5 Advertencias a Los que Simplemente Fingen ser Piadosos
Por Tim Challies
Aquí hay en cada uno de nosotros una peligrosa tentación hacia la hipocresía, ser una cosa, y pretender ser otra. Hay muchos dentro de la iglesia que son hipócritas, personas que dicen ser cristianos, pero que son, de hecho, incrédulos que intentan convencer a otros (y tal vez a ellos mismos) de que son seguidores de Jesucristo. Son personas que no practican la verdadera virtud pero que en su lugar ofrecen versiones falsas de la misma. Judas los compara a nubes sin agua en que parecen estar llenos del Espíritu, pero en realidad están desprovistos de verdadera bondad.
Aquí hay cinco advertencias solemnes para aquellos que sólo pretenden ser piadosos:
La hipocresía enoja a Dios. Dios odia la hipocresía y los hipócritas (como he escrito aquí ) porque la hipocresía hace mal uso de la religión, aprovechando sus leyes y decretos para el auto-progreso. El hipócrita quiere la religión, incluso la fe cristiana, sólo por las ventajas que obtiene de ella. Él falla en convertir verdaderamente su corazón a Dios y hacer el bien al pueblo de Dios. Lleva a Cristo en su Biblia, pero no en su corazón. Sirve al diablo con el uniforme de Cristo. Él será condenado por Dios.
La hipocresía es autoengaño. Muchos hipócritas se engañan a sí mismos, pensando que sus actos hipócritas son evidencia de verdadera piedad o, peor aún, que tienen la capacidad de merecer el favor de Dios. La persona que recoge dinero falsificado no perjudica a nadie más que a sí mismo. La persona que acumula la falsa santidad hace el mayor daño a su propia alma. “El hipócrita engaña a otros mientras vive, pero se engaña cuando muere.”
La hipocresía es ofensiva para Dios y para el hombre. Los incrédulos odian al hipócrita porque él se hace parecer piadoso; Dios lo odia, porque simplemente se ve como piadoso. Los incrédulos son engañados por su veneer de piedad y lo odian por ello; Dios ve a través de esa chapa y lo odia por no tener más que eso. El hipócrita pierde todas las cuentas porque se convierte en el enemigo de los incrédulos y de Dios. “El impío odia al hipócrita porque es casi un cristiano, y Dios lo odia porque él es sólo casi.”
La hipocresía es inútil. El hipócrita puede eforzarse en esta vida, pero en cuanto muera perderá absolutamente todo. La única recompensa que podrá disfrutar será en esta vida, ya que ciertamente será condenado en la muerte. Él puede ganar alabanza hoy, pero él recibirá solamente retribución en el juicio.
La hipocresía no trae consuelo en la muerte. Las personas que sólo han pintado sobre su depravación con una delgada capa de falsa santidad se encontrarán sin esperanza y sin consuelo en su lecho de muerte. Poca santidad conduce a poca felicidad.
La hipocresía es un pecado feo y uno que Dios desprecia. Sin embargo, todavía hay esperanza para el hipócrita y las palabras de Pablo deben sonar a los oídos del hipócrita: “O tienes en poco las riquezas de su bondad, tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4). Aquellos que se vuelven a Cristo en arrepentimiento y fe serán purificados de todo pecado, incluyendo éste. Y entonces ellos serán habitados por el Espíritu Santo para que puedan limpiar esa delgada capa de santidad y, en cambio, lleguen a ser verdaderamente santos.
En cuanto a aquellos de nosotros que realmente creemos, pero todavía luchamos con la tentación hacia la hipocresía, oremos con Thomas Watson: "Señor, déjame ser cualquier cosa menos que un hipócrita,” porque dos corazones excluirán uno del cielo. Podemos muy bien preguntar, "¿Qué bien le hará a un hombre cuando está en el infierno y que otros piensen que está en el cielo?"
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