Los Peligros en Poner al Creyente Bajo la Ley
Alva J. McClain
1. Existen, por lo menos, tres maneras en que un sistema teológico puede ser construido con el propósito de poner al cristiano bajo la ley:
a. Un sistema pondría al cristiano bajo la ley total, incluyendo todos sus elementos y penalidades. Esto es el judaísmo puro.
b. Otro sistema pondría al cristiano bajo la ley moral con sus castigos. Esto es el legalismo moral.
c. Otro sistema pondría al cristiano bajo la ley moral pero despojada de sus debidas penalidades. A esto se le llamaría un legalismo "débil y pobre" (Gá. 4:9).
2. Es este tercer sistema el que merece la crítica más severa.
a. Emplea una terminología antibíblica; toma solamente un elemento de la ley, quitándole su autoridad, y después la llama "la ley de Dios". En la Biblia "la ley" es una unidad, la cual incluye todos sus elementos con sus penalidades.
b. Con la pretensión de honrar la ley de Dios, en realidad este sistema deshonra a la ley, porque reduce a la ley santa del Dios santo a un simple nivel de buenos consejos, comparables a las funciones legales de la Organización de las Naciones Unidas.
c. Finalmente, este se mueve en dirección a un desastre teológico, trayendo y multiplicando la confusión en nuestros conceptos del pecado, la salvación, la obra de Cristo, y aún la doctrina de Dios.
Peor aún, separar el elemento moral del ceremonial en la ley e imponerlo sobre el cristiano como regla de vida, lleva un grave peligro, tanto espiritual como moral. Porque es precisamente el elemento ceremonial que provee el contexto de gracia para el elemento moral. El contexto de gracia provee la motivación principal para asegurar el cumplimiento del elemento moral de la ley. De modo que, esta clase de moralidad legalista lleva a si misma a la derrota.
3. La palabra de Dios condena, sin piedad, todo intento de poner al cristiano "bajo la ley". Por medio del apóstol Pablo, el Espíritu Santo dio a la iglesia el libro de Gálatas con el propósito de tratar esta herejía. Lea una y otra vez esta epístola notando cuidadosamente el error que trata el autor. No es un rechazo total del evangelio de la gracia de Dios y un regreso al legalismo total. Más bien, el error es decir que habiendo comenzado la vida cristiana por la fe sencilla en Cristo, ahora uno tiene que continuar bajo la ley o alguna parte de ella. Esto se ve claramente por la indignada exhortación del apóstol: "Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?" (Gá. 3:2-3). No es de maravillarse como él comienza el capítulo con palabras de asombro, "¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad?" (3:1).
Y habiendo seguido en las capítulos tres y cuatro su argumento devastador contra esta clase de legalismo, mostrando que la redención de Dios en Cristo nos ha librado de la esclavitud de la ley, otra vez con ironía pregunta, "Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?" (4:9). Y luego agrega, "Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros" (4:11). "Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?" (5:7). En cuanto al predicador quien introdujo esta herejía al rebaño, Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo escribe, "él que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea" (5:10).
Desde el principio del libro de Gálatas es muy claro que esto no fue un simple caso de teología quisquillosa (como algunos hoy en día exponen). Al estar agregando una pequeña porción de ley al evangelio de la gracia de Dios, estos maestros legalistas predican "un evangelio diferente" (1:6). En seguida, Pablo agrega que lo que enseñan no es otro evangelio, porque el mero sentido de la palabra "evangelio" excluye toda obra de la ley. Por consiguiente, lo que pareciera extraño a algunos es que el hecho de agregar cualquier ley (a pesar de ser muy buena) a las sencillas buenas nuevas de la gracia de Dios en Cristo, es destruir el evangelio. ¡Ya no es evangelio! Si aun la más mínima jota de la ley se agrega al evangelio, como obligación al creyente, de manera que se requiera "creer" y algo más para ser salvo, el alma que acepta este "creer y hacer" está automáticamente "obligado a guardar toda la ley" (5:3). El apóstol amonesta a tales personas, "de nada os aprovechará Cristo" (5:2).
Así que, el problema llega a ser muy sencillo: o Cristo le salvará por gracia por medio de la fe solamente, o él no le salvará. Esta es muy claro, el Dios omnipotente puede salvar a los pecadores por solamente una manera - eso es, por gracia. Por lo que Dios es y por lo que nosotros somos, no hay otro modo. Como paradoja, es un ejemplo donde la adición de algo finito resulta, en la actualidad, en restar algo que es infinito. Tal es la matemática de la gracia. Si el pecador agrega algo, pierde todo. Si no agrega nada, gana todo.
Al entender esto, podemos aceptar con simpatía el ultimátum definitivo de Gálatas: "Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema" (Gá. 1:8).
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