La Sangre Que Satisface

Por Anthony Carter

 

La Biblia está llena de acontecimientos trascendentales, aquellos grandes eventos que impactaron la tierra que se destacan como puntos fuertes de la historia redentora. En el Antiguo Testamento, ningún caso es tan dramático y transformador como la redención de Israel de Egipto.

En redimir Israel, Dios sacó todas los osbtáculos. El volvió el río Nilo en sangre. El oscureció el sol para que la tierra fuese envuelta en una noche perpetua. Él envió una plaga de ranas. Si los egipcios pensaban que era tolerable, envió una plaga de mosquitos (que habría conseguido mi atención). Para aquellos que pensaban que los mosquitos no estaban tan mal, envió una plaga de moscas (bien, me rindo). En total, Dios envió diez plagas devastadoras, debilitantes y mortales.

La última plaga fue la más horrible. Dios juró matar al primogénito de toda creación en Egipto, incluyendo la casa de Faraón (Ex. 11:04 ff.). Tan impresionante sería el juicio que incluso los primogénitos de Israel perecerían a menos que los israelitas obedecieran los mandamientos de Dios.

Para evitar el juicio, Dios le ordenó a todas las familias de Israel, seleccionar un cordero sin defecto, matadlo, y manchar de sangre los postes de la casa. Entonces Dios dijo: “Y la sangre os será por señal, en las casas donde vosotros estéis. Y cuando yo vea la sangre, pasaré de vosotros, y ninguna plaga vendrá sobre vosotros para destruiros cuando yo hiera la tierra de Egipto” (Ex. 12:13).

Debemos recordar que la ira de Dios no era solo contra Egipto por su pecado e idolatría, sino en contra de Israel también. Dios no hace acepción de personas cuando se trata de la sentencia dictada por el pecado. Su juicio iba a causar estragos no sólo sobre los egipcios, sino también sobre el pueblo de Israel, a menos que figurativamente se cubrieran de sangre cubriendo literalmente sus postes con ella.

¿Qué hizo la sangre de los corderos? Alejó la ira de Dios y aplacó su ira contra el pecado. It satisfied His justice. Satisfizo Su justicia. La sangre de los corderos causó que Dios pasara por encima de cada hogar por un tiempo. La sangre satisfizo en la noche de la Pascua, pero cada año los sacrificios de los corderos tenían que hacerse de nuevo. Cada año, los sonidos de la masacre de los corderos para sacrificio se podían oír. Por esta razón, Israel siempre anhelaba un cordero sin mancha que tomaría forma en el pecado de una vez por todas, aquel de quien Dios finalmente diría: “Cuando yo vea la sangre, pasaré de vosotros para siempre.”

Si usted está en Cristo, usted vive a causa de la sangre del Cordero de Dios.

Cuando el Señor Jesucristo vino a la escena, fue anunciado como el Cordero de Dios, que no sólo nos quita el pecado (Juan 1:29), sino también quita la ira de Dios contra nosotros. De hecho, 1 Corintios 5:7 nos declara llanamente: “Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado.”

Los israelitas vivieron a causa de la sangre de los corderos que habían sido muertos. Si usted está en Cristo, usted vive a causa de la sangre del Cordero de Dios. En la sangre de Cristo, tenemos lo que perdimos en Adán, es decir, la vida. El derramamiento de la sangre de nuestro Salvador no fue significativo por la propia sangre, sino por lo que representa. Representa la vida perfecta y sin pecado de Cristo que fue derramada por nosotros hasta la muerte (Isaías 53:12).

Sin embargo, si todo lo que tenía que suceder era que Jesús arrojara un poco de sangre, podría haber pinchado el dedo y colocar un poco de sangre en la cruz o dejar que se derramara en el suelo, y todo habría estado bien. Su preciosa sangre significaba Su preciosa vida y Su preciosa muerte. En consecuencia, los redimidos no reciben una transfusión de sangre de Dios. Recibimos una transfusión de vida —Su muerte por nuestra muerte, Su vida por nuestra vida. Todo es de acuerdo a Su preciosa sangre, que satisface los requisitos de la justicia de Dios para la vida y la justicia.

Extractado de Blood Work por Anthony Carter.