El Peligro De La Deriva Misionera En La Iglesia
POR TOM BUCK
Se ha vuelto común para los líderes en el movimiento actual de justicia social afirmar que su misión es consistente con el ministerio y la enseñanza de Jesús. Uno de esos predicadores citó Lucas 4:18 donde Jesús dijo: “El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos.”
Un examen cuidadoso de Lucas 4:18 demuestra que la interpretación del pastor es exegéticamente incorrecta, como lo explica el Dr. Josh Buice. Además, la interpretación no es consistente con el ministerio de Jesús en el contexto más amplio del Evangelio de Lucas. La misión por la cual Jesús vino no fue para liberar a la gente de la injusta opresión terrenal, sino de la pobreza espiritual, la ceguera y la esclavitud. Su misión era “a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). No hay mejor ejemplo de esto que la historia en Lucas 12:13-21 sobre un hombre que quería que Jesús ejecutara justicia entre él y su hermano.
Una Demanda De Justicia Terrenal
Mientras Jesús enseñaba, un hombre se levantó y dijo: “Maestro, dile a mi hermano que divida la herencia conmigo.” Al parecer, un padre había muerto, y sus dos hijos estaban peleándose por lo que había dejado atrás. Si bien la situación de los miembros de la familia que luchan por el dinero no es nada sorprendente, el momento de la interrupción de este hombre es sorprendente.
Jesús había estado advirtiendo a la multitud sobre los peligros de no estar preparados para el juicio venidero de Dios. Él declaró que si no le temes correctamente a Dios, tu destino será arrojado al infierno (12:4-7); si no confiesas correctamente al Hijo, serás negado por Él en el día del juicio (12:8-9); y si rechazas el testimonio del Espíritu Santo, te quedarás en un estado no perdonado (12:10).
En el momento en que Jesús anunció que Él sería el último juez del estado eterno de todos, este hombre se levantó para exigirle a Jesús que desempeñara el papel de la Juez Judy para adjudicar el patrimonio terrenal de su familia. Jesús se negó a involucrarse en esta disputa civil y respondió: “¡Hombre! ¿Quién me ha puesto por juez o árbitro sobre vosotros?”
La respuesta de Jesús no indicó una incapacidad para ejecutar justicia en este asunto. Nadie hubiera tenido una mejor comprensión o hubiera sido más competente para hacer una verdadera justicia en este asunto. Sin embargo, Jesús no había sido enviado por Dios para resolver tales problemas judiciales. Había jueces designados por Dios para cumplir ese papel vital, pero la misión de Jesús era buscar y salvar a los perdidos. Por lo tanto, su respuesta no fue una indiferencia al deseo del hombre por la justicia legal, sino una preocupación para él para darse cuenta de la posible pérdida de algo mucho más grande que una herencia terrenal.
Una Advertencia De Un Juicio Venidero
A menudo, lo que queremos y lo que realmente necesitamos son dos cosas diferentes. Por lo tanto, Jesús emitió una advertencia sobria: “Estad atentos y guardaos de toda forma de avaricia; porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes” (Lucas 12:15).
El hombre creía que su mayor problema era obtener su herencia legítima. Eso les haría la vida. Sin embargo, necesitaba desesperadamente ver que su condición pecaminosa, sin resolver, le robaría la vida eterna. Su pobreza real no se reflejó en su saldo bancario. Más bien, sufrió un empobrecimiento espiritual mucho mayor que fue revelado por su corazón codicioso.
Jesús sabía que darle a este hombre su herencia no lo satisfaría. Entonces él cuenta la historia de un hombre que tenía una abundancia de posesiones, suficiente para que le dure el resto de su vida. No se dio cuenta de que su vida estaba en préstamo de parte de Dios, y esa misma noche lo llamaron. En el momento en que lo ganó todo, terminó perdiendo todo, incluso su propia alma.
Exponiendo La Raíz Del Problema
En este encuentro, Jesús fue tras la raíz del problema, no el fruto del problema. La batalla entre estos dos hermanos parecía estar justamente dividiendo una herencia. El hombre estaba seguro de que su hermano le había desviado. Pero este conflicto reveló un problema espiritual mucho más profundo, que todos los conflictos hacen (Santiago 4:1-3).
Jesús podría haber resuelto fácilmente el lado legal de este asunto entre estos dos hermanos y la justicia se habría cumplido. Sin embargo, la raíz del problema se habría quedado sin resolver. Si sus corazones codiciosos no se transformaron, no pasaría mucho tiempo hasta que emergieran más frutos malos entre estos hermanos.
El fruto de la codicia se expresa de muchas formas. Esta es la razón por la cual Dios ordenó en Éxodo 20:17 no codiciar la casa, esposa, sirvientes, animal de su prójimo, ni "nada que sea de su prójimo". El dinero no es lo único que revela nuestros corazones codiciosos. Codiciamos todo tipo de cosas que le pertenecen a nuestro vecino: edad, apariencia, cerebro, talento, estatus social o situación en la vida. La lista es interminable. Para esos dos hermanos en la historia, resultó ser una pelea ese día sobre quién recibiría la herencia más grande. En otro día podría haber sido cuál recibiría la bola de matza más grande en su sopa de Pascua.
Jesús expuso la raíz del problema del hombre para que pudiera ver su necesidad de una verdadera transformación espiritual. El hombre estaba viendo la vida de todas las formas equivocadas, lo que llevaría a una pérdida mucho mayor y eterna.
La Misión De La Iglesia
La misión que la iglesia ha recibido es llevar el mensaje del Evangelio a un mundo perdido. Por lo tanto, Jesús comisionó a sus discípulos en Lucas 24:46-47 con estas palabras:
Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día; y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
El evangelio aborda la raíz de nuestro problema, que es nuestra necesidad de transformación del corazón a través del evangelio del Señor Jesucristo. La iglesia de Cristo es la única institución en este mundo a quien se le ha confiado este mensaje. Su misión nunca ha sido solucionar los problemas sociales del mundo. Jesús le dio a la iglesia “las llaves del reino de los cielos,” no las llaves del Ayuntamiento.
Eso no quiere decir que el mal fruto de la injusticia que nos rodea no necesite ser confrontado. Si nosotros, como cristianos, somos testigos del abuso sexual o de los males del racismo dentro de la iglesia o las estructuras denominacionales, debemos confrontar ese pecado y tratar de cuidar a aquellos que están enredados en la red de la injusticia. Nuestro llamado a ser fieles embajadores del Evangelio no nos impide enfrentar el pecado, de hecho, nos lo exigiría.
Sin embargo, cuando la Iglesia eleva la reforma social y los métodos políticos por encima del Evangelio, nos encontraremos a la deriva de nuestra misión. El mejor medio para cambiar este mundo es que la iglesia lleve a cabo su tarea dada por Dios de enfrentar la raíz de nuestro problema y ofrecer la única solución real: la transformación auténtica del Evangelio.
La historia ha expuesto el grave peligro de que la iglesia permita que la reforma social interrumpa su llamado. Las iglesias que derivan de la misión de abordar la raíz del problema en este mundo hasta el fruto del problema siempre han conducido a un desastre espiritual. Con el tiempo, comenzaron a ver el fruto del problema como la raíz del problema y el evangelio bíblico fue reemplazado por un evangelio social, que no es ningún evangelio (Gálatas 1:6-7).
Si la iglesia quiere seguir el ejemplo de Jesús y cumplir su misión, debe aprovechar cada oportunidad para predicar fielmente el evangelio a todas las naciones. Esto solo sucede cuando la iglesia permanece fiel en predicar a Cristo crucificado y llamar a todas las personas al arrepentimiento y la fe en Él. Cualquier otra cosa es simplemente una deriva misionera.
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