martes, septiembre 06, 2011

Libertad en Cristo

image Libertad en Cristo

Es crucial que usted entienda la naturaleza de la libertad cristiana. Como cristiano, no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia (Rom. 6:14). Libertad de la ley no significa que los principios de la justicia revelada en la ley del Antiguo Testamento son ahora anulados. Esto no quiere decir que los Diez Mandamientos no son aplicables a su vida presente. Esto no significa que se puede someter a las normas santas de Dios a la preferencia personal. Es evidente que no quiere decir que estén libres de cualquier exigencia moral.

¿Qué significa? Esto significa que los cristianos no están obligados a observar el ritual del Antiguo Testamento. No tenemos que sacrificar animales, observar las leyes de pureza ceremonial, y celebrar todas las lunas nuevas y las fiestas y sacrificios. No tenemos que seguir las leyes dietéticas dadas a Israel por medio de Moisés. Somos libres de todo eso.

Del mismo modo, obviamente, estamos libres de toda ceremonia religiosa gentil y superstición. Sea cual sea nuestra religión o herencia, en Cristo somos libres de todas las características de la misma. Ahora vivimos por la gracia de Dios, que tiene el principio de la verdadera justicia incluida en ella.

En otras palabras, nuestra vida espiritual no se rige únicamente por un código externo, sino por la gracia de Dios, que opera en nosotros para cumplir los requisitos justos de la ley (Rom. 8:4). La gracia nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a vivir sobria, justa y piadosamente (Tito 2:12). Y la gracia nos da poder para vivir una vida santa.

Esta tremenda libertad es uno de los aspectos más notables de la vida cristiana. No tenemos ninguna necesidad de ceder a la costumbre o ceremonia u opinión humana. No hay sacerdotes terrenales para interceder entre nosotros y Dios: “Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5.). No es necesario hacer una peregrinación a un templo en algún lugar de adoración; nuestros propios cuerpos son templos del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19.). Podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad en cualquier momento y en cualquier lugar (Juan 4:23, 24). Lo que pedimos en el nombre de Jesús, Él lo hará (Juan 14:13, 14). El Espíritu Santo es dado a nosotros como nuestro abogado y consolador (vv. 16, 26). Todas las cosas nos pertenecen a nosotros, y somos de Cristo, y Cristo es de Dios (1 Cor. 3:21-23).

Por John F. Macarthur


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