Una Evaluación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y Nuestra Respuesta
Por Nathan Busenitz
¿Qué es el la Iglesia Adventista del Séptimo Día?
La Iglesia Adventista del Séptimo Día comenzó como un movimiento basado en las enseñanzas de un predicador laico llamado William Miller (1782-1849). Miller, después de haberse embarcado en un estudio personal de la Biblia (en particular Daniel 8:14), se convenció de que Cristo regresaría entre el 21 de marzo de 1843 y 21 de marzo de 1844. Cuando dicha predicción falló, Miller y sus seguidores ajustaron la fecha para el 22 de octubre de 1844.
Pero cuando el Señor no regresó el 22 de octubre de 1844, sus seguidores, conocidos como milleritas, experimentaron lo que llamaron “el gran chasco,” pues se dieron cuenta que las enseñanzas y predicciones de Miller habían sido totalmente falsas. Sin embargo, un pequeño grupo de milleritas insistió en que la fecha que Miller identificó no pudo haber sido un error, y afirmaron que el error de Miller no estuvo en sus cálculos matemáticos, sino más bien en lo que él espera que pasara en esa fecha. Consecuentemente ellos concluyeron que ya que era imposible que tal fecha fuese errónea, algo, otra cosa que no fuese el regreso de Cristo, tuvo que haber ocurrido en 1844; es de ese grupo de donde surge la iglesia adventistas del séptimo día.
Phil Johnson señala la ironía de establecer un movimiento religioso sobre la base de una predicción profética falsa:
A principios de la década de 1840, el movimiento millerita se había convertido en un enorme fenómeno internacional. En un lapso de cinco meses en 1843, más de 600,000 ejemplares de la literatura millerita se habrían distribuido en Nueva York solamente. Tan popular fueron sus ideas, que personas vendieron sus casas, regalaron sus posesiones y renunciaron a sus medios de vida con fin de demostrar su fe en las predicciones de William Miller.
Entonces, ¿qué creen los adventistas que ocurrió el 22 de octubre de 1844? De acuerdo con la enseñanza de la iglesia adventista, Cristo, como un gran sumo sacerdote de la iglesia, se encuentra llevando acabo un trabajo final de expiación y juicio en el cielo. Pero fue el 22 de octubre de 1844 cuando finalmente pudo trasladarse del Lugar Santo al Lugar Santísimo para así completar dicha obra expiatoria.
La declaración doctrinal oficial de la Iglesia Adventista lo explica de esta manera:
Hay un santuario en el cielo, el verdadero tabernáculo que el Señor erigió y no el hombre. En él ministra Cristo en favor de nosotros, para poner a disposición de los creyentes los beneficios de su sacrificio expiatorio ofrecido una vez y para siempre en la cruz. Cristo llegó a ser nuestro gran Sumo Sacerdote y comenzó su ministerio intercesor en ocasión de su ascensión. En 1844, al concluir el período profético de los 2,300 días, inició la segunda y última fase de su ministerio expiatorio. Esta obra es un juicio investigador, que forma parte de la eliminación definitiva del pecado, prefigurada por la purificación del antiguo santuario hebreo en el Día de la Expiación (Creencias de los Adventistas del Séptimo Día #24). Fuente.
Esta explicación creativa para la predicción fallida de Miller se vio reforzada por las enseñanzas de una joven llamada Ellen Harmon (1827-1915), la cual aparentemente comenzó a experimentar visiones en 1844, poco después del gran chasco. Considerada como una profetisa, Harmon (conocida por su nombre de casada, Ellen G. de White) embarcó en una carrera prolífica en la enseñanza y la escritura. Sus interpretaciones de la Biblia y supuestas revelaciones se convirtieron en la base principal del movimiento adventista.
Hoy en día hay alrededor de 18 millones adventistas del séptimo día en todo el mundo.
¿Cómo debemos responder los evangélicos al movimiento de la Iglesia Adventista del Séptimo Día?
Algunos evangélicos creen que la iglesia adventista del séptimo día debe ser abrazada abiertamente como simplemente otra denominación. Estoy en desacuerdo.
HISTÓRICAMENTE, LOS EVANGÉLICOS HAN CONSIDERADO EL MOVIMIENTO ADVENTISTA COMO UNA SECTA
Históricamente, los evangélicos y y fundamentalistas han considerado el movimiento adventista como una secta. Y a pesar del espíritu ecuménico que ha impregnado el evangelismo en las últimas décadas, existen grandes errores en la teología de la iglesia adventista, los cuales deberían persuadir a los cristianos evangélicos a no considerarlos como otra denominación dentro del cristianismo.
A continuación, tres errores importantes en la doctrina de la iglesia adventista del séptimo día:
1. Un entendimiento erróneo de la labor de expiación de Cristo.
El Nuevo Testamento enseña que el trabajo de expiación de Cristo fue totalmente concluido en la cruz (Juan 19:30). Después de cumplir con su misión terrenal, el Señor Jesús se sentó victoriosamente a la diestra del Padre. Como el autor de Hebreos claramente nos dice:
Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados (Hebreos 10:11-14).
Cualquier noción de que Cristo tenía o tiene que completar algún trabajo de expiación adicional en el cielo (como lo enseña la teología adventista), va en contra de Hebreos 10:11-14 y del hecho que Jesús consumó su labor de expiación en el calvario.
En el Antiguo Testamento, cuando el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo en el Día de la Expiación, él entraba a la presencia de la gloria shekhiná de Dios (Levítico 16:2). Por eso, cuando los adventistas enseñan que Cristo no entró en el Lugar Santísimo celestial hasta el 22 de octubre de 1844, erróneamente implican que el Señor Jesús no entró en la gloriosa presencia de Dios hasta tal fecha. Pero eso no es lo que la Escritura enseña (Hechos 7:55-56; Romanos 8:34; Efesios 1:20; Colosenses 3:1; 1 Pedro 3:22).
Cuando el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo, tenía que llevar acabo sus tareas de forma rápida e inmediatamente después retirares, ya que como pecadores, no se les permitía que se quedaran en la presencia de Dios. Pero cuando el Señor Jesús entró en la presencia de su Padre, se sentó (Marcos 16:19; Lucas 22:69; Hebreos 1:3; 8:1; 10:12; 12:2), no sólo porque él era perfecto, sino porque también su obra expiatoria fue terminada.
A través de su obra redentora en el calvario, Cristo proveyó acceso a la presencia de Dios a todos los que le pertenecen (Hebreos 4:14-16; 10:19-20). El velo que separaba el Lugar Santísimo del santuario se rasgó en dos al momento de su muerte (Marcos 15:38), no dieciocho siglos después. Por eso es que afirmar que Jesús esperó hasta 1844 para entrar en el Lugar Santísimo celestial socava el trabajo completo y final de expiación que él logró en la cruz.
2. Una aceptación errónea de Ellen G. de White como profetisa.
Para nosotros los cristianos evangélicos, la Escritura es nuestra única y absoluta autoridad. Entendemos que la Palabra de Dios es inspirada, infalible, autoritaria y suficiente (cp. 2 Timoteo 3:16-17). Consecuentemente, rechazamos cualquier otra doctrina, persona o movimiento que intente usurpar la autoridad de la Biblia al hacerse pasar como una autoridad igual o superior.
Los adventistas insisten que la Biblia es su único credo. Sin embargo, aunque afirman creer en la Biblia, al mismo tiempo tienen un compromiso inmovible a las profecías de Ellen G. de White, las cuales ven como autoritarias en la iglesia.
Sus propio documento de creencias establece lo siguiente:
Uno de los dones del Espíritu Santo es el de profecía. Este don es una señal identificadora de la iglesia remanente y se manifestó en el ministerio de Elena G. de White. Como mensajera del Señor, sus escritos son una perma nenteyautorizadafuentedeverdadqueproporcionaconsuelo,dirección, instrucción y corrección a la iglesia. (Creencias de los Adventistas del Séptimo Día #18). Fuente.
Al considerar los escritos de Ellen G. de White como inspirados y autoritarios, el movimiento adventista del séptimo día basa sus doctrinas en algo más que sólo la Escritura. De hecho en la práctica, las enseñanzas de White por lo general son colocadas por encima de la Escritura, pues han llegado a ser el lente a través del cual interpretan la Biblia. Como Geoffrey Paxton explica:
Phil Johnson afirma el problema aún más directo:
Aunque la mayoría de los adventistas del séptimo día tratan de minimizar la importancia que ponen en los escritos de Ellen White, en realidad ellos creen en los escritos de White como divinamente inspirados y en sus libros como revelaciones superiores a cualquier otro libro o verdad.
Y puesto que leen e interpretan la Biblia a través del lente de las obras supuestamente inspiradas de Ellen G. de White, en la práctica, sus escritos tienen una autoridad superior a la Escritura. La Biblia simplemente no se puede utilizar para corregir los errores de White porque la Escritura es interpretada por lo que ella escribió.
Tal constituye un problema obvio y claramente no concuerda con la doctrina evangélica que la Biblia es la única fuente divina de autoridad y revelación en la iglesia.
3. Un énfasis erróneo y legalista de las leyes sabáticas y dietéticas como obligatorias para los cristianos.
El Nuevo Testamento enseña que la Ley de Moisés se cumple en Jesucristo (Mateo 5:17), y por lo tanto los cristianos ya no están bajo el antiguo pacto (Lucas 22:20; Romanos 6:14; 2 Corintios 3-6; Gálatas 3:24-25; Hebreos 8: 6, 13; Hebreos 10:17-18, 29). Las restricciones del Antiguo Testamento respecto a las leyes dietéticas (Marcos 7:19; Hechos 10:9-16) y el guardar el día sábado (Colosenses 2:16) no son para los creyentes en la era de la iglesia. Insistir en ellos y pensar que los cristianos deben observar tales restricciones y leyes es legalismo.
El apóstol Pablo afirma este principio claramente en Colosenses 2:16-17:
Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.
A pesar de esta enseñanza clara en el Nuevo Testamento, adventistas del séptimo día adventistas insisten tanto en observar el sábado como en mantener ciertas leyes dietéticas.
En cuanto a los sábados ellos afirman lo siguiente:
El cuarto mandamiento de la inmutable ley de Dios requiere la observancia del séptimo día, sábado, como día de reposo, adoración y ministerio en armonía con las enseñanzas y la práctica de Jesús, el Señor del sábado (Creencias de los Adventistas del Séptimo Día #20). Fuente.
Por su parte, Ellen G. de White enseñó que en los últimos tiempos, aquellos que guardan el domingo en lugar de en sábado, recibirán la marca de la bestia y por lo tanto no se debería adorar a Dios en la iglesia el día domingo. Pero lo tal va en contra del patrón que vemos en el Nuevo Testamento, donde los hermanos se reunían el primer día de la semana, el día cuando el Señor Jesús se levantó de los muertos (Mateo 28:1; Hechos 20:7; 1 Corintios 16:1-2; Apocalipsis 1:10).
En cuanto a las leyes dietéticas, sus creencias dictan: “Junto con la práctica adecuada del ejercicio y el descanso, debemos adoptar un régimen alimentario lo más saludable posible, y abstenernos de los alimentos inmundos, identificados como tales en las Escrituras (Creencias de los Adventistas del Séptimo Día #22; fuente). Dicha declaración continúa y cita Levítico 11 como parte de su apoyo bíblico para esta doctrina distintiva. Es por esto que los adventistas son en gran parte vegetarianos.
Sin embargo, la insistencia en guardar el día sábado y en las leyes dietéticas, aparentan la misma clase de legalismo que caracterizó a los falsos maestros durante el período del Nuevo Testamento (cp. Colosenses 2:8-19; 1 Timoteo 4:3-5). Al igual que los adventistas, los judaizantes insistían en que los cristianos debería observar ciertos aspectos externos de la Ley de Moisés (Hechos 15:1, 5; Gálatas 2:2-9). La respuesta de Pablo a estos legalistas es clara en Gálatas 1:8-9:
Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.
Esas son palabras fuertes, pero no son mis propias palabras, sino que son la evaluación que la Escritura da a cualquier grupo que busca añadir obras legalistas al evangelio de la gracia.
Conclusión
Los adventistas defienden una serie de otros distintivos teológicas no ortodoxos (como sueño del alma [Creencias Fundamentales, 26], la aniquilación de los impíos [Creencia #27]) y, por lo menos históricamente, la insistencia en que son la única iglesia verdadera.
Pero por encima de todo, los principales problemas que separan a los adventistas del cristianismo bíblico son: (1) su posición errónea y equivocada de la obra expiatoria de Cristo, (2) su aceptación ilegítima de las profecías de Ellen G. de White y (3) su insistencia legalista en que los creyentes están obligados a observar las leyes dietéticas mosaicas y a guardar el sábado.
Los tres errores de la iglesia adventista aquí mencionados claramente van en contra de la fe cristiana. Es por eso que los evangélicos deben ver la teología adventista del séptimo día con mucha cautela.
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Nathan Busenitz (Ph.D.) es profesor de teología histórica en The Master’s Seminary. Después de haber servido como asistente personal de John MacArthur, Nathan llegó a formar parte del profesorado de TMS en el 2009. Él y su familia viven en Los Ángeles, California.
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