Sobre Relajar el Arco
Por Mike Riccardi
Al leer un poco sobre el Apóstol Juan, me encontré con una historia en lo que se conoce como “Los Hechos de Juan,” un texto gnóstico del siglo II que se considera como parte de los “apócrifos del Nuevo Testamento.” El texto como todos fue condenado como herético por su docetismo, por lo que serí correcto ver lo que está escrito en el con una buena dosis de sospecha. No es la Escritura, y no debe ser considerado como inspirado o tener autoridad sobre la iglesia. Sin embargo, me pareció que la historia que leí era muy interesante, y creo que sirve como un ejemplo útil de un buen principio de la vida cristiana. Sería agradable pensar que el propio apóstol Juan dijo estas cosas, pero incluso si ese no es el caso, el beneficio de la ilustración puede todavía ser disfrutado.
El siguiente extracto es del Apócrifo del Nuevo Testamento, editado y traducido por MR James (Oxford: Clarendon Press, 1924). Los saltos de línea son míos.
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Se cuenta que el evangelista más bienaventurado Juan, cuando él estaba acariciando suavemente un perdigón con sus manos, de pronto vio a uno con el hábito [es decir, el vestido] de un cazador que se le acercaba. Él [el cazador] se maravilló de que un hombre de tal renombre y fama [es decir, el apóstol Juan] debía rebajarse a tales diversiones pequeñas y humildes, y dijo:
¿No eres tú Juan cuya eminente y gran fama me ha seducido también con un gran deseo de saber de ti? ¿Por qué entonces tú has tomado tales [es decir, innoble] diversiones?
El beato Juan le dijo:
¿Qué es eso que llevas en tus manos?
Un arco, dijo.
Y él le dijo ¿Y por qué no lo llevas estirado siempre?
Él le respondió:
No quiero, no sea que por deformación constante la fuerza de su impulso se retuerce y se suavice y perezca, y cuando sea necesario que las flechas sean disparadas con mucha fuerza en alguna bestia, la fuerza se habrá perdido por el exceso de tensión continua, y no puede hacer un fuerte golpe.
Dijo el bienaventurado Juan,
Sólo por eso, no permitamos que este pequeño y breve descanso de mi mente te ofendan, joven, a menos que este ocasional alivio y descanso remita un poco la fuerza de su tensión, va a producir un fuerte tensión continua y no será capaz de obedecer a la fuerza del Espíritu.
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Ahora, de nuevo, no podemos saber si el apóstol Juan en realidad hizo y dijo estas cosas, o si era sólo un escritor tratando de estampar sus preferencias personales con la autoridad del supuesto ejemplo del Apóstol viviente. Pero de cualquier manera, yo creo que podemos aprovechar el principio que la historia ilustra.
No debemos menospreciar las diferentes tipos de actividades recreativas legales que puedan relajar la mente y calmar el espíritu. No debemos caer en la pereza y la indolencia, pero tampoco hay que despreciar a la recreación como intrínsecamente pecaminosa o no espiritual. El descanso es tanto un componente vital para una vida fiel y ministerio como trabajo, porque el descanso nos prepara para nuestro trabajo más eficaz y eficiente.
Por lo tanto, ¡a disfrutar del fin de semana!
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