo que puedo hacer es orar, con temor y temblor, inclinarme delante del Señor Jesús y clamar para que El abra mis ojos a las maravillas de su Palabra, y me afecte correctamente, con esas maravillas, para que pueda ser capaz de proclamar adecuadamente las virtudes de Aquel que me llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9).
Estoy a Su merced para hacerme un predicador. Predicador. Pastor. Estos no son más que títulos. Son una identidad. Una identidad dada por Dios.
Y si Dios no ha concedido esa identidad a usted, si Él no le ha dado la visión espiritual para ser impresionado, para ser apasionadamente impresionado por lo que Él ha revelado de Sí mismo en la Biblia (y no la televisión, el periódico, la cultura, y, lo peor de todo, su propia imaginación)-no se aferre al púlpito. Por su propio bien y por el bien de su congregación, no trate de dar al pueblo de Dios de su propia fuerza aquello que sólo Cristo puede dar de Sí.
Conozca su Biblia, sea increíblemente emocionado por lo que hay allí, y ame mucho a la gente. Y confíe en el Señor de la Iglesia para proporcionar todo por su gracia.
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