¿Qué pasó con la hermenéutica literal? (Parte 3)
Por Mark Snoeberger
Esta entrada de blog es bastante ambiciosa, tratando de responder a dos preguntas:
· ¿Cómo podemos demostrar la existencia de “leyes recibidas de lenguaje” universal?
Y, en el supuesto de que existan,
· ¿Quién decide cuales son esas leyes en la ausencia de una declaración bíblica explícita de esas leyes?
Mi respuesta a la primera pregunta puede parecer un poco desconcertante, pero espero poder hacer una recuperación con la explicación. Mi respuesta, simplemente, es que no podemos probar la existencia de leyes universales de lenguaje. Esa es la naturaleza de lo trascendental –no se puede probar, sólo se supone. Pero lo que podemos hacer es demostrar que la gente observa universalmente ciertas leyes cuando utilizan el medio del lenguaje humano; de hecho, ellos no pueden hacerlo de otra manera convincente. Esto es lo que los lógicos llaman a veces la argumentación “trascendental.”
La idea de los trascendentales a menudo se remonta a los filósofos griegos Aristóteles y Platón, que aparentemente acuñaron el término y establecieron “el uno” como su principal y único trascendental absoluto. Platón también desarrolló, sin embargo, varios trascendentales secundarios que se derivan de “el uno,” a saber, “Lo bueno, lo bello y lo verdadero.” ( Otros trascendentales han flotado en los últimos años, pero estos han demostrado ser las propuestas más flexibles ). Nos equivocamos, sin embargo, si llegamos a la conclusión de que la idea de los trascendentales es de época griega. La Biblia misma hace ciertas suposiciones trascendentales. La primera de ellas es el supuesto ontológico de la existencia de Dios con la que comienzan ambos testamentos (Gen 1:1; Juan 1:1). Los escritores de las Escrituras en ninguna parte tratan de demostrar que el Dios cristiano existe; más bien, ellos asumen que existe. Además, demuestran de manera concluyente que la humanidad universalmente presupone, de hecho debe presuponer, la existencia de Dios por su propia supervivencia (tan Hechos 17:24-28; Rom 1:18ss; etc.): Sólo Dios provee las condiciones previas necesarias de inteligibilidad en nuestro universo, y nadie puede sobrevivir al absurdo de un universo sin Dios. En resumen, desde la creación del mundo, todos en el mundo conocen y tiene necesidad de Dios.La humanidad no necesita ninguna "prueba" de Dios más allá de esta demostración.
Las Escrituras también asumen los trascendentales éticos secundarios del hecho principal de que "Dios es." Estos trascendentales no son menos ciertos que el hecho de que "Dios es," pero son secundarios en el sentido en que existe su verdad sólo por el hecho más principal de que "Dios es." El apóstol Pablo teje algunos de estos principios éticos trascendentes en su demostración más amplia de la existencia de Dios en Romanos 1-2, asumiendo ciertas normas ineludibles de la moral, conocidas por todos, sin las cuales el orden natural fallará –las leyes escritas sobre el corazón y universalmente entendidas como la base sobre la cual se producirá el juicio.
Yo diría que hay otros trascendentales que pueden ser conocidos de la misma manera. Por ejemplo, sabemos que hay un trascendental epistemológico de la "verdad" que se deriva de la existencia de Dios y que se expresa en su revelación. Y con el fin de que la humanidad reciba esa verdad, debe haber algún medio universal por el cual esa verdad pueda ser transmitida y recibida: las leyes recibidas del lenguaje y la lógica a menudo dirigidas por la etiqueta hermenéutica.
La dificultad con esta última categoría de los trascendentales es que Dios nunca las define explícitamente. Esto lo sitúa en una clase un poco diferente de los trascendentales de la existencia y la ley moral de Dios, la cual Dios no deja en el ámbito de la asunción. Sabiendo que las personas depravadas intentarán intercambiar estos trascendentales alternativos incongruentes, Dios ofrece una enorme cantidad de información explícita y proposicional acerca de su naturaleza ontológica y perfecciones éticas en la Biblia. Pero cuando empezamos a hablar de los trascendentales en otras esferas (epistémicas, estéticas, etc.), la ausencia de revelación explícita conduce a la controversia. Hay tres enfoques básicos para este dilema:
· Algunos concluyen que no existen trascendentales hermenéuticos o están sujetos a cambios, y que el lenguaje humano es, pues, un vehículo inadecuado para revelar a Dios. A lo mucho, Dios puede ser conocido por un encuentro existencial "por encima" del texto. Este error más grave esta más allá del alcance de esta serie.
· Otros sugieren que los métodos hermenéuticos no son universales / trascendentales, sino que son expresiones provinciales y utilitarias de las diversas culturas a las que el método de Dios puede o no puede ajustarse. Este error no es tan grave como el primero, pero todavía bastante preocupante, sugiriendo que aun cuando la Biblia está disponible, su mensaje es inaccesible a cualquier persona que no ha aprendido (por algún tipo de obra iluminadora) su clave hermenéutica misteriosa. Tal vez el ejemplo más obvio aquí es el gnosticismo, un movimiento aparentemente anulado por la Iglesia Ante-Nicea, pero las ideas de las cuales sin duda sobreviven.
· Una tercera respuesta afirma que existen principios hermenéuticos universales como trascendentales compartidos, lo que hace la Biblia un libro "normal" al alcance de todos, sin hacer distinción por medio de las leyes recibidas del lenguaje. Esta respuesta conduce al modelo histórico-gramatical. Pero hasta que los diferentes proponentes de este ideal definan las leyes, siguen siendo vulnerables a la fragmentación, no todos los hermeneutas-gramaticales histórico son literalistas.
Entonces, ¿quién determina estas reglas y cómo? Para muchos, la respuesta es que los exegetas aprenden estas reglas discursivamente: aprendemos cómo funciona el lenguaje por la analogía de la Escritura posterior o por el ejemplo hermenéutico del mismo Cristo. En otras palabras, el tratamiento de las Escrituras anteriores por las Escrituras posteriores –los escritores (con prioridad a veces concedida al uso mismo de Cristo de las Escrituras tempranas) divulgaron los paradigmas hermenéuticos por el cual leemos las Escrituras en su conjunto.
En muchos sentidos, este enfoque es bastante razonable –Dios, sin duda en Cristo o Dios a través de la inspiración no violará sus propias leyes del lenguaje! Y seríamos tontos si abandonamos el valor de la analogia fidei en nuestro estudio de las Escrituras (aunque privilegiar las Escrituras posteriores no se defiende con tanta facilidad [ver Kaiser] -y más sobre esto más adelante). Pero en otro sentido, este enfoque deja agujeros graves: el primero de ellos es el hecho de que Dios e comunicó a los seres humanos con bastante éxito mucho antes de que tuvieran las Escrituras del NT ostensiblemente necesario para descubrir las leyes del lenguaje. En resumen, desde la creación del mundo, todos en todo el mundo conocen y necesitan estas leyes aparte de su demostración exegética. No necesitan "prueba" de estas leyes más allá de esto. Pero en segundo lugar, este enfoque (que de acuerdo con mi último mensaje , es un enfoque de correspondencia) no ofrece ninguna verificación de coherencia. Es decir, no pregunta si propone tentativamente reglas hermenéuticas, si se obtiene por la exégesis, puede sobrevivir a los rigores de la comunicación ordinaria. No exige que demostremos que podemos vivir de manera creíble con las implicaciones de esas leyes derivadas de nuestro uso cotidiano del lenguaje. Este es el problema, yo diría, que el "literalista" es el más adecuado para superar.
En la próxima: Una delimitación resumida de las leyes seminales del lenguaje y los medios para ponerlas a prueba.
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