“Dios no es Realmente Tan Santo, yo no Soy Realmente Tan Malo”
Por Tim Challies
¿Cómo sabes que realmente tienes el evangelio, que realmente lo entiendes y lo crees? O tal vez mejor dicho, ¿cómo sabes que el evangelio de verdad te tiene a ti, que se ha apoderado de ti y ha comenzado a transformarte en forma permanente? Me encontré reflexionando esta pregunta la semana pasada y pronto estaba pensando en la gente que he conocido que una vez profesaron la fe, pero que con el tiempo se enfriaron, se distanciaron, y se apartaron.
Si usted ha sido cristiano por cualquier período de tiempo, usted también ha conocido personas co ellas. Con el tiempo se hizo evidente que su fe había sido un espejismo. Habían engañado a la gente alrededor de ellos, pero primero ellos mismos se habían engañado. Y cada vez que veo a estas personas se apartan me quedo preguntando, ¿Qué los marcó como verdaderos creyentes? ¿Cómo podría yo a saber que realmente tenían el evangelio? ¿Cómo podían haber sabido ellos que realmente tenían el evangelio?
Tal vez hubiera sido esto: Usted sabe que usted realmente tiene el evangelio cuando es la gracia de Dios en lugar de la ira de Dios la que le asombra. A menudo escucho a la gente expresar su asombro e incluso su disgusto por la propia noción de un Dios airado. Pero cuando escucho a verdaderos creyentes, escucho expresar asombro ante la realidad de un Dios misericordioso. Es la gracia, no la ira, la que les desconcierta. “¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué Dios extendería tal gracia sobre mí?”
Esto es, pienso, ¿por qué “Sublime Gracia” de John Newton se ha mantenido como un himno tan popular y poderoso. El clamor de Newton fue "sublime gracia." La ira no sorprendió ni le ofenden. Sabía de su miseria, su propia depravación profunda. Él ya se había convencido de culpabilidad de que era plenamente merecedor de la justicia de Dios. Así que fue la gracia la que le sorprendió. Fue la gracia la que parecía tan fuera de lugar. Si hubiese ofensa al evangelio era que Dios tomaría el pecado de un hombre muy malo como John Newton y lo colocaría en el hombre perfecto Jesucristo.
Usted sabe que usted realmente lo tiene cuando lo impactante sobre el evangelio no es que Dios extienda Su ira hacia los pecadores, sino que El extiende Su gracia. Y he aquí por qué: La condición humana básica es creer que Dios no es realmente tan santo y que yo no soy tan malo.
Dios es indulgente hacia el pecado y, como suele suceder, y de todos modos no soy realmente tan profundamente pecaminoso. Así que somos una buena pareja, Dios y yo. No hace falta fe para creer eso. No hace falta un gran cambio de mente y de corazón.
Pero el evangelio desenmascara ese tipo de engaño. El evangelio nos ayuda a ver las cosas como realmente son. El evangelio dice que Dios realmente es mucho más santo que me atrevo siquiera imaginar y que yo soy mucho más pecador de lo que jamás podría haber imaginado.. Y, allí mismo, con la evaluación correcta de tanto Dios y yo, justo allí el Evangelio se enciende. Allí mismo el evangelio da esperanza.
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