Cuando las Emociones son Caballos Indomables
Por Amy Medina
Hubo un tiempo en mi vida cuando creer en las verdades de la Biblia causó un terremoto en mi vida. ¿Existió realmente Dios? ¿Era verdad la Biblia? ¿Realmente resucitó Jesús de entre los muertos? Mi búsqueda de la verdad en estas cuestiones dominó mi vida durante varios años. Y al final de una época bastante obsesionada de estudio, estaba convencido: podía confiar en la Biblia.
La gente suele equiparar la fe a la fe ciega - incomprensiblemente descarta todo pensamiento racional por el bien de la creencia. Pero cuando hablo de la fe en Dios, la Biblia y la resurrección, no sé si podría incluso llamarla fe por esa definición, porque es 100% racional para mí. Y como resultado, rara vez tengo dudas intelectuales en el cristianismo.
No, donde la fe viene para mí está en el área de la emoción.
Debo admitir que no tengo mucha paciencia para la emoción. Prefiero un pensamiento racional y claro basado en hechos. Pero mis emociones no suelen cooperar, dando vueltas como caballos indómitos, negándose a ser domesticados.
A veces pienso que toda la vida cristiana consiste en creer a Dios por encima de creer en mis emociones.
La ansiedad me dice: Debes controlar tu vida o todo se desmoronará y el mundo acabará. Pero Dios me dice, yo tengo el control. Nada puede separarte de mí, y eso es lo más Importante.
El resentimiento me dice tu mereces ser tratado mejor. Te mereces más aprecio. Tienes derecho a exigirlo. Dios me dice: Esta vida no es sobre ti. Puedes perdonar porque te perdoné. Lávale los pies.
La desesperación me dice, El mundo es oscuro. Las cosas se desmoronan. No tiene sentido luchar. Dios me dice, yo soy la Luz del Mundo, y siempre hay esperanza.
Entonces, ¿en quién creeré? ¿Mis emociones, o Dios? Creer a Dios - ahí mismo - eso es fe.
El problema es - todo el mundo sabe - que las emociones son poderosas. Tan poderosas que nublan la forma en que vemos el mundo. Cuando la ansiedad o el resentimiento o la desesperación o la lujuria o la ira o el dolor o la felicidad han asumido nuestras almas, entonces esa es la realidad para nosotros. La emoción, literalmente, define nuestro universo.
No ayuda, por supuesto, que vivamos en una sociedad que glorifica la emoción. Desde que somos niños pequeños, se nos dice que sigamos nuestros corazones y Ponernos en contacto con nosotros mismos y que Validemos los sentimientos, que en realidad son otras maneras de decir que debemos dejar que nuestras emociones nos gobiernen. Y, por supuesto, no estoy sugiriendo que nos volvamos una sociedad de estoicos que atacan, niegan y cierran todo lo que sentimos - porque ese no es el camino correcto tampoco.
Pero como aquellos que han sido transformados por el evangelio, que están siendo controlados por el Espíritu Santo, tiene que haber una mejor manera. Debe haber una manera en la que nos sintamos profundamente, y aun al mismo tiempo, aprender a tomar esas emociones por el cuello y llevarlas en sumisión a la Verdad de Dios.
Y por eso la fe es tan importante. Porque cuando estoy viendo el universo a través de una emoción, debo tener fe que lo que esa emoción me está diciendo es incorrecto. Debo retroceder y mirarme desde afuera y analizar lo que siento de las palabras sólidas de la Escritura, y luego predicarme a mí mismo en lugar de escucharme a mí mismo.
Eso significa, a veces, que debo reprenderme en voz alta mi desesperación o vergüenza o autocompasión, o, la más agresiva en mi caso - la ansiedad. Significa que debo agarrarme con mis dedos a las cosas que sé que son verdaderas.
Y también significa que en aquellos momentos en que estoy pensando racionalmente, que hago el duro trabajo mental de conocer lo que dice la Palabra de Dios y por qué sé que es verdad. Porque si no estoy absolutamente convencida, entonces no podré luchar contra ese miedo o resentimiento o frustración cuando se apoderen de mi cerebro.
La fe no es ciega, excepto cuando estoy cegada por la emoción. Entonces, la fe es creer lo que ya sé que es verdad.
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